Era 1952 y Ray Douglas Bradbury aún no se convertía en Ray Bradbury. En ese entonces todavía era un escritor de ciencia ficción que había preferido pasar cuatro años vendiendo diarios antes de ir a la universidad. De vez en cuando lo publicaban en revistas de ciencia ficción de baja tirada que (con suerte) se leían fuera de Los Ángeles, donde el autor vivía entonces. Entre sus últimos proyectos Bradbury tenía un cuento sobre un departamento de bomberos que va de casa en casa iniciando fuegos. La había escrito en una tarde inspirada. Aunque la historia daba para más. Así que Bradbury pasó nueve días seguidos yendo a la biblioteca pública de la Universidad de California, Los Ángeles. Usaba una de las tantas máquinas para escribir disponibles en un sótano. Usar éstas costaba diez centavos por media hora, así que la escritura, a ratos, era apresurada. Cuando necesitaba inspiración, Bradbury caminaba por los interminables estantes con libros, diccionarios, enciclopedias y más volúmenes de libros, parte de la colección de la Universidad de California.
Así, entonces, nació la idea de que los bomberos no solo iniciaran fuegos, sino que quemaran libros.
Bradbury se demoró nueve días y el primer manuscrito apenas tenía 25.000 palabras. La novela, llamada El bombero, fue rechazada por varias editoriales. Hasta que finalmente se publicó en 1953 bajo el título Fahrenheit 451 (en referencia a la temperatura a la cual el papel de libro se quema). Su popularidad fue inmediata. La editorial puso a la venta doscientas copias para fanáticos, hechas de asbestos, perfecta para incendiar; y un año más tarde, en 1954, vendría un paso más hacia su popularización: la revista Playboy serializaría Fahrenheit 451, lo cual atraería más y más lectores.
Así nació uno de los clásicos no solo de la ciencia ficción, sino de la literatura mundial. En las páginas de Fahrenheit 451 conocemos a Guy Montag, un bombero encargado de quemar los libros por orden del gobierno. No sabemos en qué año estamos, pero sí que es el futuro. Un futuro en el cual se busca no incomodar a la gente: "Si no quieres que un hombre sea infeliz políticamente, no le des las dos caras a una pregunta para preocuparlo, déjale. Mejor aún, no le des ninguna", como le dice el capitán John Beatty, su jefe, a Montagne.
Pero de a poco Montag comienza a dudar. "Anoche pensé en todo el queroseno que he usado en los últimos diez años. Y pensé en los libros. Y por primera vez me di cuenta de que había un hombre detrás de cada uno de los libros", le cuenta a su esposa. En un momento Montag no aguanta más y comienza a leer uno de los títulos que debería haber quemado. Así comienza a darse cuenta de la realidad que lo rodea, de la infelicidad en la que está inmerso. "¿No se supone que los bomberos deben ayudar a evitar los incendios en vez de ponerlos en marcha?", se pregunta Montag en un momento de la novela. Y su jefe, páginas más adelante, le explica el porqué tras la quema de libros: "No nacimos iguales, así que el fuego nos tiene que hacer a todos iguales".
En algún momento de Fahrenheit 451 Montag se da cuenta que no está solo: en alguna parte hay otros y otras que también se hacen preguntas similares. Grupos secretos que se aprenden libros de memoria, que esconden literatura en sus casas, y que por lo tanto corren el peligro de ser atrapados y condenados con la incineración de sus libros.
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En 1966 François Truffaut convirtió Fahrenheit 451 en un colorido festín cinematográfico: fue la primera adaptación de la novela. Y si bien no es de las mejores cintas del director francés, sí significó una actualización de la obra de Bradbury. "Hace tres años, el concepto de Fahrenheit 451 era el de una película de ciencia ficción, ambientada en el futuro y respaldada por inventos y artilugios, etc. Ahora que hemos tenido James Bond, el arte pop y hasta Godard, me iré un poco por la tangente".
Hoy esa primera adaptación parece un cruce pop entre el Batman de Adam West y El dormilón, la comedia ciencia ficción de Woody Allen. Si bien a ratos la película de Truffaut destaca por su estética, la mayor parte del tiempo se desvía demasiado del núcleo de la novela de Bradbury. Los personajes no parecen tan en conflicto con la tarea que conlleva quemar libros.
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Fue por esos mismos años en que en América Latina y España se publicó por primera vez esta novela. El culpable de traducirla y editarla fue el famoso editor Francisco "Paco" Porrúa, quien a veces traducía con seudónimos (de hecho, la traducción de Fahrenheit 451 está a cargo de uno de sus heterónimos: Francisco Abelenda). Porrúa estaba a cargo de la hoy legendaria editorial Minotauro, donde también otros autores del género serían editados: (Philip K. Dick, James Ballard). Y según él, todo nació al escuchar, por primera vez, sobre Bradbury en una revista de filosofía publicada por Jean-Paul Sartre.
"Un día me encontré con un artículo que se llamaba algo así como '¿Qué es la ciencia ficción?'", le contó Porrúa un poco antes de morir a Página 12; "y allí se mencionaba a un escritor norteamericano de apellido Bradbury. Entonces fui a una librería a la que iba habitualmente, conseguí un libro suyo en inglés y eso fue lo primero que leí de la ciencia ficción moderna".
Parrúa no solo publicaría la primera edición de Fahrenheit 451, sino también Crónicas marcianas y otros libros de Bradbury. La ciencia ficción, en todo caso, sería el comienzo de un editor que tiempo después ayudaría con la publicación de dos de los libros más importantes para la literatura latinoamericana: Cien años de soledad y Rayuela.
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Más de cincuenta años, HBO decidió desempolvar los derechos de la novela y la convirtió en una película para la televisión. Y esta vez, además, puso a un afroamericano, Michael B. Jordan (Creed), como Guy Montag. A su vez, el capitán John Beatty es interpretado por Michael Shannon (La forma del agua), quien en algún momento duda sobre su pupilo: Montag nunca ha visto un libro. En toda su vida. Y por eso el momento en que finalmente tiene uno en sus manos (en la adaptación de HBO es Memorias del subsuelo de Fedor Dostoyesvski), sabe que algo pasará.
Con una trama a primeras sencilla, Fahrenheit 451 es una historia que se expande hacia varios otros temas. El principal es sobre el precio que una sociedad está dispuesta a pagar para estar segura. Hasta qué nivel estamos dispuestos a llegar con tal de no molestar a la gente. Según el gobierno en Fahrenheit 451, leer impide ser felices a los seres humanos porque llena de angustia y preguntas; más que responder preguntas, los libros en general las expanden. Y ese es el gran problema. "Debes entender que nuestra civilización es tan vasta que no podemos tener a nuestras minorías molestas y agitadas", dice Beatty.
"Se trataba de cómo los humanos comenzamos quemando libros y terminamos quemando personas", dice Neil Gaiman en la edición aniversario (60 años) publicada en el mundo anglo.
Otro tema que Fahrenheit 451 toca es la utilidad misma de los libros y la forma en que transportamos el conocimiento entre las diversas generaciones de seres humanos. Porque en esta novela Bradbury se adelantó a varias cosas: entre esas, las televisiones de pantalla plana; los iPod y los iPhone; y los cajeros automáticos. Nada de eso existía cuando se publicó Fahrenheit 451 en 1953. "No predigo futuros", dijo Bradbury, "los prevengo".
"Uno de los aspectos característicos de nuestro tiempo es que le tememos al futuro. Tememos los poderes que puede desencadenar la ciencia", dice Montag hacia las últimas páginas de Fahrenheit 451. Una de las nuevas lecturas que hoy permite esta novela es sobre internet: con éste, de alguna manera, los libros pierden presencia. Actualmente se puede leer resúmenes en Wikipedia sobre las grandes obras literarias. O incluso en Youtube hay gente que cuenta la trama e idea de clásicos de la literatura y filosofía: "Los libros eran solo un tipo de receptáculo donde almacenamos muchas cosas que temíamos que pudiéramos olvidar", le dice Beatty a Montag. "No hay nada mágico en ellas, en absoluto".
"Ahora que estamos en medio de una nueva ola de tecnologías de medios innovadores, es hora de volver a leer este clásico", escribió la autora canadiense y Margaret Atwood sobre Fahrenheit 451: "Porque este libro nos ayuda a plantearnos estas dos siguientes y eternas preguntas: ¿Qué tipo de sociedad somos y qué tipo de sociedad aspiramos a ser?".