No es una sonora la que empieza a marcar el ritmo a través de los vientos. La Moral Distraída no es nada más alejado de cincuentones vestidos con frac intentando encender una fiesta.
Al contrario, Camilo Zicavo irrumpe con su traje floreado para estallar una algarabía contenida entre tantas guitarras afiladas y el beat más calmo del indie estándar.
"Es nuestra primera vez aquí y vamos a pasarlo rico", anuncia con tono premonitorio el frontman.
La promesa de pasarlo bien se cumplió rápido para una fanaticada fuerte nacida en el seno de fiestas universitarias.
Son ellos los que gritan y devoran las líricas como si fuera una mixtura de sabores llenos de azúcar.
Los músico arriba se mueven también coordinados. El proyecto que nació hace 8 años en medio del Teatro es ahora una propuesta integral que los hace pararse con decisión ante cualquier escenario.
Más que mover el cuerpo
Abel, el otro de los Zicavo, partió dando una señal política en llevar puesta una polera con la extinta líder comunista Gladys Marín.
Aunque su labor siempre ha sido la fiesta, los mensajes sociales siempre se han colado como la propia moral de la Moral.
Más tarde, de hecho, desplegaron en las pantallas un mensaje en apoyo a la inocencia del ex frentista Jorge Mateluna quien está acusado por un asalto a un banco.
Si sólo tuviéramos una canción para explicar el sello de la banda habría que recurrir a uno de sus últimos singles "Canción bonita".
El tema, inspirado mayoritariamente en "Debo partirme en dos" de Silvio Rodríguez, critica la banalidad de la música comercial tal como lo hizo el cubano a finales de los setenta.
Aunque irónicamente Zicavo's y equipo tienden a caer inevitablemente en aquel círculo, enjuiciando letras de las que ellos mismos forman parte, hay que recibir el mensaje y no matar al mensajero.
Entonces, así como lo explican así mismos "es por eso que al final todas las canciones se parecen".