Se publicaron más de 800 discos y nadie con un gusto siquiera moderado por la música chilena podría decir que nuestro repertorio está experimentando una suerte de crisis. Sin embargo, al menos para los premios Pulsar, la temporada 2017 confirma el diagnóstico de lo escuchado en los últimos meses: que de la producción estrictamente local no hubo un título que fuera realmente marcador.
Los mismos premios de la SCD ofrecen el contraste en ediciones pasadas. La primera versión, la de 2015, consagró a Ana Tijoux como la gran vencedora por su álbum Vengo (2014). Un año después, fue Camila Moreno la que se llevó todas las distinciones importantes por Mala Madre (2015) y en la última ceremonia, Alex Anwandter también se impuso con claridad sobre el resto gracias a Amiga (2016).
En los premios Pulsar, como en todo evento de esta naturaleza, no gana necesariamente el que tiene más nominaciones o el que se lleva más galardones para la casa. La idea más bien es que se impone el que tiene una colección de canciones diferenciadoras, muy superiores a la media, y en ese sentido la temporada 2017 no arrojó la misma unanimidad de ediciones pasadas.
Sintomático de aquello es que sea Mon Laferte, con un disco pensado y grabado en el extranjero, la que debería cantar victoria en Pulsar 2018, un evento que ya le viene debiendo alguna distinción desde hace años, quizás en gran medida porque aun existía el reparo de que se trata de una artista nacida en Chile, pero con un carrera forjada en México.
Gepe, en tanto, suma la misma cantidad de nominaciones que la viñamarina, pero con un disco llamado Ciencia Exacta (2017) que está lejos de ser uno de los títulos esenciales de su catálogo, cosa que él mismo ha admitido con su particular sinceridad en distintas entrevistas.
Más pareja y sabrosa está la pelea en otras categorías como la de la Música Urbana, con nombres potentes como Cevladé, Movimiento Original y Cómo Asesinar a Felipes, y en el de la cantautoría que "enfrenta" a Manuel García, Nano Stern y Benjamín Walker, entre otros. Derechamente confuso se vuelve el panorama en apartados como el rock que revive esa majadera discusión respecto de qué califica como tal. Que en ese mismo nicho postulen Electrodomésticos, Adelaida y Aguaturbia, entre otros, da cuenta de un criterio por lo menos discutible, aunque habrá que conceder que si fuera por identificar el sonido exacto de cada artista habría que superar largamente las 28 categorías disponibles para el premio que se resuelve el miércoles 13 de junio.
Pulsar 2018, al menos en esta etapa de finalistas, refleja una suerte de decante para la música chilena y con una sensible omisión que pudo haber revertido el diagnóstico. Fernando Milagros firmó quizás el mejor álbum de su carrera y uno de los más destacados de 2017, pero sólo aparece en la categoría de Mejor Carátula. Una mención más bien pobre para uno de los pocos consagrados de la generación post 2000 (los llamados a la trascendencia, a marcar su época) que empujó para adelante en los últimos 12 meses. Así como se ve, y también para los Pulsar, el año de la pausa y del suspenso para la música hecha en Chile.