La aclaración solo sirvió para definir los términos formales del incidente. Radiohead no ha demandado a Lana del Rey por plagio, pero sí ha hecho ver su molestia, una suerte de queja oficial, y está en franco proceso de negociación para corregir lo que ellos estiman es una patudez. Sin embargo, a pesar del esfuerzo de los publicistas y del sello de los de Oxford por bajarle el perfil al asunto, la eventual copia que involucra a ambos artistas sigue siendo una de las polémicas más innecesarias y conceptualmente cuestionables del último tiempo.

Lo que hoy sabemos es un reclamo que tiene nombres y fechas: Radiohead dice que 'Get Free' (2017), de Lana del Rey, es una copia de su propio tema 'Creep' (1993) y no hay que saber mucho sobre música para concluir que sí, se parecen bastante, pero no mucho más de lo que se parecía 'Creep' a 'The air that I breathe' (1972), original del británico Albert Hammond, versionada dos años después por los Hollies, y que en su momento motivó que los hoy ofendidos Radiohead tuvieran que cederle regalías al mencionado Hammond después de una demanda por plagio que interpuso en contra de Thom Yorke y compañía.

Así las cosas la pregunta es evidente, ¿quién plagió a quién? Porque resulta muy curioso, por no decir insólito, que el principal argumento de originalidad esté asociado a la menos original de tus canciones, lo que deja ver al conjunto británico como una banda mezquina, denotando cierto grado de debilidad frente a lo que extrañamente ven como una amenaza personificada en Lana del Rey.

Quizás lo que buscan es solo reivindicación artística. Pero les falló el cálculo esta vez. Porque la norteamericana, más joven y genuinamente vinculada a lo que significan las redes sociales hoy, salió al paso con un discurso lastimero del tipo "no sé lo que pase con mi canción pero la escribí desde el corazón", dejando ver a los de Oxford como una banda que opera desde las sombras, como unos viejos señores del espectáculo monitoreando a distancia e intimidando a esta pobre chiquilla con porcentajes mínimos.

El incidente deja varios asuntos para la discusión. Por un lado, esta suerte de superioridad moral de Radiohead respecto a todo. La medida con la que miden liberar su repertorio o manejar las redes sociales. Eso en contra de la que muchos consideran, quizás con justicia, un producto, un invento, una cantante que no disimula las muchas corrientes que nutren su cancionero. Y por otro lado también está el tema de la disputa de estilos, este supuesto choque entre dos mundos, el del pop sofisticado versus el híbrido manufacturado a la medida de una carilinda, que es como muchos leen este conflicto, como si fueran dos estilos -y sus seguidores- los que están detrás de esta bochornosa pelea. Si lo resuelven antes o finalmente se verán la cara en los tribunales, es algo que está por verse. Y aunque algunos se queden sordos tratando de contar los segundos de supuesta similitud, lo cierto es que esta falsa polémica dice mucho de sus actores y de cómo la están manejando.