Hace una semana ya fue más insistente. Nicanor Parra quería regresar a la casa de La Reina. Lugar donde su nieto, Cristóbal Tololo Ugarte, desde inicios de año trabajaba en su recuperación.
Instalado hace más de dos décadas en el balneario de Las Cruces, el creador de la antipoesía volvía a repetir el deseo. "Vámonos para La Reina, Vámonos para La Reina", dice Ricardo Chamaco, uno de los seis hijos del autor de Poemas y antipoemas, quien murió el pasado martes en la madrugada, en el hogar capitalino, a los 103 años, acompañado de su familia. Durante todo ese día, en el living del hogar, fue velado por sus más cercanos. Sobre el ataúd había un cartel que decía "Voy & Vuelvo".
"Él llegó a La Reina hace cuatro días, porque dijo que era de ahí. Cantó el Guantanamera, su mantra que cantaba siempre. Estaba lúcido hasta el final", recuerda Tololo, quien ayer fue parte del cortejo fúnebre que salió de calle Julia Bernstein, en La Reina, pasada las 10.30 de la mañana, rumbo a la Catedral de Santiago.
Como lo había pedido el autor nacido en San Fabián de Alico, en 1914, su ataúd fue cubierto con una manta que Parra conservaba hecha por su mamá Clara. Además estaba rodeado de ramas de eucaliptus. A las 11.30, una hora después de su salida de La Reina, tras pasar por Padre Hurtado y avenida Kennedy, los restos del autor de Artefactos llegaron a la Catedral frente a la Plaza de Armas. Allí el ataúd fue ingresado por su hija menor Colombina, por Pablo Ugarte (quien acompañaba al hijo de ambos, Tololo), y por otra nieta, Josefa Cristalina, hija de Juan de Dios, Barraco. Este último, que hasta ayer en la mañana aún no llegaba desde su actual residencia en México, son junto a Colombina los últimos descendientes del matrimonio de Parra con la española Nury Tuca.
Unas 30 personas, entre hijos, nietos, sobrinos y amigos se sentaron cerca del cajón. Entre ellos Isabel y Tita Parra. Después se sumaron los Premios Nacionales, Jorge Edwards y Oscar Hahn, el ministro de Cultura, Ernesto Ottone, la Presidenta Michelle Bachelet y el mandatario electo, Sebastián Piñera. El público comenzaría a ingresar, masivamente, formando una fila pasadas las 12.30.
Antes, cerca del mediodía, Colombina puso la voz de alerta. "Estoy pidiendo a la Catedral que coloquen música de Violeta, como quería mi padre", dijo por el micrófono frente al altar. "Ellos dicen que no pueden ¡Entonces nos vamos!", agregó rotunda la cantante. Luego su hijo, Tololo, se acercó también al micrófono: "¡Si es así, nos vamos!", y comenzó el movimiento de personas como un hecho que en el momento parecía preocupante. "Dicen que no pueden poner a Violeta Parra en la iglesia", comentó molesta Colombina, que luego de 15 minutos, tras dialogar con los religiosos a cargo del recinto, volvió a la calma.
Así comenzó a sonar por los parlantes de la Catedral Gracias a la vida. Fue el inicio de una serie de hits: Volver a los 17, La jardinera, Run Run se fue pa'l norte y Maldigo del alto cielo...
De vinagre y aceite
En un ambiente lejos de la gravedad, ante el inicio de la misa y el ingreso del público, Tololo Ugarte leyó dos poemas. "A recorrer me dediqué esta tarde/ Las solitarias calles de mi aldea/ Acompañado por el buen crepúsculo/ Que es el único amigo que me queda", dijo recitando el poema Hay un día feliz. Luego fue el turno de Epitafio que finaliza así: "Fui lo que fui: una mezcla/ De vinagre y de aceite de comer ¡Un embutido de ángel y bestia!", causando risas entre las personas de la fila para acercarse al ataúd. Varios jóvenes, que llegaban con flores y libros, lloraban en la espera. Durante el día la asistencia a la iglesia sería masiva, con público arribando a toda hora.
Colombina con guitarra en mano cantó tres temas. "Son en realidad tres cuecas que mi papá me enseñó cuando yo tenía 8 años. Una es Los cuyanos, la otra Nicanor Segundo, que mi abuela se la hizo, y Amarillo es el canario", dijo para pedirle en seguida a la gente presente que la acompañara con las manos. "Pueden subirme el volumen del micrófono, por favor, porque al cura se la ponen súper fuerte pero a mí no", dijo, desatando aplausos de los admiradores del autor de Versos de salón.
"Yo recuerdo a estos Parra que ya se fueron con mucha ternura, una familia llena de humor y sobre todo llena de belleza y poesía, que es lo que hemos heredado de nuestra Violeta, del tío Lalo, del tío Roberto y del tío Nicanor. Seres humanos extraordinarios", comentó ayer Isabel, hija de Violeta.
"Estuve con él más de 50 años. Antes que aparecieran los premios", comentó Ricardo Chamaco, hijo que Parra tuvo con Rosa Muñoz. "Donde él descanse en la casa de Las Cruces, la gente lo podrá visitar", agregó, quien fue criado por el antipoeta en La Reina y en la casa de Isla Negra.
Entre los asistentes al recinto frente a la Plaza de Armas se encontraba un viejo conocido, José Antonio Viera-Gallo. El ex senador fue uno de los promotores de la campaña de Parra al Nobel en los 90. "Nosotros hicimos una fuerte campaña en el sentido de difundir sus libros. No estaba publicadas sus Obras completas, no había traducciones al francés y habían dificultades en Suecia. Siento en el alma que no haya obtenido el Nobel", dijo ayer Viera-Gallo.
Hoy Parra viaja a Las Cruces. A las 10 de la mañana habrá una misa en la iglesia del balneario. Luego la familia caminará junto al féretro hasta su hogar frente al mar en el barrio Vaticano. "El mismo eligió el lugar donde quedará. Al lado de la casa, donde alguna vez estuvo el castillo negro que se incendió. Eligió ese espacio porque mira hacia la tumba de Vicente Huidobro", comentó Colombina. "Su principal legado son sus libros, luego sus construcciones, como la casa de La Reina, que se convirtió en una antiarquitectura. Ese es un lado desconocido de él, que en un futuro próximo la gente lo podrá conocer", dijo la hija antes de partir con su guitarra. b