King Size, del director suizo Christoph Marthaler, nutre de inteligencia y humor a la edición número 25 del Festival Santiago a Mil. La estrambótica trama transcurre en una habitación de hotel decorada con mal gusto presidida por una gran cama, donde cuatro personajes interpretan desde canciones pop hasta fragmentos de ópera y música clásica. No hay diálogos, sólo canciones. Una surrealista puesta en escena sobre la incomunicación, la falta de sentido de la vida globalizada y el delirio de una sociedad en orden, sin utopías y silenciada por noticias falsas.
El atónito espectador se pregunta si está dentro de un motel kitsch de tonos verde y azul pastel, en la pieza de un hospital siquiátrico o en un dormitorio común y corriente por desgracia parecido al suyo. Un hombre que duerme sale de la cama, va al baño y se convierte en pianista. Una empleada de limpieza y un botones se transforman en alocados seres que bailan y hacen coreografías. Una alienada anciana entra y sale de escena interrumpiendo el desquiciado recital, mientras come tallarines y lechuga de su bolso. La atmósfera es onírica, pero no hay deseo o pulsión sexual en esta cama king size, como si la pasión y carnalidad fueran sublimadas o evadidas químicamente a través de un cancionero presidido por I'll Be There, de Jackson Five. Admirable es la versatilidad de los actores. Se esconden en los closet, se cambian de vestuario una y otra vez frente al público y cantan dentro, arriba y hasta debajo de la cama.
Christoph Marthaler es un genio innovador que redefine las dimensiones políticas del humor y el musical y llama a la rebelión contra el sistema. Pocos podrán olvidar Protegerse del futuro, mazazo de cuatro horas que presentó en 2011 en el derruido teatro del colegio San Ignacio de Alonso Ovalle. Hay similitudes con King Size: personajes en silencio sentados en mesas tocaban instrumentos musicales. Eran los niños discapacitados asesinados en el Hospital Siquiátrico de Viena por ser considerados "impuros" por el régimen nazi. Después de ser exterminados, sus cerebros fueron conservados para su estudio durante décadas y no fue hasta 2002 cuando sus restos fueron enterrados. El doctor a cargo de los asesinatos, el genocida Heinrich Gross, permaneció en la impunidad. Hubo juicios pero fueron anulados por tecnicismos debido a su edad avanzada. Tras ser declarado no apto para ser juzgado, en una entrevista se mostró sano y en pleno uso de sus facultades.
King Size no tiene la fuerza de Protegerse del futuro, pero es Marthaler en estado puro, una eterna farsa donde las pesadillas colectivas afloran desde el inconsciente. Tras la función, afuera del Teatro Municipal de Las Condes el espectador se topa con una perturbadora estatua en tamaño real del Papa Francisco custodiada por un guardia. El público le puede dejar un mensaje al Papa en un libro abierto. Me imagino el testimonio o recado que le dejaría Marthaler.