Oriundo de Quirihue, autor a los 21 años del poemario Esmaltines y fundador de efímeras revistas literarias al cierre del Siglo XIX, el verso y la prosa de Francisco Contreras Valenzuela (1877-1933) cobraron fuerza y renombre al establecerse en 1905 en París, desde donde proclamó el mundonovismo, un movimiento que reivindicaba ante el Viejo Continente la cultura americana y reconocía raíces en la ruta abierta por Rubén Darío.
Fue precisamente en Francia donde el poeta chileno trabó amistad con el padre del modernismo. Mientras su propio catálogo se consolidaba allá con los sonetos de Toisón (1906), las novelas rimadas de Romances de hoy (1907) y la colección de ensayos Los modernos (1909) -por el que desfilan, entre otros, los nombres de Paul Verlaine, José María Heredia y Auguste Rodin-, Contreras obtuvo visible reconocimiento por su trabajo como crítico en el diario Mercure de France.
Pero también fue en ese país donde, muchos años después, la cineasta chilena Pamela Varela encontró en la casa de su madre, garabateado en un cuaderno, el poema Luna de la patria, escrito por Francisco Contreras. "Amo la tierra hosca y rancia/ de breñales y de espinos:/ en ella mi clara infancia/ soñó sus sueños divinos", dicen los octosílabos escritos en 1911, que desataron en la realizadora el sentimiento de desarraigo y que más tarde desembocarían en la cinta El viaje de Ana, que se exhibe mañana a las 19.00 horas en el Museo de la Memoria, en el marco del Ciclo Travesías, que se extenderá todo el mes con funciones los días martes (entrada liberada).
Vidas cruzadas
Tras la muerte del poeta en París en 1933, su esposa francesa, Andrée de Alphonse, luchó incansablemente por ver repatriados sus restos, para lo cual se radicó en el país. Pero la mujer murió en 1993 y su sueño solo se hizo realidad póstumamente, el 27 de febrero de 2007. Esa es una de las circunstancias que llamó la atención de Varela: la muerte de él en Francia y la de ella en Chile.
Contreras conoció a la joven y bella estudiante de Arte y Filosofía de La Sorbonne una noche de bohemia en Montparnasse, cuando una copa de champaña se derramó sobre su falda y él acudió a ayudarla. "La compañera largamente grata", la llamó Gabriela Mistral en uno de sus Recados de 1927, dedicado al poeta. Pero las cosas cambiarían radicalmente décadas más tarde, como señalaría José Donoso el 22 de marzo de 1960 en un reportaje para la revista Ercilla, donde advierte que la mujer enfrentaba la mayor pobreza. "La miseria y el abandono en que vive esta extraordinaria mujer es indigna de la gratitud de Chile para con la viuda de un hombre que hizo tanto por su país como Francisco Contreras", señaló entonces el más tarde Premio Nacional.
Andrée de Alphonse residía en San Antonio, alfabetizaba a los niños del barrio y su verdadero sueño era tener un día los recursos para publicar los manuscritos inéditos de su marido.
La filmación
El trabajo detrás de la película de 88 minutos comenzó en 2008. Investigación, producción y un rodaje hecho entre Ribérac, Quirihue, San Antonio y Santiago, con un reparto igualmente binacional encabezado por Astrid Adverbe, quien encarna a una fotógrafa que busca retratar a Andrée.
Entre la realidad y la ficción, entre pasado y presente, el filme rescata la vida y obra del destacado escritor chileno, reconstruyendo la atmósfera de su trabajo y el mundo rural en que pasó sus primeros años. La trama es todo un puzzle que el espectador construye a medida que se deja llevar por el viaje propuesto y que se desenvuelve desde una visualidad en clave polifónica.
"La realización de esta película tiene una importancia suprema", dice el actor de la misma y escritor Luis Conteras, quien desempeña el papel de un poeta de Chillán que muestra a Ana los lugares donde transcurrió la vida del vate, incluida su residencia en Quirihue. La cinta, agrega, "tiene valor por sí misma, pero además logra ese vínculo en torno al autor, la perspectiva de la mujer y la superación de los tiempos como un mérito de Pamela Varela, capaz de situarse en los niveles narrativos del mito y de la leyenda".