Poemas, artefactos, cuecas, chistes, frases sueltas: todo, por pequeño que fuera, era anotado por Nicanor Parra en cuadernos y papeles sueltos. Hoy, esas cientos de libretas y hojas, junto a otros miles de libros, manuscritos y piezas de su icónica exposición Obras Públicas, dan forma al patrimonio del antipoeta. Él mismo fue quien, a mediados del año pasado, encargó a Emilio de la Cerda, director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica, comenzar un catastro de su obra repartida en sus cuatro casas -de La Reina, Las Cruces, Isla Negra y Conchalí (hoy Huechuraba)-, incluida su biblioteca que asciende a 8 mil ejemplares.
A poco andar, no obstante, sonaron las alarmas: varios de sus cuadernos y manuscritos figuraban como desaparecidos. Las acusaciones apuntaron entonces a la galerista Isabel Croxatto y al coleccionista y librero César Soto. "Mi abuelo pide que esas cosas se devuelvan porque él no ha regalado ni vendido nada, va contra su filosofía como artista", comentaba Cristóbal Tololo Ugarte, su nieto.
Finalmente, la información derivó a que Juan de Dios Parra, uno de los hijos del Premio Cervantes, había vendido varios de sus escritos. "Él me los vendió para que los dispusiera libremente. Me ofreció más cosas, pero no adquirí nada más. Se los compré solo porque en ese tiempo él quería hacer un viaje a Europa", declaró entonces el coleccionista Carlos Cruz.
Con los días, la familia, asesorada por el abogado Luis Valentín Ferrada, decidió hacer un llamado público para que todos quienes tuvieran en su poder obras de Parra, las entregaran de forma anónima. El plazo máximo era Navidad y a cambio, se comprometían a no interponer acciones legales. La estrategia dio resultados y en total se lograron recuperar 25 cuadernos que datan entre 1986 y 2008, además de algunas bandejas y otros escritos.
No obstante, a la fecha, de los documentos atesorados por Soto -quien ha dicho tener "la mejor colección de originales de Parra del mundo"- no se tiene noticia. Sobre certificados de autenticidad y propiedad, el librero solo se ha limitado a señalar: "Este punto es el que están estudiando mis abogados".
Mientras, la familia sigue trabajando en el inventario del autor del Manifiesto, con el propósito de salvaguardar todo debidamente en una bodega. Una de sus principales preocupaciones es preservar los cuadernos. "Debe ser el punto más importante del inventario y el que ha demostrado ser el material más vulnerable (...). Son su diario de vida, trabajos de prueba y error, donde ensayaba, por ejemplo, sus artefactos", explicaba hace unos días De la Cerda, quien encabeza el catastro.