Steven Spielberg y el concepto "blockbuster" van de la mano. Hay un consenso entre la industria, los historiadores y cinéfilos que Tiburón (1975) es la película que marca el significado moderno de la palabra: una superproducción que se transforma en un masivo éxito de taquilla y en un fenómeno cultural, con una historia de altas dosis de emoción, acción o aventuras.
Y ningún realizador ha perfeccionado mejor el concepto -que ya es todo un género en sí mismo- que quien lo empezó: Encuentros cercanos del tercer tipo, E.T., Indiana Jones, Jurassic Park, entre otras, han transformado a Spielberg en el rey de la superproducción (y el director más taquillero de todos los tiempos). Pero durante la última década el norteamericano se mantuvo alejado de su lado más pop. Lo más cercano que ha estado de volver al estilo que lo lanzó a la fama han sido dos costosas cintas infantiles; Las aventuras de Tintín (2011) y el fracaso de taquilla El buen amigo gigante (2016). Su última gran producción fue -la horrible- Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008).
Pero su nueva película, Ready player one, que en Chile se estrena el jueves 29, ve al legendario cineasta nuevamente en modo blockbuster. De hecho, se podría decir que la cinta es la superproducción por excelencia: una historia de ciencia ficción, acción y aventura de un presupuesto cercano a los US $ 200 millones y que funciona como un testamento del amor a la cultura pop que ha marcado la carrera de su realizador.
Basada en la novela del mismo nombre de 2011, Ready player one sigue a Wade Watts (Tye Sheridan) un joven huérfano en un mundo futurista donde la gran mayoría vive en la pobreza, y cuyo único escape de la dura realidad es el OASIS, un mundo virtual que funciona como videojuego y simulador de vida diaria, con sus jugadores relacionándose con gente con la que nunca han compartido en el mundo real. Cinco años atrás, el creador de este universo, el excéntrico James Halliday (el siempre excelente Mark Rylance), falleció, dejando un mensaje póstumo en el cual, asegura, dejó un tesoro secreto en el OASIS, que requiere completar tres desafíos antes de encontrarlo, y que otorgará a quien llegue primero la propiedad total del mundo virtual. Cuando Wade logra dar con una pista fundamental, comienza una carrera contra el reloj entre el joven, otros jugadores y la inescrupulosa corporación IOI.
Spielberg utiliza el imaginativo mundo ficticio para hacer un festival de referencias a la cultura geek y a los fanáticos de videojuegos. En el OASIS, por ejemplo, se pueden encontrar desde homenajes a películas como King Kong, Volver al futuro, Jurassic Park y El resplandor (en la escena más inspirada de la película), hasta videojuegos como Street fighter, Tomb Raider, Battletoads, Halo y clásicos de la era Atari. Una bomba de nostalgia -acompañada por una banda sonora ad hoc- que debe haber sido una pesadilla para el encargado de liberar los derechos de autor de cada licencia utilizada.
A pesar de la inocencia juvenil de la cinta, la audiencia a la que el director apunta es claramente adulta: la mayoría de las referencias pueden ser incomprensibles para el público sub 30. En ese sentido, se trata de una historia que Spielberg hizo para sí mismo y los que compartan sus gustos. Y si la historia fílmica ha enseñado algo es que no son pocos.
El director no dejará su faceta pop de lado pronto: su próximo proyecto es Indiana Jones 5, que comenzará a filmarse en 2019.