Mientras afinaban los últimos detalles del regreso a Chile de Ricardo Montaner, los encargados de su próximo concierto en el Movistar Arena informaron de la visita del baladista en una página de Facebook de venezolanos residentes en Chile. La idea, cuentan, era sondear el interés entre la colonia por ver a su compatriota en vivo en estas tierras. La respuesta fue contundente: 6 mil comentarios en 8 horas, que los convencieron de lanzar una preventa especial de entradas para el público venezolano. "Se vendieron cerca de tres mil tickets en tres días", cuenta Claudio Castro, de la productora Free Time.
La experiencia piloto es una de las primeras que una compañía de este tipo impulsa en el país, y da cuenta de un fenómeno del que la industria local de los espectáculos en vivo ya toma nota. Con los cambios en las olas migratorias que se han producido en Chile en los últimos años, y una cifra total que según las últimas estimaciones supera el millón de personas nacidas en el extranjero viviendo actualmente en el país, la cartelera ha ido de a poco adecuando su oferta para un público que hoy es multicultural. Y en ese panorama, los venezolanos llevan la batuta.
Quienes conocen de cerca la situación ya hablan de una escena, un circuito paralelo que mueve a miles de personas y que en sólo meses convirtió a Santiago en una plaza ineludible para los más populares artistas del país llanero. Fue el caso de Guaco, orquesta tropical de Maracaibo que el mes pasado juntó a más de 5 mil asistentes en el Teatro Caupolicán, y de Desorden Público, institución del ska caraqueño que en junio regresa a un año de su exitoso paso por la capital. "Los trajimos en 2014 pero lo de junio pasado fue una locura, con mucha gente en el público llorando emocionada, porque son bandas que les recuerdan a su tierra, a sus familias", cuenta Francisco Padilla, el mismo productor tras el debut de los venezolanos Rayawana, que a fines de 2017 agotaron dos Club Chocolate.
La próxima visita de Desorden Público grafica el estado de las cosas, con un show en conjunto con Los Amigos Invisibles, otro nombre fundamental del rock de la nación caribeña, en un evento en el Teatro La Cúpula que tendrá barra con cervezas y comida típica venezolana además de un DJ popular entre la comunidad residente. Las entradas para el concierto, que se promociona como "la fiesta para los venezolanos en Chile", son comercializadas en tiendas y restoranes que son punto de encuentro para la colonia, como Guaio-io Marketplace y Papelón Sabroso.
"Comenzamos a trabajar con más cuidado los contenidos, porque a medida que llegan más venezolanos, más gente se interesa en hacer conciertos y la idea es generar un negocio suficientemente competitivo y ético para que todos puedan participar. De hecho, sumamos decenas de venezolanos a nuestro trabajo, desde el volanteo hasta el catering, así nos integramos y generamos alianzas", explica Padilla sobre el show del 2 de junio.
No sólo músicos de ese país han convertido a Santiago en destino recurrente. También exponentes de otras disciplinas, como la comedia y el teatro. Así, el pasado 28 de marzo, debutó en la capital actor Carlos Fraga, con un "monólogo teatral de humor reflexivo" en el Teatro Nescafé de las Artes llamado Hombres, mujeres… sexo sin guerra. En tanto, este sábado 5 en el Teatro Teletón, regresará con su monólogo Orgasmos la comediante y ex Miss Venezuela Norkys Batista, declarada enemiga del gobierno por el presidente Nicolás Maduro.
"Los artistas también ponen de su parte para venir a Chile, a veces sin priorizar lo económico porque podrían ir a Miami y hacer cinco shows allá. Sin la colaboración de ellos no lo podríamos lograr", comenta Belkys Massó, promotora detrás de las presentaciones de Batista. Nacida en Venezuela, llegó a Chile en 2002 y tras varios años dedicada a la producción de espectáculos ha puesto su foco en eventos dirigidos a la cada vez más numerosa colonia llanera en el país, que se estima supera las 300 mil personas.
La casa
Massó no es la única productora venezolana que realiza espectáculos para sus compatriotas en Chile. A ella se sumó La Sordera, compañía dedicada al entretenimiento que en 2016 se mudó a Santiago, y luego de regularizar sus trámites migratorios ha logrado levantar una interesante cartelera de conciertos en la capital con grupos como Mesoneros, el rapero Apache, La Vida Boheme -que se presentó ante un repleto Club Subterráneo- y próximamente el comediante George Harris, popular exponente del stand up comedy venezolano que agotó todos los tickets en un solo día para su actuación en el Teatro La Cúpula del próximo 31 de agosto.
"La audiencia se ha ido mezclando y va creciendo porque ahora muchos chilenos tienen un amigo venezolano, así que se termina dando un fenómeno súper interesante", asegura Francisco Méndez, fundador de La Sordera, quien también ha incursionado en la gestión de shows de bandas chilenas. El promotor suma otra tesis para explicar el éxito de estos espectáculos: "En Venezuela, la misma crisis terminó centralizando los shows en las grandes ciudades, como Maracaibo y Caracas, pero como aquí los migrantes son de diversas regiones para muchos termina siendo la primera vez que ven a los artistas".
El próximo evento de La Sordera es el retorno de Caramelos de Cianuro (16 de mayo, La Cúpula), otro emblema del rock venezolano, quienes también han vivido de cerca la crisis social que atraviesa su país. De hecho, en 2012, el mánager histórico de la banda, Libero Iaizzo, fue secuestrado y asesinado en las calles de Caracas. Su éxito La casa, de 2010, se ha convertido en himno en cada recital ante sus paisanos fuera de su patria.
"Creo que tiene que ver con la añoranza, con lo difícil que es emigrar y dejar tantas cosas atrás. Es algo que nosotros vivimos día a día. Me gusta que la gente mantenga sus raíces y para nosotros, los artistas, eso muy bueno también", comenta Asier Cazalis, vocalista del cuarteto, consultado por la cada vez más nutrida cartelera venezolana en Santiago.
Si bien para muchos el fenómeno responde en gran medida al mayor poder adquisitivo que tendrían los inmigrantes de esa nacionalidad -en comparación con el de extranjeros de otros países vecinos-, Méndez cree que la explicación radica en factores más emocionales. "Los otros países no están en crisis humanitaria, nosotros migramos de uno que está quedando en el olvido. Por lo mismo, tenemos la responsabilidad de mostrar y rescatar nuestra cultura, tenemos que mantener vivas nuestras comida, nuestras fiestas y nuestras bandas", explica.