Pragmático en algunas de sus facetas, especulativo en otras, ingeniero matemático, empresario exitoso, conversador infatigable y dueño de una mente que se despliega en la abstracción, Fischer encontró en el evolucionismo algo más que su destino. Encontró en realidad una pasión y un horizonte de búsquedas intelectuales que le han dado hallazgos, explicaciones, convicciones e inspiró varios ensayo suyos, el más reciente de los cuales se titula De naturaleza liberal. Si el énfasis estuvo antes en la psicología, neurociencia o la síntesis que intentó Darwin entre las ciencias y las humanidades, este último es más político porque plantea que el orden social liberal es el que mejor resuelve las tensiones entre bienestar del individuo y el de la colectividad.
En la medida en que analiza la conducta humana desde la biología y no desde el idealismo, y en que reconoce a la genética mucho de lo que se le atribuye a la moral, es un libro provocativo. También uno ateo, antiutópico y conectado al pensamiento evolucionista o evolucionario más de punta. Porque la semilla que Darwin plantó hace 160 años con El origen de las especies sigue viva. Y en evolución, por supuesto.
-¿Están nuestros sentimientos morales sometidos también a la selección natural?
-Los sentimientos morales, surgidos por selección natural, son el corazón emocional con que permanentemente estamos calificando las actuaciones de los demás (la gran intuición de Hume). Ellos se manifiestan, según el modelo que presento en el libro, propuesto por el psicólogo moral Jonathan Haidt, en los ejes compasión/sufrimiento, lealtad/traición, corrección/trampa, autoridad/subversión, santidad/degradación y libertad/coerción. Pero se gatillan dependiendo de las pistas que entregue el entorno.
-¿Habría algo parecido a un código mínimo de moralidad encriptado en la arquitectura neuronal de la especie humana?
-Lo que la reciente evidencia empírica indica es que hay mecanismos innatos que producen reacciones "morales". Están encriptados en la arquitectura neuronal de la especie y fueron seleccionados naturalmente. Impulsaron la cooperación grupal y también ayudaron a enfrentar los conflictos al interior de los grupos. Siguen vigentes y el libro entrega varios ejemplos al respecto. Los seres humanos heredamos biológicamente las herramientas cognitivas, emocionales y morales de nuestra mente. Con ellas reaccionamos a la cultura del entorno, que adquirimos socialmente. No estamos determinados genéticamente ni culturalmente; somos el resultado del encuentro de ambos factores. Pero los cambios culturales no cambian al genotipo humano, como lo demostró la desastrosa revolución cultural de Mao. Nunca surgió el "hombre nuevo" ni allí ni en la Cambodia de Pol Pot; tampoco en la Cuba de los Castro ni en el Chile de Allende ni menos en la Venezuela de Chávez y Maduro.
-En el distingo entre orden biológico y orden cultural parecieran resonar ecos de la idea de la ley natural postulada por el tomismo. Existiría un moral natural, e incluso un derecho natural, anterior a la convivencia social y también al Estado.
-Lo "natural" de la moralidad humana surgió por selección natural. Pero eso no significa que haya un "derecho natural" anterior a la convivencia social, porque fue justamente en esa convivencia donde la selección natural moldeó los sentimientos morales. Los arreglos institucionales del Estado, a continuación, intentan -no siempre con éxito ni con buena fe- interpretar esos sentimientos para organizar mejor la convivencia social. La moral natural o derecho natural tomista es una de las maneras de hacer esa interpretación, en ese caso, otorgándoles un origen divino. La proximidad o lejanía que ellas tengan con la perspectiva evolucionaria de la moral constituyen, a mi juicio, una medida de la calidad de la intuición que hubo detrás.
-Si la especie humana ha internalizado los beneficios de la colaboración y del respeto a los demás, si el hombre no sería el lobo del hombre que temió Hobbes, ¿cómo explicar entonces tanta violencia en la experiencia histórica de la humanidad? De hecho las sociedades liberales son muy recientes.
-Lo que la perspectiva evolucionaria, la neurociencia, la economía experimental y la psicología moral han podido determinar, es que los seres humanos combinan, al interior de sus grupos, egoismo y altruismo, competencia con colaboración, individualismo con solidaridad. Pero ello no resulta fácil de extender a la vida entre los grupos, pues así como la colaboración es una buena herramienta para el progreso individual y social de uno, también sirve para competir contra otros. De ahí los conflictos y las guerras. Sin embargo, el proceso civilizatorio permite disminuir ese efecto, como lo muestra Steven Pinker en su libro Los ángeles que llevamos dentro.
-¿Liberalismo siempre, a pesar de las frustraciones y malestares que a veces comporta?
-La afirmación de mi libro es que una sociedad liberal moderna, al permitir que se expresen, con inteligencia institucional los principales impulsores de nuestra conducta social -altruismo y egoismo, psicología coalicional y búsqueda de estatus- consigue un mejor florecimiento social y una mayor satisfacción individual que otros arreglos que los coartan. Sin embargo, los humanos -individuos complejos con conciencia además de lenguaje y pensamiento simbólicos- se enfrentan, en cualquier esquema institucional, a conflictos de interés y dificultades provocadas por las brechas entre sus aspiraciones y los logros efectivos que la vida social les permite adquirir. El avance cultural tiene un ancla genética que no admite opciones utópicas.