Dziga Vertov, seudónimo de Dionisius Arkadievitch Kaufman (1896-1954), parió en 1929 una obra clave en la historia del cine, aun si tal cosa no fue evidente en su minuto. El hombre de la cámara dio vida a su idea del "cine-ojo", sostenida en "un estudio científico-experimental del mundo visible" que muestra calles, edificios, objetos, personas, habitaciones, corredores, fábricas y vehículos en tres ciudades de la URSS.
En su tiempo, este ejercicio de vanguardia no fue útil para el régimen comunista, mientras John Grierson, Paul Rotha y otros documentalistas pioneros lo subestimaron con sorna. Pero su fama, que nunca desaparació del todo, reasomaría con fuerza en el siglo siguiente.
En 2012, y en un hecho inédito, El hombre de la cámara llegó al octavo lugar en la encuesta que una vez por década dedica la revista Sight & Sound a los mejores filmes de la historia. Y dos años más tarde, la primera encuesta que la publicación inglesa dedicó a los documentales, la ungió como la mejor no ficción de todas.
Transcurrido un siglo desde que el realizador nacido en Bialystock (actual Polonia) se iniciara en el cine, aún hay más obras por conocer. Nada menos que 22 de los 23 capítulos de la serie Kino-Pravda ("Cine-Verdad"), noticiarios fílmicos realizados entre 1922 y 1925, fueron rescatados, digitalizados y puestos en la web a disposición de cinéfilos y académicos del mundo entero por el Museo Austríaco del Cine (vertov.filmmuseum.at/en), acaso la institución que más ha ahondado en el legado del cineasta soviético.
Estos filmes, cuya duración fluctúa entre los 6 y los 35 minutos cada uno, figuraban como inencontrables para decenas de críticos y estudiosos que por décadas han publicado biografías y monografías en torno al cineasta soviético. Ahora es posible verlas y constatar que, no estando a la altura estética de El hombre..., ni teniendo cómo, son documentos de gran valor histórico, particularmente cuando aún pueden percibirse los ecos del centenario de la Revolución de Octubre (1917).
Presente histórico
Como pocos en la historia del cine, Vertov apuntó a un maridaje entre vanguardia artística y vanguardia política. Su línea de trabajo, apuntan Joaquim Romaguera y Homero Alsina en Textos y manifiestos del cine, "fue muy personal, porque postulaba un tratamiento cinematográfico de la realidad inmediata, llevando esa intención al nivel de toda una doctrina estética".
Vertov, que al igual que su compatriota Serguei Eisenstein teorizó ampliamente sobre su arte, se vio a sí mismo como alguien distinto de un mero cineasta. En 1919 escribió: "Nos llamamos los kinoks para distinguirnos de los 'cineastas', hatajo de tahúres que apenas logran encubrir sus antiguallas".
Con la experiencia de haber trabajado en el primer noticiario cinematográfico del nuevo régimen, Kino-Nedelia ("Cine-Semana", 1918-1919), Vertov consideró que este no se distinguía de los noticiarios tradicionales. Y que Kino-Pravda impuso una diferencia. Tanto así, que en 1924 denunció que el noticiario número 14 (enero de 1923, consagrado al IV Congreso de la Internacional Comunista) se ganó la incomprensión y la reprobación de sus propios amigos, y que la censura oficial "lo autorizó cortando más de la la mitad, lo que equivalía a destrozarlo".
De las ocurrencias en el montaje a los planos exhibidos "cabeza abajo", las audacias formales fueron parte de una propuesta que jugaba en contra de las convenciones. De lo que Vertov llamaba "el cine artístico". El cruce entre las convicciones propagandísticas y el ideario estético dio a luz un resultado único, que en retrospectiva puede resultar más llamativo e históricamente valioso que en su propio tiempo.
Tómese como ejemplo el número 13 (noviembre de 1923). El noticiario trata del quinto aniversario de la revolución. Debilitado en su salud, Lenin no participa de los actos conmemorativos, aún si su figura sale a relucir con insertos de años anteriores. Quien aparece, y mucho, es León Trotski: el comandante del Ejército Rojo asoma casi como el líder de facto, mientras Josef Stalin, que asumiría el poder tras la muerte de Lenin (1924), ni siquiera figura.
Se trate ya de accidentes de tránsito, de la hambruna que acabó por esos años con millones de vidas, o del juicio seguido a los miembros del Partido Social-Revolucionario (iluminador de la "justicia popular" del nuevo régimen), Kino-Pravda ilustra y documenta al espectador de modos impensados. Disponible con subtítulos en inglés, no se acompaña de música alguna, pero sí del peso de la historia.