Era 2006 y la Fundación Gabriel y Mary Mustakis -formada en 1996 por descendientes griegos en Chile con el propósito de promover iniciativas educacionales y culturales- se aprestaba para celebrar una década de vida.
"Queríamos hacer una suerte de gran evento griego y justo nos habíamos enterado de que el Municipio de Santiago tenía guardadas varias esculturas grecorromanas, así que quisimos ir a verlas". Así relata el empresario chileno George Anastassiou Mustakis (1953), presidente de la fundación que lleva su apellido materno, cómo se enteró de la colección de arte clásico que dormía en las bodegas de la alcaldía.
La existencia del inédito acervo se hizo conocida esta semana, luego de que la doctora en arqueología Valeria Riedemann realizara el mes pasado una solicitud por medio de la Ley de Transparencia para conocer su paradero.
La académica supo de las piezas en 2013, tras asistir a una charla en la Universidad de Oxford y conocer a Michael Vickers, profesor emérito de dicha institución, quien le comentó sobre una donación que el Ashmoleam Museum había realizado en 1992 a la Municipalidad, con el objetivo de crear un Centro de Estudios y Difusión de Arte Clásico (CEDAC) en el sector de Quinta Normal. Entre las obras donadas, figuraban lámparas romanas originales y fragmentos de cerámica de dos mil años de antigüedad, además de varias réplicas de figuras de la cultura grecorromana, como la cabeza de la diosa Atenea.
A esas copias habría accedido personal que trabajaba en 2006 en la fundación, según cuenta Anastassiou. En una carta enviada ayer a Felipe Alessandri, alcalde de Santiago, a la que tuvo acceso Culto, el empresario relata que tras una primera gestión con el municipio encabezado entonces por Raúl Alcaíno, fueron contactados para visitar las bodegas en Quinta Normal y ver las piezas. "Se trataba de varias piezas de yeso que reflejaban el espíritu griego que queríamos imprimir al evento (...). Al confirmar nuestro interés nos fueron ofrecidas como donación con el compromiso de usarlas con fines educacionales y/o culturales", dice la carta.
En total, de todos los objetos que había en la bodega, se eligieron 17, entre frisos, cabezas y esculturas. "Yo no estuve en el lugar, sino que mandamos a alguien que escogió las que parecían más atractivas y fáciles de transportar. Llevo varios años en el tema griego, he visto varias piezas de este tipo, y te digo: estas eran de las más malitas, todas de yeso y muy sucias", recuerda el empresario.
De buena calidad o no, tal como lo había planeado, Anastassiou ocupó los objetos para ornamentar la celebración y luego resolvió con el beneplácito de la Municipalidad donarlos a diversas instituciones vinculadas a Grecia que pudieran usarlas con fines culturales.
En la misiva enviada ayer a la alcaldía, se hacía un breve inventario al respecto: un friso y dos desnudos fueron donados a la Colectividad Helénica de Santiago, una cabeza de Sócrates y otra de Platón fueron recibidas por Penta UC del campus San Joaquín, y un desnudo quedó en poder del Centro de Estudios Bizantinos, entre varias otras instituciones que se vieron favorecidas.
"Algunas las ofrecimos al metro de estación Grecia, pero finalmente encontraron que no eran de muy buena factura y no se concretó", agrega el empresario.
Si bien los antecedentes proporcionados por Anastassiou servirían para aclarar parte de la incógnita sobre el paradero de las obras, el municipio recién comienza a hacer un sumario interno para determinar los hechos y eventuales responsabilidades administrativas.
Según se lee en un inventario de los 90 proporcionado por Vickers a Riedemann, no solo el Ashmoleam Museum habría donado piezas para la formación del centro, otras instituciones como el Museo Vaticano, el de Historia de Viena y la Universidad de Manchester también habrían hecho sus aportes. Su paradero aún es un misterio.