La primera fotografía data de 1826 y su autor es Nicéphore Niépce. En ella se registró la imagen desde una ventana de un granero en Francia mostrando con poca nitidez los techos de aquel lugar.
Tuvieron que pasar poco más de 10 años para que la técnica adquiriera mayor definición y que se captara por primera vez a una persona.
Fue Louis Daguerre quien logró tal hazaña más por fruto de la casualidad que por una acción premeditada. En 1838, Daguerre instaló su cámara en un edificio del Boulevard du Temple.
Solo los edificios, calles y árboles fueron captados, pero no las cientos de personas que transitaban por el lugar aquel día. En ese entonces, aquello que se quería fotografiar debía estar perfectamente quieto, de lo contrario no sería captado. Dos personas fueron la excepción.
En la esquina inferior izquierda, se ven dos siluetas: una sentada y la otra parada extendiendo una de sus piernas. La teoría más lógica, es que corresponde a un lustrador con su cliente del día, los únicos que estuvieron los suficientemente estables para quedar inmortalizados esta imagen.