Quincy Jones, una de las mayores leyendas vivas de la música estadounidense, nunca ha sido de aquellos que se muerden la lengua. Por el contrario, su personalidad frontal e intuitiva ha sido, según han apuntado sus colaboradores, una de las claves que le han permitido construir una de las carreras más singulares y exitosas de la industria, tanto con su trabajo en solitario como con el que ha realizado junto a algunas de las mayores estrellas de la historia.
Pero en la última semana, la habitual sinceridad de "Q" -como se le conoce en el medio- se disparó a niveles inéditos, y en dos entrevistas publicadas con siete días de diferencia el artista desclasificó una serie de anécdotas y opiniones sin filtro que sacudieron a la escena musical y la prensa internacional. En la última de éstas, aparecida el miércoles en el sitio de Vulture, Jones no sólo destrozó las capacidades musicales de los Beatles y Jimi Hendrix, sino que además destapó detalles de la vida sexual de Marlon Brando, entregó el nombre del que según él fue el asesino de John Kennedy y, de paso, reveló un romance que habría tenido una década atrás con Ivanka Trump, la hija de actual presidente de EE.UU., casi medio siglo menor que él.
Si bien uno de los abogados disparó de vuelta y deslizó que el productor de 84 años "necesita terapia", hasta ahora nadie ha desmentido a Jones, uno de los artistas más influyentes y mejor conectados de la industria, así como uno de los más versátiles, protagonista de una serie de hitos que van más allá de lo estrictamente musical y que lo convierten en uno de las mayores figuras de la cultura popular de las últimas seis décadas.
Sus inicios, eso sí, fueron como trompetista, el instrumento que lo llevó a los escenarios y lo sacó de una dura y humilde infancia que transitó entre Chicago y Seattle. Fue en esa época, en los años 50, donde conoció a Ray Charles, una de sus mayores inspiraciones. Pero rápidamente, Jones entendió que debía dar un paso mayor en su carrera, por lo que abandonó el jazz para dedicarse al negocio discográfico (fue vicepresidente de Mercury Records) y luego a musicalizar películas, con un total de 33 bandas sonoras a su haber.
"Por esos días descubrí que estaba por un lado la música, y por otro el negocio de la música. Si quería sobrevivir debía aprender la diferencia entre ambos", explicó en sus memorias publicadas en 2001, donde profundizó en sus trabajos junto a Aretha Franklin, Frank Sinatra y Miles Davis -con quien grabó su último álbum antes de su muerte-, los demonios personales que lo llevaron a sufrir un colapso mental en la década del 80 y su acontecida vida personal, tan agitada como su carrera, con tres matrimonios a cuestas y siete hijos.
Nada comparado, en todo caso, a sus declaraciones de esta semana, en las que incluso criticó a Michael Jackson, su más célebre socio musical, para quien produjo los súperventas Off the wall, Thriller y Bad. Si en 2009 despidió al Rey del Pop con emoción, llamándolo "mi hermano menor" y asegurando que "parte de mi alma se va con él", ahora calificó al solista como maquiavélico y ambicioso, criticó sus cirugías plásticas y aseguró que habría robado de terceros algunos de sus mayores éxitos. "No tengo nada que temer", dijo en la entrevista, a modo de declaración de principios.