La culpa fue de Pelé. Era 1962 y Max Berrú, un futbolero empedernido, recorría en barco la ruta entre su Ecuador natal y Chile para presenciar de cerca la magia de "O Rei". La vida es misteriosa: Berrú no tenía cómo saber que el mejor jugador de la historia terminaría fuera del Mundial por una lesión. Y tampoco que su vida estaría atada para siempre al país al que llegó como espectador.
Berrú, que partió este martes a los 74 años de edad, ingresaría a estudiar a la Universidad Técnica del Estado, un polo artístico de la época. Se hizo muy amigo de Víctor Jara, del que siempre recordaba, entre bromas, que era "malo para la pelota". Y de un grupo de jóvenes que se dedicaba a la música como afán principal. El ecuatoriano sería el más viejo de los jóvenes fundadores de la agrupación a la que darían origen esas reuniones: Inti Illimani.
Si la vida de Berrú hasta entonces había sido una vorágine, los años siguientes serían vertiginosos. Convertidos en un símbolo de los años de la Unidad Popular, Inti Illimani recorrerían Chile apoyando el proyecto de Salvador Allende, y luego deberían volar a Italia para exiliarse tras el Golpe de Estado. En la dictadura de Augusto Pinochet, su música se convertiría en un símbolo de resistencia. Y Berrú volvería a su país adoptivo junto al grupo recién 15 años después.
Así como fue el fundador con mayor edad, Berrú también se anticipó al tumultuoso quiebre de Inti Illimani. Eligió partir antes de que el quiebre entre los grupos de Horacio Salinas y Jorge Coulon se concretara. Su idea, decía, era que Inti Illimani se convirtiera en una corporación cultural, para proteger su legado histórico.
Pero tras su partida siguió siendo protagonista de la escena cultural chilena. Abrió un restaurante, La Mitad del Mundo -recordando a su jamás negado país natal, Ecuador-, donde la música era un elemento central. Y siguió tocando junto a una banda cuyo nombre era toda una declaración de principios: Los Insobornables.
El año pasado le detectaron un mieloma múltiple, un agresivo cáncer a la médula ósea cuyo tratamiento es complejo. Fiel a su personalidad, Berrú decía en septiembre pasado, entrevistado por Culto, que "he vivido con normalidad y tranquilidad una experiencia que para mucha gente puede ser tremenda". Y con esa tranquilidad vivió su enfermedad, sin dejar que le arrebataba lo que más quería: sus presentaciones musicales, en las que participó hasta muy poco antes de su muerte.
También en esa entrevista, Berrú hablaba de cariño. De todo lo bueno que había recibido por su participación en Inti Illimani. Y dejaba una frase que hoy, en el momento de su adiós, cobra especial relevancia: "Me siento querido y me siento feliz. Y si me toca morir, me muero feliz".