La lectura de Anne Carson ocasiona un placer que sacude. Compré su libro, Hombres en sus horas libres, seducido por el título y un par de poemas que leí en la librería. Recuerdo pocas lecturas más sobrecogedoras y desconcertantes. Nunca había leído a una autora que fuera capaz de mezclar la emoción de ciertos poemas con otros textos de índole intelectual que contrapesaban lo lírico sin afectación. Carson articula sus obras como cajas de herramientas, con diversas formas de expandir la realidad mediante usos de formatos. Ocupa desde el guión de cine hasta la inclusión de ensayos sobre autores o conceptos.
Decreación lo encontré al poco tiempo y la sorpresa que me había generado su primer libro se extendió con la lectura de éste. Sentí que estaba ante una poeta original y, a la vez, clásica, profundamente vanguardista, repleta de emociones leves, femeninas, que incorporaba disquisiciones sobre el lenguaje y bromas en el tejido de sus obras. Definitivamente, asomarse a la poesía de Anne Carson implicaba expandir el concepto de lo que puede ser un poema hacia zonas revisitadas y otras nuevas. El ensamble de ambas prácticas de escritura es un arte sofisticado, un montaje semejante al de una película.
La precisión para describir, lo sentimental procesado por el cuerpo, el paso del tiempo como una borrasca, y las lecturas privadas son cuestiones esenciales y vuelven a aparecer en otros libros de Carson. Simonne Weil, la mística francesa Marguerite Porete y personajes como Kant, Monica Vitti y Antonioni. En sus libros más que referencias actúan como símbolos de una tradición y estética que define los cimientos sobre los que está inscrita Anne Carson.
Si tuviera que recomendar un libro para empezar a conocer a esta autora, sin duda, me inclinaría por El ensayo de cristal, publicado en Chile por Cuaderno de Tiza. Es un libro breve, una plaquette, con poemas directos, que entran en la mente y explotan en el cuerpo. Sus esquirlas duran y dan ganas de volver sobre los textos. Carson entrega escritos que poseen una cuota de misterio. La pregunta que surge es: de dónde sacó estas palabras tan cierta y conmovedoras y extrañas.
El desmesurado e insoportable Harold Bloom le ha dedicado sendos ensayos a la poesía de Carson. Leí dos. Crítica de la peor, académica y sin ideas que alumbren. Por el contrario, lejos de ayudar a su autora pueden disuadir su lectura. Bloom insiste en incorporarla a la tradición norteamericana que él le atribuye a Wallace Stevens. Y es un ejercicio forzado que limita la órbita por la que circula Carson e intenta darle sentido a muchos poemas de ella que son expresiones que no significan nada más que imágenes. La visualidad de Carson se nota en la disposición de sus versos, en la distribución de los espacios y en el concepto de collage, el que redefine en la composición de sus libros.
Quizá el libro donde más declara Anne Carson sus filiaciones es en Eros. El dulce amargo. Este conjunto de ensayos pasa del análisis literario a las observaciones sobre la vida íntima. Trata de la imposibilidad de vivir el deseo sin padecer incomodidad. Para sostener esa simple afirmación, Carson busca en la poesía de Safo una descripción nítida de esta circunstancias ineludible para el ser humano. Las conjeturas sobre el amor hacen de esta investigación una especia de complemento a los Fragmentos para un discurso amoroso de Roland Barthes.
En mis nocturnas búsquedas en librerías virtuales por la web di con la existencia de un conjunto de poemas con un título insólito: La belleza del marido. Un ensayo narrativo en 29 tangos. Fue una odisea poder leerlo. Es desgarrador, cercano, irónico y, por momentos, cruel. Lo veo como un examen ejemplar de la intimidad:
"Pero supongamos que tu marido y cierta mujer oscura/ suelen quedar en un bar por la tarde./ El amor no es condicional./ Vivir es muy condicional./ La mujer se instala en una terraza cerrada al otro lado de la calle./ Observa a la mujer oscura/ que con la mano le toca la sien como si le estuviera metiendo algo./ Observa cómo/ él se inclina un poco hacia la mujer y luego se vuelven atrás. Están serios./ Su seriedad la atormenta. /Las personas que pueden estar serias cuando están juntas es porque tienen algo profundo./ Hay una botella de agua mineral sobre la mesa/ y dos vasos./ ¡No necesitan bebidas alcohólicas! / ¿Desde cuándo tiene él/ estos gustos puritanos?/ Un barco frío/ zarpa de algún lugar dentro de la esposa/ y pone rumbo al horizonte plano y gris,/ ni pájaro ni soplo a la vista".