Últimos Días en La Habana, el nuevo éxito del cine cubano
En mayo se estrena en Chile la película de Fernando Pérez nominada a siete premios Platino que ha sido comparada con la ya clásica Fresa y chocolate (1993).
Miguel (Patricio Wood) se gana la vida lavando platos en un boliche de La Habana, pero cada cierto rato deja los trapos a un lado para poner atención a lo que aparece en el televisor a sus espaldas. Generalmente lo hace cuando dan las noticias que involucran los últimos acontecimientos en Estados Unidos. Puede ser una matanza en un pueblo perdido o una cumbre política en Washington. Da lo mismo. Lo que le importa es ver en vivo y en directo algo del país al que quiere llegar y al que alguna vez se embarcó en un malogrado viaje en balsa.
En la casa, que no es de él, Miguel cuida religiosamente de su amigo Diego (Jorge Martínez), un enfermo terminal de Sida que pasa sus días sobre un catre herrumbroso y acompañado del abanico que le refresca la cara ante la fiebre y el calor habanero. No son pareja, pero se estiman a prueba de todo. El heterosexual Miguel, hastiado del sistema, espera el permiso para largarse del país. El homosexual Diego sólo espera la muerte, pero parece enfrentar las cosas con mejor humor que su sombrío compañero. Los dos son los protagonistas de Últimos días en La Habana, del cubano Fernando Pérez (1944).
¿Suena parecido a algo? Hace 25 años, el director Tomás Gutiérrez Alea (con la ayuda de Juan Carlos Tabío) dirigió la improbable historia de amistad entre un gay y un hetero en La Habana. El gay se llamaba Diego (interpretado por Jorge Perugorría), igual que el moribundo personaje de Ultimos días en La Habana (2016) . Aunque muchos han querido ver en la película una especie de continuación al ya clásico del cine de la isla, en realidad se trata más bien de un homenaje. Es un tributo de grandes a grandes: Fernando Pérez es probablemente el realizador cubano vivo más importante, mientras que Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996) es el más destacado de todos los cineastas salidos de la isla.
La película, estrenada en su país de origen en el 2016, ha tenido una distribución internacional más bien lenta. Por la misma razón postula a los Premios Platino (que entregan los productores de cine latinoamericanos) en la ceremonia de este domingo 29 en el Gran Teatro Tlachco del santuario natural Xcaret, en la Riviera Maya (México). El filme del veterano cineasta cubano compite en siete categorías, destacando Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actor, donde fue nominado Jorge Martínez en el rol de Diego.
Ahora, a través del Cine Arte Normandie, el largometraje de Fernando Pérez llegará a Chile durante el mes de mayo. Es uno de los dos largometrajes cubanos recientes que trae Los Filmes de la Arcadia junto a Santa y Andrés (2016), de Carlos Lechuga (ver recuadro). La película de alguna manera propone una suerte de inversión de los roles políticos de Fresa y chocolate, al menos en el personaje heterosexual. Si en el filme de Gutiérrez Alea (el único en la historia en la historia de Cuba en ser nominado al Oscar extranjero) el estudiante David (Vladimir Cruz) era un adepto incondicional a la revolución, en Ultimos días en La Habana Miguel no cree absolutamente en ningún tipo de proyecto socialista.
El filme desliza críticas solapadas a cierto tipo de cubano anclado a un pasado añejo y lleno de proclamas revolucionarias vacías, en este caso representado por Clara (Coralía Veloz), que interpreta a la tía de Diego. Exhibida con éxito de críticas el año pasado en el Festival de Berlín, la cinta opera como una máquina de contrastes entre cierta alegría que pueden expresar personajes juveniles (como la sobrina de Diego) y la sombría actitud de los desencantados. A propósito de esto, el realizador comentaba el año pasado al diario El País: "Cuba ha cambiado en que los valores empiezan a relativizarse. Ahora vemos personajes cuyas actitudes podrían ser reprobables desde el punto de vista ético y yo no quiero que sean juzgados. Con la película espero que el espectador se plantee porqué los personajes actúan así. Gran parte de la población cubana está más interesada en solucionar sus problemas diarios que los compromisos con la sociedad. Con Últimos días en La Habana sabemos cómo vive la gente de la calle, que no aparece habitualmente ni en el cine ni en los medios. Yo no protesto, constato".
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