Viña 2018: el irregular desempeño de CNCO y la euforia por Sergio Freire cierran la fiesta

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En la última jornada de Festival, la Quinta se convirtió en una fiesta adolescente: triunfó el fenómeno de la boy band latina y el carisma del cómico, uno de los mejores de esta versión.


Brechas generacionales. En el acostumbrado video de obertura del Festival, anoche en su última jornada, Rafael Araneda le confiesa a Carolina de Moras que está feliz de vitorear por primera vez a una de sus artistas favoritas, Annie Lennox. Error: los que estaban anoche eran el dúo Zion & Lennox, abreviados según el léxico del reggaetón como la Z y la L. Suena parecido a la voz de Eurythmics, pero no. Todo ello mientras observan sentados a lo lejos a los chicos de CNCO, los encargados de abrir la velada.

Ante tanto entuerto, en la secuencia de un adulto que no comprende tanto nombre impronunciable, Araneda toma un curso intensivo de reggaetón. Es la única forma de sacudirse de la ignorancia del perreo. Más allá del chiste, el último registro audiovisual de Viña 2018 encarnó la tendencia del certamen: el género urbano dominó gran parte de su parrilla, con el propio quinteto CNCO como ejemplo, integrado por una suerte de geografía bolivariana -con miembros de Ecuador, República Dominicana, Cuba, México y Puerto Rico- y apadrinados por Ricky Martin: qué más se puede pedir cuando se ronda los 20 años, el promedio de edad de los artistas. De hecho, el más joven, Erick Colón, cumplió el 3 de enero recién 17 años.

En tanto, mientras el griterío adolescente semeja un polvorín, el registro introductorio muestra a Araneda en una escuela reggaetonera, donde un profesor apodado Don Omar -un veterano con facha de pedagogo, no el astro puertorriqueño- le pide al conductor que se cambie el nombre por algo más idóneo: el rostro de CHV escoge "Rafax Doma Monster". Luego, aparece en plan videoclip cantando con cadenas, ropa multicolor, jockey y movimientos sin sincronización.

A las 22.19 horas, CNCO saltó a escena bajo la habitual imagen de una boy band, con los cinco vestidos de blanco sobre una tarima, los brazos estirados, las siluetas bien definidas, los movimientos coreográficos bien calibrados entre ellos y servidos para el delirio. Cualquiera nacido en los 80 o los 90 pudo recordar con facilidad a los Backstreet Boys, quienes pasaron por ahí mismo hace 20 años.

En escena, el quinteto exhibe poco espesor vocal y un repertorio acotado, consecuencia de apenas un solo disco. Quizás por eso la Gaviota de plata fue entregada a los 30 minutos, la más rápida de la actual versión. Al parecer todos andaban acelerados. De Moras apuntó al público y les dijo a los cantantes: "¡Sus ídolas están acá vueltas locas!". Da igual: ídolas o fans, la locura era generalizada. Hasta fueron premiados como los más populares del evento, con un galardón con forma de helado Danky, una de las marcas auspiciadoras.

Ese mismo ambiente de fiesta favoreció al cómico Sergio Freire, celebrado desde un principio. La ovación siguió con una rutina eficaz, con alusiones a Mon Laferte, Los Bunkers y la paternidad. En un evento donde el humor no ha marcado la nota de excelencia, el ex El club de la comedia desató carcajadas y escala entre lo mejor de la versión. Se llevó dos Gaviotas entregadas bajo el aliento de "¡se lo merece!". Y fue así: el triunfo fue indiscutidamente merecido. Al cierre de esta edición, Augusto Schuster capitalizaba el entusiasmo juvenil del lugar.

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