Artefactos, antipoesía más allá del papel

En 1972 el poeta debutó en un nuevo formato: objetos mezclados con juegos poéticos y lenguaje de barrio que confirmaron su incansable genio creativo.


Si con la antipoesía los poetas bajaron del Olimpo, con los artefactos, salieron definitivamente a la calle. Luego de revolucionar la escena literaria en 1954 con la publicación de Poemas y Antipoemas, Nicanor Parra se encontró a fines de los 70 con su rupturista apuesta convertida en canon poético.

En momentos de polarización política, el autor de El hombre imaginario necesitaba encontrar una forma de remecer al lector, cada vez más imbuido en la velocidad de la vida urbana. Al más puro estilo de los ready-made de Duchamp o del arte pop de Andy Warhol, Parra comenzó a reciclar objetos desechados, dándoles un nuevo carácter poético al entrecruzarlos con sus irónicos juegos de palabras. Teléfonos, cruces, bacinicas, botellas de Coca-Cola y mamaderas, cobraron otro sentido bajo la poesía de Parra, quien a través de esos objetos criticó la guerra, el consumo, la religión y a la propia literatura. "El artefacto está apuntando a una realidad que existe con anterioridad al artefacto (...) hay que vender una mercadería que es de otra naturaleza y que al lector le es de gran utilidad para su vida", explicó en 1990 en Conversaciones con Nicanor Parra.

En 1952, Parra realizó en colaboración con Enrique Lihn y Alejandro Jodorowsky, El Quebrantahuesos, una serie de intervenciones poéticas con recortes de diarios, que fueron pegados en muros de Santiago y que bien podrían ser el antecedente de los Artefactos. Estos debutaron oficialmente en 1972, con la publicación de una serie de tarjetas postales, que siguieron multiplicándose hasta bien entrado el siglo XXI. Con ellos, el poeta se daba libertad para comentar la vida diaria, desde la figura del Papa y el matrimonio Menen-Bolocco, hasta la muerte de su amigo, el escritor Roberto Bolaño.

En 2006, algunos de los más emblemáticos se reunieron en la muestra Obras Públicas del Centro Cultural Palacio La Moneda. En esa oportunidad un nuevo artefacto titulado El pago de Chile y compuesto por los presidentes de la nación ahorcados, abrió la polémica. La entonces Ministra de Cultura, Paulina Urrutia, se opuso a la obra y se enfrentó a la coordinadora del centro cultural, Morgana Rodríguez, quien fue despedida, aunque la obra terminó exhibiéndose de todas formas. En 2014, la pieza fue reeditada -sumando a la presidenta Michelle Bachelet y Sebastián Piñera entre los ahorcados- y exhibida en la Biblioteca de la UDP. Con ya 100 años a cuestas, sería uno de sus últimos artefactos.

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