UNO. Cada cierto tiempo aparece una artista que lee el momento, cambia de lente y te invita a observar la realidad con canciones imborrables. En plena era reality Lady Gaga dijo en perfecto pop que todos podíamos creernos famosos, presagiando el hedonismo y la vanidad desatada en redes sociales. Father John Misty, que al igual que Gaga tiene otro nombre y le ha tomado tiempo definir un personaje, entona emotivo en We're Only People (And There's Not Much Anyone Can Do About That), último corte de su flamante álbum God's Favorite Customer, unos versos que dan de lleno en esta época de altos estándares morales desde tribunas virtuales, y los clamores de nuevas generaciones exigiendo tolerancia, atentas a lapidar las disidencias: "Gente, ¿cuál es el problema? / Has sido herido / Y he sido herido / Pero, ¿qué hacemos ahora? / Gente, solo somos personas".
DOS. Nacido como Joshua Tillman hace 37 años en Rockville, Maryland, EE.UU., escogió llamarse Father John Misty sin más razón que lo bien que suena. Criado en un ambiente de marcada religiosidad donde todo era pecado y educado en un colegio pentecostal, fue un virgen en música popular hasta los 17. Incluso pensó en dedicar su vida al evangelio pero desechó rápidamente la idea. "Por cinco minutos quise ser pastor juvenil. Entonces recordé que odio a los niños y no creo en Dios".
TRES. Por estos días la prensa desbordada en merecidos elogios por el nuevo álbum, lo compara con Pablo Picasso, John Lennon, Leonard Cohen, Elton John, Harry Nilsson y David Bowie. Ni idea del link a Picasso, pero de los restantes ha tomado nota ya sea en rúbrica vocal -oscila entre Sir Elton, Nilsson y algo de Lennon solista- y, al igual que Bowie, le costó trabajo, discos insulsos y años encontrar un rol protagónico convincente.
CUATRO. Father John Misty tiene facha hipster de catálogo -alto, barba, traje y cabello hacia atrás-, pero suma un toque de rocanrol y resaca a su imagen que los hipster evitan, alérgicos por ADN al desmadre. Ha contado que este disco refleja una crisis existencial y matrimonial - "mi vida estalló"-, que lo tuvo viviendo dos meses en un hotel lejos de su esposa Emma. Ese hombre con glamour de galán con el corazón hecho trizas enterró al desgarbado J. Tillman, su encarnación artística de la década pasada, de éxito escurridizo y aspecto de cantante de protesta post Woodstock con más lana que flores. Esa precuela incluye nada menos que ocho álbumes de folk con voz susurrante y crepuscular, un tono muy distinto a la expresividad de ahora, publicaciones gratas pero difíciles de retener. Algunos de esos discos contienen solo bocetos de canciones potencialmente buenas, un compositor en ciernes, una larva que demoraría en desplegar alas.
CINCO. Es probable que la valoración del concepto de banda y los arreglos distinguibles en sus últimos discos, provengan de su estadía como batero en Fleet Foxes, donde grabó Helplessness Blues (2011). Transfigurado en Father John Misty desde 2012, no fue hasta tres años más tarde con I Love You, Honeybear (2015) que dio con la arquitectura musical que le transformó en estrella, un soft rock profundamente emotivo y primorosamente arreglado que también encaja en la casilla Americana. La banda acompañante en vivo y que parece parte del casting de The Blues Brothers -debiera ser la misma para el debut en Santiago el 1 de septiembre en Espacio Riesco-, suma una sección de vientos y cuerdas timbrando majestuosidad a melodías y letras de un romanticismo profundo y a la vez realista. Está muy enamorado, sin embargo se pregunta cuánto dura.
SEIS. Father John Misty tiene una llave generacional entre manos. Encanta y enamora al público millenial, como también la calidad de su material puede conseguir la atención de una audiencia de cuarenta hacia arriba, la gente que vivió la adolescencia cuando Elton John estaba de moda. En medio de un pop dominado por voces procesadas, ritmos tribales y equipos de producción semejantes al directorio de una empresa, Father John Misty asoma sencillo, atemporal y clásico instantáneo. Compone desde las entrañas tras una búsqueda de largo recorrido. Lo suyo no es casualidad ni calentura periodística. Tuvo que enterrar a un hombre para reconvertirse en otro.