Amor, adiós: ¿Cómo es la tercera temporada de Love?
"No se puede continuar", dice la canción de Los Ángeles Negros que sirve para ilustrar el momento de la que asomaba como una interesante reflexión en torno al amor moderno y terminó como una propuesta de situaciones incómodas, que hacen fugarse el cariño que desarrollamos por los personajes en las dos temporadas anteriores.
Love fue una maravilla. Al menos sus primeras dos temporadas lucían como una rareza de aquellas que brillan entre el cada vez más cuantioso catálogo de Netflix. Renovada por una segunda temporada apenas terminada la primera, la serie que propuso seguir la extraña historia de amor entre Gus -Paul Rust- y Mickey -la despampanantemente simple Gillian Jacobs- termina por destruir con su tercera temporada lo bueno que mostró en sus entregas previas.
Si Love I fue una sentida reflexión sobre la ansiedad, las adicciones, el vértigo de conocer una nueva persona y lo sórdido que se vuelve el mercado laboral cuando comienzas a ver de cerca la mediana edad, Love II se encargó de desarrollar los conflictos en torno a la gama de personajes que ofrecía la serie: la amiga extranjera descubierta por casualidad, el compañero de trabajo acosador, la abulia de tolerar una jefa miserable -en este caso una niña entrando a su adolescencia- y lo difícil de seguir siendo un ser humano en ese panorama.
¿Qué pasa con Love III, entonces? Muy poco, la verdad. Una tendencia a volver los personajes masculinos en los reyes de la estupidez y a mostrar el perdón femenino como el único detonante de las redenciones y no al revés. Eso una y otra vez. Sabemos poco más del mundo de Mickey, probablemente el personaje más complejo y atractivo de la ficción y demasiado sobre Gus, monigote que es interpretado por uno de los creadores de la serie.
Como se trata del final, el espacio a los secundarios es ínfimo, no en cantidad de tiempo destinado a ellos, sino en calidad del mismo: destaca, eso sí, el episodio en que Bertie cumple años, que recuerda a los mejores momentos de la serie, planteando situaciones incómodas que no tenían como fin el patetismo de los hombres, sino más bien una respuesta civilizada ante el caos de ser adulto y tener la vida deshecha o en camino a ser algo que nunca antes se imaginó.
Love III no sólo es un final para la serie y la historia de los personajes que alguna vez tanto nos interesaron, también es una renuncia a generar algo respetable, un término digno o una temporada regular para cualquier serie de Netflix que se precie de tener un buen elenco, ideas y miradas en torno a un fenómeno tan lacrimoso como crucial: el amor con o sin expectativas románticas. El final podría haber sido abierto o cerrado, pero de ninguna manera mal ejecutado como en estas doce oportunidades desperdiciadas, que sólo nos recuerdan que el cariño que se gana fácil, puede llegar a perderse de la misma manera. Y si esa era la moraleja de la serie, la misión está cumplida con creces.
https://www.youtube.com/watch?v=HpiAVK_T_aU
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