La vida canalla de Maurice Sachs
Entre los escritores franceses que colaboraron con los invasores alemanes en la Segunda Guerra Mundial, quizá fue el más vil y estuvo en el centro de la vida cultural parisina. Sus dos libros de memorias están ahora traducidos: El sabbat y La cacería.
Experto en infamias, estafador y petimetre, ladrón, colaboracionista con los nazis, alcohólico y delator, traficante, seductor de hombres y mujeres, el nombre de Maurice Sachs (1906-1945) aglutina toda una variedad de adjetivos descalificativos, crímenes y pecados. Durante su breve vida frecuentó los ambientes delictivos así como los culturales del París de entreguerras y trató a algunas de sus figuras más llamativas, desde André Gide a Coco Chanel. A casi todos sus amigos, célebres o no, los timó, robó, o traicionó.
El inventario de sus ruindades se conoce fundamentalmente por sus memorias póstumas, reunidas en El sabbat (1946) y La cacería (1949), disponibles ahora en español. Muchos escribieron sobre sus bajezas, pero nadie escribió cosas peores que él mismo.
"Me considero un mal ejemplo del que se pueden sacar buenos consejos", escribe en El sabbat, sus memorias desde la infancia hasta antes de la Segunda Guerra. De familia judía no practicante, fue abandonado por su padre y su madre lo dejó al cuidado de la abuela. "Hijo maldito de la hija maldita de la rama maldita de una familia sobre la que pesaba la doble maldición del divorcio y de la ruina, estaba sediento de nuevas maldiciones", dice. Su abuela se casó con el disoluto hijo del músico Georges Bizet, Jacques, quien se suicidará consumido por los vicios no sin antes dejarle una lección a Sachs niño: le puso una pistola en el paladar y le dijo que esa era la forma de dejar la vida cuando estuviera hastiado de ella.
En 1923, muy joven, Sachs rescata a su madre de la bancarrota marchando con ella a Londres por dos años. Cuando vuelve a Francia se mueve en los ambientes literarios y la bohemia intelectual de París, en salones y cabarets. Es la euforia de la (primera) posguerra. Conoce al matrimonio de Jacques y Raïssa Maritain y bajo su influjo se convierte al catolicismo; incluso entra al seminario, del que fue expulsado por un escándalo homosexual. Traba amistad con Max Jacob y conoce a Gide. Una figura destaca: Jean Cocteau, al que tuvo en un altar de admiración que devino en rencor; lo retrata encantador pero frío ("ardía, pero como arde el hielo, sin calor"), "espantoso ilusionista" que robaba el corazón y sólo devolvía un conejo.
Buscó ingresos en múltiples labores, desde editor a dramaturgo. Su mayor dedicación fue a las obras de arte: su crítica, comercio y, a veces, su robo; ampliará el giro a la estafa y el proxenetismo.Ya con problemas de alcohol (sus primeras borracheras fueron a los 14 años), también se adentra en el hampa homoerótica y los burdeles.
En 1929 viaja a Nueva York. Además de continuar con su labor de venta y reventa de obras de arte y algunos hurtos, se transforma en conferenciante sobre temas de los que lo ignoraba todo.
En EEUU se enamoró de varias mujeres, incluso se casó con una, para lo cual se convirtió al protestantismo. Pronto la abandona y regresa a París con un joven.
Consigue a través de Gide trabajar en la Nouvelle Revue Française (NRF), y dirige las colecciones populares. Pero como debía cubrir las necesidades de dos, entró de nuevo en un abismo de miserias, angustias, desórdenes y degradación. Vive en el campo y en París, en hoteles sucios y casas que no paga. Es abandonado por su amante y un síncope alcohólico lo llevó casi a la muerte. En este punto, más menos, concluye El sabbat, hacia 1939, poco antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial.
En su segundo libro de memorias, La cacería, el ambiente es la Francia desmoronada y el turbio París de la Ocupación. Hacia 1940 trabajaba en la Radio Mondial, antifascista, por lo que marcha a Burdeos. Pero regresó a París, en junio de 1940, cuando muchos empiezan a abandonar la ciudad: "No se me ocultaba que asistíamos a mucho más que a la derrota francesa: a la agonía del mundo mediterráneo en beneficio de un universo atlántico y nórdico". Sin embargo, por la sensación de un final o quizá porque no había tal, París mantiene un lujoso estilo de vida. "El mercado negro prosperaba. Cabarets, restaurantes, teatros, todo estaba lleno", dice Sachs. Como existe, además, un gran interés por el oro y los diamantes, se dedica al tráfico de joyas y antigüedades, pero pronto pasa a la delación, falsificación, prostitución y drogas.
Hacia 1941-42, hay dos mujeres importantes: Prune Magagna y Violette Leduc, más tarde escritora célebre. Con cada una adopta a un niño judío, a ambos los abandonará. En La cacería no menciona por su nombre a ninguna (Leduc ni siquiera aparece), falsea datos y oculta otros. En 1942 Sachs se enroló como trabajador voluntario y marchó a Hamburgo, en Alemania, donde ve los bombardeos y se entrega a la autodestrucción. Es arrestado en 1943. De su muerte hay al menos dos versiones: una, que fue apaleado en la cárcel y luego lanzado a los perros; la otra, que fue baleado por no querer caminar.
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