Graduación: cómo ser un buen padre
La nueva película de Cristian Mungiu (1968), el director rumano que ganó el Festival de Cannes con 4 meses, 3 semanas, 2 días (2007), es un registro volcánico y arrebatador en la rutina de un pobre diablo atrapado entre la mediocridad personal y la pública.
El doctor Romeo Aldea (Adrian Titieni) quiere lo mejor para su hija Eliza (Maria Dragus). Esto incluye pasar el examen final del colegio con notas de excelencia y poder estudiar una buena carrera en Gran Bretaña. Con un matrimonio en bancarrota y una carrera profesional algo estancada en un sistema sin meritocracia, Romeo se proyecta, como todos los padres del mundo, en su pequeña. Para ella, lo mejor.
La nueva película de Cristian Mungiu (1968), el director rumano que ganó el Festival de Cannes con 4 meses, 3 semanas, 2 días (2007), es un registro volcánico y arrebatador en la rutina de un pobre diablo atrapado entre la mediocridad personal y la pública. El talento para registrar la puerilidad cotidiana fue una gran virtud en la literatura rusa del siglo XIX (las historias de Gogol, Chéjov y Dostoievski están llenas de dramas de empleados de la burocracia zarista) y en nuestros días el cine rumano parece haber heredado aquella tradición. Basta citar los ejemplos de La muerte del señor Lazarescu (2005) de Cristi Puiu o de Policía, adjetivo (2009) de Corneliu Porumboiu, ambas premiadas en Cannes.
Cristian Mungiu ha venido haciendo esto desde siempre. Su olfato es único, y si en 4 meses, 3 semanas, 2 días recreó el caso de un aborto imposible en la Rumania del dictador Nicolae Ceaușescu, en Graduación indaga en las limitaciones de quien cree ser mejor que sus pares, pero es tan corruptible como cualquiera.
Cuando Eliza es víctima de un intento de violación poco antes del examen, el doctor Aldea se autoconvence de que la muchacha puede fallar en el test y de paso tirar su futuro en Londres por la borda. Para asegurarse, el buen padre intenta sobornar a las autoridades de la gris ciudad en la que vive. Antes, sin embargo, tendrá que conversar la artimaña con su hija Eliza. ¿Está ella dispuesta a participar en tal entuerto para lograr un esplendoroso porvenir profesional? ¿Ser un buen padre significa abjurar del honor propio para garantizar un supuesto bienestar a la única hija? Estas preguntas y muchas más son formuladas durante Graduación con una fuerza en ascenso, galopante, como un tornado que tarde o temprano llegará a la vida del doctor y a esta triste y opaca ciudad de Transilvania
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