Lo mejor y lo peor de Viña: saldos de temporada
La lista de artistas pendientes es eterna pero hay al menos dos que destacan, fenómenos populares insoslayables: Chico Trujillo y Los Vásquez.
Uno.
Miguel Bosé no se puede llevar ese mamarracho de premio que le recuerda cuánto ha envejecido, antes que expresar en un símbolo elegante acorde a su categoría los 40 años de trayectoria y el récord de presentaciones en la Quinta Vergara. Por una semana queremos creer que el Festival de Viña es Miami o alguna ciudad turística mediterránea, pero en detalles como ese asoma la provincia y lo lejos que estamos de los centros neurálgicos del espectáculo. A la vez es parte de su sabor, la singularidad de montar esta fiesta internacional con una extraña mezcla de música y humor en vivo desde el fin del mundo, en un ambiente de banalidad que incluye elección de Reina y Rey feo, tradición solemne que nos recuerda que estamos en un balneario que dice adiós al verano.
Dos.
La parrilla 2018 se inclinó abiertamente hacia el público juvenil. Los últimos tres días se planificaron en exclusiva para adolescentes, pero la cita perfecta fue la noche anglo de Jamiroquai y Europe, reforzada por el magistral espectáculo de Kramer, números de gran nivel ejecutados sin yerros en escena, un estándar de calidad artística que ninguna otra jornada pudo equiparar. Paradojalmente fue la noche más pifiada desde la teleaudiencia por los excesos del director Álex Hernández con el número de Jamiroquai. Curioso que la sala de dirección no consiga equilibrar el goce del público con el artista que lo provoca.
Tres.
El reggaetón y la música urbana dominan en popularidad pero Viña 2018, por ejemplo, no tuvo una estrella de trap (la variable de moda) o el retorno de un clásico como Daddy Yankee, a estas alturas el alfa y el omega del estilo, el único que ha mantenido su vigencia por más de una década. Los números artísticos cumplieron sin descollar. Estuvo Prince Royce, pero dio lo mismo, porque la cresta de su popularidad ya fue. Así, será trabajo recordar quiénes pasaron por esta edición.
A falta de estrellas urbanas, el género se tomó toda la competencia internacional, relegando una vez más su atractivo a la oferta de la competencia folclórica, mucho más colorida y jugada en términos musicales. Hace 40 años existía la casilla canción-de-festival que remitía a baladas orquestadas con empaquetados cantantes. Quizás estamos ante una última mutación de la categoría y dominará por años. No hay ninguna señal que indique algún relevo estilístico en el pop.
Cuatro.
Kramer y Alejandra Azcárate fueron las excepciones en el humor. ¿Punto en común? Simple y rotundo: calidad internacional. Los restantes artistas son parte de la cartelera local y la diferencia resultó notoria. El chileno y la colombiana activan la imaginación con sus relatos -Kramer con su histrionismo extraordinario y diversos recursos escénicos, Azcárate con el dominio de la lengua-, mientras los demás contaban anécdotas.
Chilevisión demostró habilidad para ordenar las fichas. Supo proteger a los nombres del humor vulnerables a las pifias y programarlos con los públicos correspondientes. Veámoslo así. Jenny Cavallo habría estado en aprietos la noche anglo.
Cinco.
Crecimos con sentencias como "el pago de Chile" y otras parecidas para graficar la incapacidad de reconocer a nuestros artistas. No gustó el homenaje a Violeta Parra el año pasado, ni ahora a Nicanor Parra. Es una tarea pendiente que esa clase de tributos muestren más cariño y dedicación. Los homenajes no son el fuerte de Viña y es una falla recurrente. En 2002 hubo un lamentable número involucrando a gigantes como Lucho Gatica y Antonio Prieto, y ya no hay vuelta atrás, quedó así para la historia. Han sido los propios artistas lo que han homenajeado de manera más digna y certera a sus colegas. Jorge González volvió a la Quinta Vergara gracias a Luis Fonsi y Kramer. Fueron reconocimientos en vida al legendario músico en el mayor escenario del país.
Seis.
La lista de artistas pendientes es eterna pero hay al menos dos que destacan, fenómenos populares insoslayables: Chico Trujillo y Los Vásquez, bandas que encarnan con propiedad el éxito con gestión independiente y arraigadas en el pueblo. Es increíble que el evento aún no logre convencerlos con una oferta que considere las aprensiones que públicamente han manifestado hacia el certamen. Vino Morrissey y aún no tenemos al "Macha" en la Quinta. Insólito. También llegó la hora del aterrizaje de alguna estrella del K-pop. Un fenómeno en expansión global y con respuesta masiva en Chile, merece presencia en Viña.
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