Probablemente combinan más que los dos acordes que Quilapayún acusa como ejemplo de ramplonería en contra de Jamiroquai. También es probable que la garganta de Joy Huerta (31) sea la más dotada de todas las voces que participan en esta edición del festival de Viña. De existir el viejo aplausómetro, anoche revienta unas cuantas veces. El dúo mexicano de Jesse & Joy es favorito del público juvenil y las preadolescentes, y resulta fácil comprender por qué: son la banda sonora perfecta para las últimas generaciones que han moldeado gustos y oído bajo la cultura musical Disney donde el mensaje insiste en ansiar y cumplir sueños, y realitys con jóvenes buscando el amor con un libreto como lo hacía Edmundo Varas escuchando Camila. Es música que además contiene un enganche para los padres porque en la formalidad se trata de material pop rock bien guitarreado.

Las canciones de Jesse & Joy son apenas un trámite para lucir el registro de ella, que es sencillamente impresionante. Para Joy cantar parece un acto tan natural como respirar. Es capaz de taladrar los tímpanos, y a ratos es casi enervante la facilidad con la que escala y dibuja armonías según la escuela del R&B y el gospel.

El romanticismo que proponen es de amores primerizos, personajes sin experiencia que se sienten deslumbrados por el sentimiento. La recompensa de ser correspondidos es todo lo que importa. Es un tipo de amor que no cuestiona sino que vibra, y en ese sentido Jesse & Joy son un número efectivo y triunfal que enamora a su público que quiere corear esas piezas donde Joy interpreta con épica intencionalidad.

Si las canciones no son suficientes para irradiar amor, el dúo lo expresa discurseando. Anoche repitieron hasta el hartazgo cuan importante es el festival en su carrera y es muy probable que en un siguiente show, donde sea, digan más o menos lo mismo de esa audiencia y lugar. Son profesionales.

A Jesse & Joy le sobra técnica vocal como le falta matices a su cancionero. La colaboración junto a Gente de Zona es un respiro a su pop edulcorado. Para niñas y jovencitas es recomendable. Pueden tragar toda el azúcar que quieran y convertirla en energía. Para el resto resulta empalagoso y satura muy pronto.