La nostalgia ya no es lo que era
Giramos en una centrífuga de añoranzas donde disfrutamos los recuerdos de otros. El tiempo se relativiza sintiendo nostalgia y apego a épocas que no viviste. También semeja a una playa carcomida por mareas cada vez más poderosas, como esos avisos de Facebook de tu pasado reciente.
Hasta 1910 se le consideraba una enfermedad. La nostalgia, término acuñado en 1688 en un paper del médico suizo Johannes Hofer, aludía a militares afectados anímicamente por largas misiones lejos del hogar. En la segunda década del siglo XX su sentido mutó hacia una añoranza desligada de la casa o el sitio de origen, sino a una época puntual. La idea no era exactamente nueva. Kant ya lo había sugerido en 1798. Ese anhelo era la juventud. En la segunda mitad del siglo pasado las industrias del cine y la música comenzaron a explotar el pasado. Era negocio vender las películas y las canciones de la infancia si ya estabas asentado económicamente y tenías más de 30. Por supuesto, no había nada de romántico y mucho de estadística en esa decisión. En el mercado laboral estadounidense, cumplida la treintena, el salario aumenta en 60% respecto del inicio de la actividad profesional. Las mujeres alcanzan el peak de sueldo a los 39 años, los hombres a los 48. Treintones y cuarentones, mercado perfecto. Por cierto, el cerebro juega a favor de la idealización del pasado pues tiende a borrar los malos recuerdos.
Trivia chilensis. En el arranque de los 60 por radio Recreo de Viña, el locutor Julián García-Reyes -más tarde una de las voces clásicas de la FM-, ya tenía un programa con viejos éxitos musicales dedicado a quienes habían sido jóvenes la década previa e incluso antes. Es 1980 y Peter Rock se da un gustito al alero del Jappening con ja en TVN animando Los Años felices. En plena dictadura desfilaron pioneros del rock and roll como Del Shannon y estrellas pop de los 50 y 60 como Brenda Lee y Bobby Vee. El viejo Peter fijaba en 20 años el periodo a rememorar, la misma medida establecida por el gurú del periodismo musical Simon Reynolds en Retromania (2010).
La industria del entretenimiento explotaba razonablemente la cantera del pasado con ese margen de un par de décadas. Cada generación evocaba el periodo correspondiente en forma parcelada, recuerdos que no se compartían mucho con grupos de otras edades. Ese ciclo se rompió ante la tentación de construir una especie de bloque nostálgico gigantesco donde caben desde los 80 hasta las modas de hace un lustro, como las películas de superhéroes donde los juntan a todos. La generación millenial y su espíritu proclive a la identificación ha contribuido enormemente a este giro al ser la primera en disponer del pasado en un clic.
Esta nueva mutación la explica el texto Nostalgia is not what it used to be (2013), del profesor Andrew Higson de la Universidad de York. "Central al concepto moderno de nostalgia era el experimentar melancolía, un anhelo desesperanzado por algo perdido e irrecuperable. Pero para los nostálgicos postmodernos, lo irrecuperable es ahora conseguible (...) la nostalgia postmoderna recicla imágenes, objetos y estilos asociados al pasado reciente, siendo el lugar por excelencia de esa operación de reciclado Internet".
Abres Facebook y te recuerda en qué estabas hace un año. Son esos rastros que dejas con industrias e intereses detrás analizando conductas para luego vender o influenciar tus decisiones, nos quedó claro con Cambridge Analytica. Si todo es susceptible de ser añorado como parte de un pasado que se tiende a ensalzar, al diablo con mantener la compostura de los ciclos, que importa si ocurrió el año pasado o hace dos décadas. Así asoman vetas dudosas en nombre de la nostalgia. En MTV acaba de regresar Jersey shore, el programa-oda a la banalidad y el mal gusto donde se hizo famosa Snooki (Nicole Polizzi, nacida en Chile). La pantalla local juega fichas similares reviviendo Rojo, CQC y Casado con hijos. El periodismo de escritorio actúa parecido. Antes había cierto pudor -tres décadas de tal disco, film, hito pop, aniversarios cerrados-. Ahora pueden ser los siete años de equis suceso y la nota vale igual. Series y cine aún maniobran con algo de respiro, pero el timbre de la nostalgia permea todo.
Ahí tenemos Stranger things o títulos recientes de la cartelera como Un lugar en silencio con links a Señales (2002) de Mel Gibson, mientras Ready player one de Steven Spielberg exige conocimientos específicos de cultura gamer y cinéfila.
Giramos en una centrífuga de añoranzas donde disfrutamos los recuerdos de otros. El tiempo se relativiza sintiendo nostalgia y apego a épocas que no viviste. También semeja a una playa carcomida por mareas cada vez más poderosas, como esos avisos de Facebook de tu pasado reciente.
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