Un buen desayuno es la base de todo en la vida y, específicamente, es la plataforma para que las cosas le salgan bien al reputado diseñador de vestuario Reynolds Woodcock durante el resto del día. Si Woodcock observa que en esa comida matinal le sirven más de la mantequilla necesaria o escucha que su compañera de mesa no para de hacer ruidos con el cuchillo y la tostada, todo se puede ir al demonio. Woodcock lo sabe y por eso evita también tener discusiones temprano, mientras se sirve el té y come avena.
La última persona que empezó una leve discusión con Reynolds fue Johanna, una de sus ayudantes y ocasional amante. Bastaron dos palabras de Cyril, la hermana de Reynolds, para que Johanna se fuera de la gran residencia donde vive y trabaja con fanática obsesión. La muchacha, demasiado despechada, era un obstáculo entre Reynolds Woodcock y su trabajo. En la Casa de Modas Woodcock no se permite esa pérdida de tiempo.
Este es el panorama de vida hogareña que en menos de cinco minutos esboza Paul Thomas Anderson (1970) en El hilo fantasma, su nueva película, ambientada en la Londres de los años 50. Reynolds es interpretado por Daniel Day-Lewis y su hermana Cyril por Lesley Manville. A ambos se unirá luego Alma, un personaje que no está hecho de la misma tela que los refinados y trabajólicos Woodcock.
Alma (a cargo de la actriz luxemburguesa Vicky Krieps) habla un inglés con acento de Europa continental y atiende en un encantador restaurante de pueblo. En ese entorno, lejos de la ajetreada vida londinense, Reynolds Woodcock comenzará una relación afectiva con ella, que partirá con una cena a la luz de las velas, pero que ya de vuelta en la capital entrará en la fase enfermiza y demencial que tuvo en Johanna a su última víctima.
¿Es posible sacar a Woodcock de su adicción al diseño de vestuario y hacerlo entrar en la calidez de una relación romántica? ¿Acaso su hermana Cyril no es culpable de haberle dibujado una vida que es una prisión? ¿Tiene Alma una eventual última palabra en esta batalla de personalidades?
El nuevo largometraje de Anderson se toma su tiempo (dos horas y 10 minutos) en desgranar esta guerra de personalidades y tarde o temprano se descubre que Alma posee tanta voluntad como su querido Reynolds. La convivencia entre ambos adquiere matices sadomasoquistas en la medida que el irritable diseñador acostumbra a perder la paciencia al menor desliz de la muchacha (hay bastante diferencia de edad entre ambos) y ella en principio sólo recibe humillaciones.
Toda esta olla hirviendo de ataques y contraataques verbales está contrastada por una fotografía primorosa (a cargo del propio P.T. Anderson) y un diseño de producción y de vestuario de primer nivel, en lógica coherencia con una película que hace de la moda su objeto del deseo.
Nominada a seis premios Oscar (Mejor película, director, actor, actriz secundaria, diseño de vestuario, banda sonora), El hilo fantasma es uno de los trabajos más singulares del director de Magnolia (1999). En palabras del crítico A.O. Scott, de The New York Times, es "su película más personal", capaz de reflejar en su maniático y fastidioso protagonista el temperamento único de su realizador, cada vez más alejado de las modas de Hollywood.
De California a Fitzrovia
El octavo largometraje de Paul Thomas Anderson es el primero que hace fuera de su país y uno de los pocos que ambienta lejos de Los Angeles, la gran ciudad de California que ha servido de escenografía a sus obras más recordadas, desde la popular Boogie nights (1997) hasta la inclasificable Vicio propio (2014).
La película significó su reencuentro con Daniel Day-Lewis después de Petróleo sangriento (2007), considera la mejor película del siglo XXI de acuerdo a una elección de críticos y cineastas publicada en The New York Times a mediados del año pasado. Pasaron 10 años desde aquella particular versión de la novela de Upton Sinclair y, entre otras cosas, Day-Lewis ganó su tercer Oscar por Lincoln (2012).
Según contaba Anderson a Entertainment Weekly, el guión de El hilo fantasma fue bastante libre. Se inspiró lejanamente en la figura del diseñador español Cristóbal Balenciaga (1895-1972), gurú de la moda con un tipo de disciplina vital a lo Reynolds Woodcock, aunque de intereses afectivos homosexuales.
Woodcock, por el contrario, es el soltero más codiciado por las mujeres de Fitzrovia, el envidiable sector donde está su casa de modas.
Como Balenciaga, Woodcock diseña para una princesa belga y vive obsesionado con la figura de su madre. Pero también como el inglés Charles James (1906-1978) confecciona vestidos por encargo para las millonarias de la ciudad y mantiene relaciones esporádicas con las mujeres que lo pretenden.
A la larga, se sabe, la película detonó la decisión de Day-Lewis para dejar la actuación. Por lo menos eso es lo que a través de sus representantes dio a entender el año pasado y ratificó en una entrevista a la revista W. "Me divertí mucho con Paul (Anderson) antes de empezar la película, pero luego un sentimiento de tristeza nos invadió. Sigue ahí", fue lo que dijo para justificar su salida de la actuación.
En cualquier caso, basta echarle una leve mirada a la tóxica relación entre Reynolds y Alma para deducir que el guión no era precisamente alegre. Como el propio realizador lo ha reconocido, el libreto fue construido entre Anderson y Day-Lewis. Quizás ese trabajo puede dar una pista de la eventual "tristeza" que la trama de la película provocó en el actor.