Si el currículo acumulado fuese criterio de estelaridad, Gustavo Santaolalla debió haber estado entre los shows de cierre del último Lollapalooza en Santiago, y no en ese set colorido, vibrante pero de escasa audiencia que la banda Bajofondo tuvo la tarde del viernes 16 de marzo, con el más premiado productor latinoamericano a cargo de la guitarra entre otros seis compañeros.

"Me encantó hacerlo. Hacía mucho que no tocábamos juntos, y reunirnos ahí nos sirvió de preámbulo para un concierto que tuvimos el fin de semana pasado con sold out en el Disney Concert Hall, en Los Ángeles, y que estuvo divino", dice el músico al teléfono con Culto desde Ciudad de México, ya con su cabeza y agenda ocupada en otros muchos derroteros, y entre los cuales la publicación de un nuevo disco -el quinto- del grupo de electrotango encuentra también su cupo.

Para Santaolalla (1951, Buenos Aires), 'agenda' es estar ahora fuera de casa hablando de su más reciente título, Raconto (2017), que contiene la regrabación junto a una banda de antiguas canciones suyas. Pero a la vez afinar detalles junto al cineasta Guillermo del Toro y Cirque du Soleil para el traspaso a musical del filme El laberinto del fauno, ocuparse de nuevos encargos de bandas sonoras para películas y series de televisión, afinar la música del videojuego The last of us 2, supervisar el curso de su exportadora de vinos Cielo y Tierra, sus dos editoriales de libros (Retina e Ideoma), y al fin decidir nuevos espacios para su gira Desandando el Camino (con la que, dice, quisiera estar en Chile en septiembre).

Hombre de dos premios Oscar (por los soundtracks de Babel y Secreto en la montaña), dos BAFTA y un Globo de Oro, en 2017, su nombre estuvo el año pasado al menos en los créditos de la música para el documental Eric Clapton: Life in 12 bars y la producción del nuevo disco de Café Tacuba, Jei beibi.

Pero el argentino residente en California no se apura, y prefiere hablar de una cosa a la vez: "Raconto es lo que ahora más me emociona porque ha sido como lanzar mi carrera de solista pero a los 65 años [se ríe]. Es una revisión de mi vida a través de mis canciones, desde las que compuse a los 17 y hasta ahora. Muchas de ellas nunca las había tocado en vivo, y es primera vez que en mi vida armo una banda en torno a mi música. Por eso es un disco fresco, novedoso; para la audiencia, pero también para mí".

- El racconto narrativo al que alude el título recupera escenas de un tiempo pasado. ¿Es usted afín a ese ejercicio?

- No, no miro mucho hacia atrás. Termino un proyecto y miro adelante, al siguiente. Ni vivo ni hago mi carrera a partir de la nostalgia. Pero ahora sí tuve la necesidad de parar y ver cómo llegué acá. Me di cuenta de la atemporalidad de algunas canciones, que incluso las que escribí cuando era un chico suenan muy modernas. Mis paradigmas son los mismos: la búsqueda del ser, de dónde venimos, los misterios de la vida, y todas esas cosas que están en mis canciones desde la más tierna infancia hasta ahora.

- También el lazo con la raíz latinoamericana es evidente en toda su música.

- Claro, toda esa búsqueda de identidad. Ha sido una transición muy reconfortante. Un camino musical que en mi caso como solista no ha sido de tantos hits, pero sí muy gratificante, y que comprueba que aquello del paso del tiempo es en realidad algo muy relativo.

-La primera marca musical en ese trayecto en torno a lo latinoamericano estuvo en Arco Iris, el grupo que Santaolalla largó con 16 años junto a cuatro compañeros y que hoy se instala en las cumbres del pionero rock sudamericano. El ensamble de electricidad y raíz contenía el vuelo libertario y también la incomprensión de la ortodoxia, recuerda el músico, que en esa defensa se cruzó también con chilenos en similar disidencia: "Los únicos que entonces tirábamos aquella onda éramos Los Jaivas en Chile; el Polén, en Perú; los Wara, en Bolivia; y Arco Iris, en Argentina. Éramos de alguna manera resistidos por la 'intelligentsia' del rock, y formábamos una especie de cofradía en una misma búsqueda. Por eso cuando me he cruzado con Los Jaivas, antes y ahora, lo que queda es un cariño enorme".

El lazo de cariño se extiende, asegura Santaolalla, a muchas otras bandas chilenas a las que admira hasta la inspiración: "Siempre he tenido una relación muy linda con Chile y con sus artistas. De allí me inspiro mucho. Ahí está Jorge González, un tipo al que yo adoro y que admiro profundamente. ¿Has sabido cómo es que sigue últimamente?".

Sobre el estado de salud del cantautor chileno, el productor no necesita del resumen completo, y además revela una anécdota desconocida entre ambos: "He estado en bastante comunicación con él, pero sé que esto ha tenido diferentes etapas. ¿Sabes que cuando se hizo este festival para hermanarnos con Chile, El Abrazo [diciembre de 2010, Parque O'Higgins], yo iba a tocar con Jorge? Habíamos armado una versión acústica de "Tren al sur" que era ¡bellísima! Desafortunadamente, como artista que es, Jorge empezó a expresar su visión del show y el estado del país en el escenario y lo cortaron. Nos quedamos sin tocarla, y fue una pena".

- Dice que admira a Jorge González. ¿En qué, exactamente?

- Su integridad. Su compromiso con su pensamiento. Él es un tipo que está totalmente comprometido con sus ideas, y eso por supuesto le ha causado bastantes problemas. Es un tipo que vive la vida 'a full', de una forma intensa, con todos los riesgos que eso implica. Pero sobre todo es un gran compositor; un súper referente poético y musical. Pienso yo que quizás no es totalmente apreciado como debería ser, lo digo al menos por lo que sucede en Argentina. Pero siempre el tiempo corrige todo, y no me cabe duda que eso también va a ocurrir con Jorge. Todo eso que hizo con la cumbia electrónica, ¡fue totalmente precursor! Lo hizo muchísimos años antes de todo el boom que vino después. Antes que nadie. Es un tipo visionario, de una envergadura gigante. Es un grande en serio.

Aliados ambos en 1989 en estudio para el eterno disco Corazones, Santaolalla mide la impronta de su sociedad cada vez que sale de noche por lugares juveniles de Los Angeles, "y al menos una vez va a sonar "Tren al sur" o "Estrechez de corazón, ¿eh? Hasta hoy. Ese disco es un clasicazo, totalmente atemporal".

Es semana de promoción en México, y Santaolalla puede tener su mente en infinidad de solicitudes. No quiere colgar con Chile sin primero dejar otra marca de su atención a la música de nuestro país: "Decíme, por favor, ¿cómo es que sigue Álvaro Henríquez? Hay un músico al que yo adoro, muy influyente para mí, David Crosby, y él tuvo un trasplante de hígado hace ya más de veinte años. Y está ahí, bien, bárbaro, este año hizo dos discos. Álvaro debe ser Peter Pan al lado de todos los excesos de Crosby, y entonces yo espero y confío en que lo suyo va a estar aun mejor. Y va a seguir haciendo canciones".