Hace un año exacto, el periodista Manuel Recio y el matemático Iñaki García publicaron Atardecer en Waterloo (Sílex ediciones), el talle y detalle de The Kinks, la irrepetible banda británica que sacudió la década de los 60 de la mano de su portentoso himno “You really got me”.
Desde 2011, ambos autores fueron responsables de organizar en Madrid las "Konvenciones", una especie de junta anual entre los seguidores de los Kinks, con conciertos, charlas y proyecciones.
Justamente el proyecto nació al calor de esas reuniones de fanáticos en España.
"Hasta la fecha no había ninguna biografía profunda y analítica que se introdujera en la trayectoria del grupo con seriedad y rigor como hacemos en Atardecer en Waterloo", contó Recio en el lanzamiento del libro.
"Los Kinks son uno de los grandes grupos de la historia del rock y era necesario escribir una biografía musical a su altura", agregó.
El libro —que acaba de llegar a Chile editado por Sílex— escarba no solo en los inicios del grupo a principios de los 60 —en el barrio de Muswell Hill, ese norte de Londres bucólico y proletario a la vez—; también pone en contexto la singular historia de cada uno de sus integrantes —los Kinks eran apenas unos veinteañeros cuando se tomaron las influyentes listas británicas—; hasta su disolución en 1997.
Abarca discos —publicaron 29 oficiales—, giras, polémicas —por montones—, momentos creativos y la historia de sus grandes temas: de la innovación del riff rabioso y distorsionado de "You really got me", a la escritura de canciones míticas como "Sunny afternoon", "Waterloo sunset" y "Lola", siempre con las letras de los Kinks como columna vertebral de una narración trepidante y ambiciosa.
Casi al comienzo, Atardecer en Waterloo cifra en los bombardeos nazis sobre Londres y en las notables fiestas familiares de los Davies —que iban desde "Minnie the Moocher", de Cab Calloway, a la sentida balada de Malcolm Vaughan, "St Theresa of the Roses", cantada por la madre—, la primera piedra en la historia de la banda, así como en la figura del estadounidense Big Bill Broonzy al primer guitarrista de blues que imitaron los hermanos Raymond Douglas y David Russell Gordon Davies, acaso el cerebro y el motor de los Kinks.
También es gravitante la aparición de un saxofonista de jazz como Jimmy Giuffre, del que Ray tomó la inspiración para su canción más conocida. "Cuando cantas la melodía, es mayor; cuando tocas los acordes, es menor. Es un acorde bisexual. Ahí está el secreto de 'You really got me'", confiesa el mayor de los Davies.
El libro es rico en detalles como el origen de la hostil relación de la banda con Estados Unidos o el fugaz paso de Rod Stewart por la prehistoria de los Kinks, así como las colaboraciones del tecladista de Deep Purple, Jon Lord, y Jimmy Page de Led Zeppelin; o el consejo de un desconocido Charlie Watts —futuro baterista de los Rolling Stones— y la influencia que tuvo un single como "See my friends", pionero en introducir tintes hindúes en el pop —que sirvieron de inspiración para una banda como The Beatles, con quienes entablaron competencia—, gracias al sonido de una vieja acústica Framus de doce cuerdas.
Para hablar de sus letras, es importante entender el contexto en que sitúan a los Kinks los autores del libro: la posguerra británica, la lucha de clases, por supuesto, y el ascenso de un hombre corriente al estrellato.
Están ahí las películas de Kurosawa —Ray tomó de varios cineastas su característica forma de contar historias—, pero sobre todo el teatro del dramaturgo John Osborne —autor de Look back in anger y figura reconocible del kitchen-sink drama, donde la furia, la rabia y la frustración de los hijos de la clase trabajadora se vieron reflejadas en una corriente artística que huía del escapismo para centrarse en las preocupaciones de la gente corriente— y el padre del blues británico, Alexis Korner: tal vez los dos pilares que ayuden a descifrar el espíritu de algunas canciones y el sonido de una banda que nació desde un experimento casero con un amplificador de válvulas Elpico.
Atardecer en Waterloo, la biblia de los Kinks en español, es un ornitorrinco de fuentes que van desde cientos de conversaciones con músicos —los Davies aparecen pero no de manera directa—, a las autobiografías de Ray —X-Ray y Americana— y Dave —Kink—, pasando por los documentales del cineasta Julien Temple —Imaginary man y Kinkdom come—, el descomunal libro All day and all of the night de Doug Hinman y una completa entrevista de Rolling Stone publicada en noviembre de 1969 en donde el propio Ray Davies explica algunos de sus discos con una minuciosidad encomiable.
Tal vez lo más logrado de Atardecer en Waterloo aparece cuando el libro se detiene en la vida privada de la familia Davies y los procesos de grabación de discos de culto como Village Green Preservation Society, donde entendemos la influencia de George Orwell y los poetas románticos ingleses sobre el concepto de la pérdida de la inocencia.
Ocurre lo mismo con Arthur or the decline and fall of the British Empire y Muswell Hillbillies, que fue inspirado por las demoliciones de principios de los 70 al norte de Londres.
En síntesis, tres álbumes leídos a la distancia con la profundidad que permiten las más de 700 páginas del libro —aunque cerca de cien están dedicadas únicamente a las visitas del grupo a España.
No tenían mucho dinero/ pero siempre decían la verdad
Si el devenir de la historia se debate entre la permanente continuidad y el persistente cambio, la biografía de los Kinks avanza entre la modernidad esencial de la década del 60 y los antiguos valores tradicionales británicos.
"El gran público ha leído a los Kinks, en general, como un grupo de los años 60 a pesar de que su carrera abarca más de tres décadas", teorizan Recio y García. "Es cierto que su maravillosa producción en los 60 tiende a eclipsar el resto de su discografía, pero son una banda que llena estadios intergeneracionales", argumentan.
Ya lo dijo el mismísimo Premio Nobel de Literatura y proa de la contracultura estadounidense, Bob Dylan: "Ray Davies es un genio, nunca nadie me pregunta por él. Siempre he sido fan de Ray Davies, desde sus inicios. 'You really got me' fue algo nuevo y diferente, algo que nunca se había hecho antes".
"Escuché 'You really got me' en la radio e inmediatamente supe que los Kinks habían llenado el espacio que queríamos ocupar nosotros, ese tipo de música sencilla que siempre ha resultado la más difícil de componer", aporta el guitarrista Pete Townshend de una banda como The Who —que viene de dar el mejor concierto de todo 2017 en Santiago.
Con Damon Albarn a la cabeza, la generación britpop opinó parecido y rindió pleitesía a los Kinks además de situar en Ray Davies al padrino del movimiento.
Al frente de la banda londinense, Ray Davies —"uno de los grandes contadores de historias del siglo XX", según escribió Rodrigo Fresán— fue un cronista de las pasiones y frustraciones del hombre corriente, ese que se levanta temprano para tomar el mismo tren de "A well respected man"; ese que, aunque lo haya perdido todo, se aferra a la indolencia de los últimos rayos de sol en la sentida "Sunny afternoon"; o ese que gritaba que no era como los demás, en "I'm not like everybody else", como seña de identidad.
La discografía de los Kinks contiene canciones que se centraron en el individuo y que mostraron las costuras del sistema de clases inglés.
Según escriben los autores de Atardecer en Waterloo, "convertir lo volátil y lo cercano en arte acabaría siendo una de las señas de identidad de Ray Davies".
Como narrador de la belleza de lo cotidiano, Davies supo reinventarse a lo largo de la dispar discografía de un grupo que ha alcanzado ramificaciones importantes en lugares tan lejanos como Chile.
Varias décadas después de un disco como The Kinks Are the Village Green Preservation Society, bandas como Los Bunkers prestaron más que atención a los británicos: los hicieron parte de sus conciertos y también de sus canciones.
Atardecer en Waterloo —disponible en la tienda de Liberalia— será presentado en un evento en Santiago el próximo miércoles 24 de enero, a las 19 horas, en la Librería del GAM (metro UC), con la participación de Marisol García, Fernando Mujica y Juan Carlos Ramírez, acompañados de un set acústico —con el repertorio de The Kinks— a cargo de Goli Gaete de la banda Tsunamis.