Un liberal que no olvida su pasado. Más o menos así lucían en general las palabras de Mario Vargas Llosa cuando ayer ofreció su charla sobre liberalismo en el Hotel W. Pasadas las 19.30 horas y tras una larga introducción del empresario Nicolás Ibáñez, el Premio Nobel peruano recordó primero el origen de su libro La llamada de la tribu y en aquel ejercicio fue al inicio de sí mismo en cuanto sujeto político, a su adolescencia.
Convencido del pensamiento liberal en cuanto espejo casi perfecto de la democracia, Vargas Llosa rememoraba el impacto que tuvo en él el libro La noche quedó atrás, del escritor alemán Jan Valtin. "Era un autor alemán, un comunista, que había vivido los horrores del nazismo. De cierta manera ese libro me cambió la vida y me propuse entrar a la universidad para conocer comunistas", decía el autor de La fiesta del chivo.
En el encuentro organizado por La Otra Mirada, con auspicio de La Tercera, el escritor, siempre ameno, también habló de la Revolución Cubana: "En el año 62 trabajaba como periodista para la Radio y Televisión Francesa. Me mandaron a La Habana y debo decir que quedé impresionado. Era la época de la crisis de los misiles, se esperaba una invasión de los Marines en cualquier momento".
Justamente acá empezaron los matices en las palabras del escritor: "Volví a Cuba cinco veces en los años 60 y cada vez me decepcioné más. Primero con el trato a los homosexuales , varios de los cuales creían en la revolución, pero fueron llevados por los Castro a campos de concentración".
"Finalmente -agregó- mi ruptura total vino con el caso de Heberto Padilla, que llegó a ser viceministro de Comercio, pero que al tener algunas palabras críticas con el gobierno fue encarcelado (en 1971) y acusado de ser agente de la CIA, lo que era un disparate".
Vargas Llosa reconoció que tras su decepción con Cuba fue denostado por todos los sectores: "Fui criticado por una izquierda y una derecha que recordaban mi pasado. Este fue mi camino a hacía la liberación, la independencia", dijo, y recordó que políticamente renació en la década que le tocó vivir en Gran Bretaña. "Tuve la suerte de vivir en ese país en los años de gobierno de la señora Margaret Thatcher. Ella fue capaz de recuperar el espíritu creativo de la Revolución Industrial. Muchas veces ella fue caricaturizada", afirmaba el escritor.
El premio Nobel recordó también que la ex primera ministra británica decía que la democracia no tiene que sentir vergüenza frente a los socialismos, y él adhirió a esa idea.
Su conferencia se articuló como una conversación con Axel Kaiser, quien quiso saber qué le parecía mejor: vivir en una dictadura como Cuba o Venezuela o el Chile de Pinochet. El Nobel reprochó la pregunta y dijo: "Todas las dictaduras son malas, peligrosas e inaceptables". Y recibió un sonoro aplauso de la audiencia, entre quienes se encontraban la Primera Dama Cecilia Morel y el Canciller y escritor Roberto Ampuero.
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