La historia comienza con Edward Malone, un periodista de un pequeño periódico que busca una gran historia. Su editor decide enviarlo a entrevistar al Profesor Challenger, un científico docto en antropología y medicina que suele tener malas relaciones con quienes intentan entrevistarlo. La razón, es que él postula la existencia de dinosaurios en Sudamérica lo cuál, lógicamente, es puesto en duda.
Malone no corre la misma suerte que los otros periodistas, de hecho, lo invita a su expedición a la selva amazónica para que vea con sus propios ojos que lo que plantea es cierto.
Esta es la premisa de Mundo Perdido, novela publicada en 1912, pocos años antes que Conan Doyle buscara un final para Sherlock Holmes. A diferencia del hombre que practica el arte de la deducción desde el ostracismo, el Profesor Challenger se caracteriza por ser más bien temperamental, agresivo y avasallador. "El cerebro de un genio en el cuerpo de un hombre de las cavernas", según lo describió Doyle.
La fuente de inspiración de Doyle fueron dos personajes famosos en la época: su amigo el explorador Percy Fawcett y el profesor de fisiología William Rutherford, quien le hizo clases en la Universidad de Edimburgo cuando estudió medicina.
En la ficción, Challenger nació en 1863 en la ciudad escocesa Largs y estudió en la Universidad de Edimburgo. Fue ayudante del Museo Británico, y posteriormente, ayudante conservador del departamento de Antropología Comparada. Se convirtió en docente en zoología para luego presidir el Instituto de zoología de Londres, donde adquirió fama por sus descubrimientos.
"El profesor Challenger es todo lo inteligente que se puede ser, una batería de energía y de vitalidad a plena carga, pero es también un chiflado, pendenciero e impertinente, y además un hombre sin escrúpulos", lo describe Malone en Mundo Perdido.
Fueron dos las novelas -además de El mundo perdido- protagonizadas por el Profesor Challenger: El cinturón venenoso (1913) y La tierra de la niebla (1928); y dos historias cortas: Cuando la tierra gritó (1928) y La máquina de desintegración (1929).