El cuadro de honor: las mejores películas del 2017
Quince críticos votaron por los filmes que más les gustaron y Silencio, de Martin Scorsese, la película olvidada por los Oscar se impuso con holgura. Le siguieron Paterson, de Jim Jarmusch, y Sin nada que perder, de David Mackenzie.
Silencio, de Martin Scorsese
Con 75 años, Scorsese no afloja el paso y se mueve con la misma inquietud que en su juventud, buscando nuevos temas, arriesgándose en inexplorados y poco rentables territorios. Camarada de rutas de los católicos trágicos, el director cuenta la historia de dos jesuitas del siglo XVII que van en busca de su mentor, un cura que en Japón ha caído en la apostasía.
Paterson, de Jim Jarmusch
Paterson es un remedio para melancólicos. El espíritu zen de Jim Jarmusch (1953) se expresa en una historia totalmente idealizada (nadie vive como este protagonista, sin prisa ni iras), pero que a la larga es un refugio. El protagonista es Paterson, vive en Paterson y lee una obra que se llama Paterson. Maneja un bus y es poeta. Ah, y además tiene una bella, aunque no muy brillante esposa.
Sin nada que perder, de David Mackenzie
El escocés David Mackenzie (1966) ha demostrado una notable variedad estilística en sus nueve largos. Sin nada que perder es su mejor película, un western moderno con agenda social incorporada que no desatiende la entretención en beneficio del discurso. Jeff Bridges es el viejo policía que persigue a dos hermanos que roban bancos para poder pagar deudas con los mismos bancos.
¡Huye!, de Jordan Peele
La primera película del afroamericano Jordan Peele es un nocaut. ¡Huye! parte edificante y toma el camino del horror y la crítica social. El protagonista es Chris (Daniel Kaluuya), un muchacho negro invitado a la casa de los muy liberales padres de Rose, su flamante novia blanca. ¿Cuál es el precio que una relación interracial paga entre estos hipócritas bienpensantes?
La La Land, de Damien Chazelle
Ha pasado un año y el musical romántico de los Oscar 2017 ha resistido el test del tiempo. En esta votación obtuvo cinco menciones, una cantidad considerable para un filme frontal, sin sutilezas ni contenciones a lo Luz de luna. La La Land aún demuestra que la inexplicable fantasía del viejo Hollywood, poblado de actores con química y decorados invencibles, se puede homenajear, citar y resucitar.
El viajante, de Asghar Farhadi
La séptima cinta del iraní Asghar Farhadi ganó el Oscar extranjero 2017 y es su película más ambiciosa. En realidad es tremenda, una bomba de tiempo: toda la historia va subiendo de temperatura, de mala leche y de incomprensiones a medida que avanzan los minutos. Un matrimonio empieza a colapsar cuando la esposa es violada en su propia casa y su marido busca al responsable.
Manchester junto al mar, de K. Lonergan
La cara triste de La La Land es Manchester junto al mar, que construye su drama a partir de las cenizas de una relación conyugal. El paisaje frío de las afueras de Boston sirve de decorado espiritual a los vagabundeos de Lee (Casey Affleck), que ante la muerte de su hermano debe hacerse cargo de su sobrino y volver a ese pueblo que no quiere ver y donde vive ella.
Una mujer fantástica, de Sebastián Lelio
Nominada a los Globos de Oro y preseleccionada al Oscar, Una mujer fantástica es el reverso más cruel e imposible de Gloria, el filme anterior de Sebastián Lelio. Otra vez hay un personaje quijotesco, pero en esta ocasión los obstáculos son demasiados: la transexual Marina (Daniela Vega) debe enfrentar a la hostil y conservadora familia de su fallecido ex novio.
Luz de luna, de Barry Jenkins
Un niño en Miami puede ser tan vulnerable como un soldado en una playa abierta de Normandía. Es negro, es tímido y su madre no lo quiere. Está condenado a una vida dura y a aprender el código de la selva. Esa es la historia de Chiron, contada a luz de luna, sin anuncios, sin aditivos. El director Barry Jenkins elige tres episodios de su vida para conmover con estilo.
Por eso lo llaman amor, de M. Showalter
Otra saludable salida de libreto del canon de películas saludadas por el Oscar y la moda. Como pasa con ¡Huye!, Por eso lo llaman amor coquetea con la comedia y el humor, dos ingredientes algo bastardos para la mirada desde la cátedra. Aquí un comediante paquistaní que vive en Chicago salta las barreras de la intolerancia, pero también revive una relación que parecía enferma de muerte.
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