Womad, un festival para cuidar

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El evento en la comuna de Recoleta reunió a 50 mil personas el fin de semana. Por sus escenarios desfiló el vibrante reggaetón árabe de Omar Suleyman; los punteos hipnóticos de Bombino, el Jimi Hendrix del Sahara y los festivos Le Vent du Nord de Canadá, entre muchos otros. Womad se consolida como un evento sorprendente y familiar.


Tres niñas y cuatro mujeres ya en sus sesentas, gritan y saltan desde la primera fila al ritmo del dabke —baile popular de Medio Oriente— mientras el sirio Omar Suleyman emana desde el escenario una suerte de reggaetón árabe electrónico. Más atrás miles disfrutan de este particular artista, que se presenta con kufiyya, como la que usaba Yasser Arafat, en un carnaval espontáneo. La escena, ocurrida la noche del domingo, fue parte del cierre del festival Womad, que durante tres días reunió a 50 mil personas en Plaza La Paz en Recoleta según sus organizadores.

Ya lo quisiera cualquier comuna del país, porque el Womad, el "festival del mundo" de acceso gratuito, se ha consolidado como una aldea musical que cumple de sobra con los requisitos de cualquier evento de este tipo: gran convocatoria, artistas de renombre y otros por descubrir, accesos expeditos y una onda festiva que además convoca a la familia. Desde el viernes, por los tres escenarios principales del festival desfilaron desde el propio Suleyman, Congreso, el guitarrista eléctrico tuareg Bombino, los brasileños Liniker e Os Caramelows y los folkies Le Vent du Nord, de Quebec.

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En un festival de pretensión global, pero construido a escala humana y una cuidada selección de sus artistas, se presentaron también el pensador Vinicio Capossela (Italia), la Banda Conmoción, Manuel García y los Vocal Samplig, los cubanos que cantan a cappella. Como buen evento de "World music", esa categoría que encasilla a la "música tradicional", muchos se sorprendieron no sólo por los punteos hipnóticos de Bombino, el "Jimi Hendrix del Sahara", sino que también con los pulsos sicodélicos del finlandés Pekko Käppi; con Kilema, un simpático músico de Madagascar que utiliza instrumentos de objetos reciclados y con Falta y Resto, murga uruguaya.

Pero Womad tiene aún más atractivo. Y no sólo por un público más transversal –bien distinto al de Lollapalooza-, sino por la cercanía real que se genera entre los artistas y la audiencia. Muestra de aquello ocurrió la noche del sábado, cuando a un costado del escenario Bombino se acercó a un grupo de unos 20 fans que hicieron fila para saludarlo, fotografiarse y pedirle que firmara su último disco.

Esto también se refleja en los talleres familiares que ofrece el festival, dictados por los propios músicos. Ocurrió con Kilema, quien de manera didáctica y amena mezcló la historia de Madagascar con música interpretada con instrumentos originarios como la valiha, el kastá y el kabosy. Lo mismo hizo Nano Stern, con un taller de composición grupal y Diarrá Condé, con su taller de percusión africana. Hubo también talleres de poesía a cargo de Redolés, de danza árabe y dabke, y de carnaval boliviano, cuyos asistentes participaron de un desfile dominguero centrado en los niños.

Womad, en esta cuarta versión, se ha consolidado como un festival que crece año a año en contenido y propuestas musicales, en una escala amigable, abierto a todo público y gratis, toda una joya de Recoleta para el resto de la capital.

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