Un puñado de chilenos llegó esa noche, el 10 de octubre de 2017, al Allianz Parque, coloso de São Paulo. Tras el pitazo final, los que no lloraban, se tapaban los ojos tratando de gambetear la tristeza: lo que minutos atrás acababa de ocurrir no podía ser real. La Roja, actual bicampeona de América, la de Alexis y Vidal, unos cuantos meses antes digna finalista de la Copa Confederaciones, se había quedado sin Mundial. En Algarrobo, Roberto Meléndez, protagonizaba una escena calcada: él y sus amigos, tristes, con lágrimas en los ojos, buscaban una respuesta.
El encuentro con el creador de Barrio Bravo se produce en Luciano K, el hotel de calle Merced que lo aloja mientras promociona su último libro: Barrio Bravo Mundial. Han pasado largos ocho meses desde el "mazazo" que implicó la eliminación. Y, cuenta Roberto, mientras sube con dirección a la terraza, la herida aún no cierra. De pronto, "el ascensor más antiguo del mundo", como lo describe, se detiene de golpe. "Hasta aquí llegó la carrera de Barrio Bravo y la del joven periodista de Culto", dice, medio en broma medio en serio. Un par de minutos después, extinto el miedo, se relaja en una de las mesas para hablar sobre su más reciente proyecto y, por supuesto, sobre la pelotita.
—Fue una farra lo que pasó con la selección chilena —reflexiona Meléndez, mientras La Roja, a esa misma hora, oficia como sparring de Polonia y Lewandowski—. Teníamos un plantel, un once si se quiere, para estar cómodamente en Rusia y competir. Siento que hubo relajo, una sensación de que ya estábamos. Y eso fue un gran error, porque si hubo algo que constituyó a este equipo fue el trabajo: sacarse la cresta en los entrenamientos. Una vez que se tuvo el nombre en el mundo, se pecó un poco de soberbia. Todos: el ambiente también. Y Barrio Bravo también.
—¿Barrio Bravo pecó de soberbia?
—Yo creía que estábamos listos también. Cuando Chile le gana a Uruguay, pensé que estábamos. Y en Sudamérica los partidos hay que jugarlos. Yo contaba con los puntos contra Paraguay, o con un punto en Bolivia, pero no se dieron. Fue una bofetada que nos dio la cancha. Hubo mucha propotencia de ir a buscar los puntos por fuera [frente a Bolivia]. Barrio Bravo, en ese sentido, también se hizo parte de creer que en un momento estábamos listos y, probablemente, pude haber sido un poco más crítico del juego de la selección. Fui muy optimista. Y yo sé que lo que hago tiene influencia, que muchos jugadores lo leen.
—¿Te leen jugadores de la selección?
—Cuando escribo no estoy pensando en los jugadores, estoy pensando en los hinchas. Y, bueno, si lo leen o no, te lo digo súper sinceramente, me da lo mismo. Pero sí, hay muchos jugadores que leen Barrio Bravo, es un sitio bien conocido. Eso también me genera responsabilidad y, en ese momento, debí haber sido más crítico. Ahora, me siento muy orgulloso de que los jugadores también se sientan interpretados por lo que hago. Es una buena validación y legitimidad: que ellos, a través de la lectura, sientan la pulsión del juego y también vean el aspecto humano, la emotividad y la comedia, es bacán.
—¿Peligró la publicación de este nuevo libro tras la eliminación?
—No, nunca peligró. Pudo haberse modificado: perfectamente pude haber hecho Barrio Bravo II, con otro subtítulo. Comercialmente hubiese sido un acierto. Pero, primero, soy muy futbolero y un hito como el Mundial va más allá de Chile. Entonces dije: 'No te pongái hueón, Roberto, piensa con el corazón'. Y sí, era un desafío bonito. Cuando hice el primer libro dije 'quiero tener un libro de mundiales'. En este caso, es un libro de mundiales chasconeado, porque aparecen partidos de barrio también. Pero mi idea era hacerlo y también ver si aún, con todo en contra por no estar en el Mundial, el libro respondía bien.
—Hacer un libro sobre el Mundial era entonces un desafío...
—Sí, uno súper grande. Cuando lo entregué y hablé con la editorial, no sabía cómo lo iban a tomar, qué ubicación iban a darle, si iban a confiar o no. Y confiaron. Lo leyeron, les gustó y ahí está, en las librerías de todo Santiago. Estoy súper agradecido, sobre todo ahora que Facebook cambió la política de alcance. Ahora tengo un alcance de 50 mil por texto..., antes era de 150 mil, promedio. Estoy compitiendo a media máquina, porque lo que hace que el libro se venda es mi participación en redes sociales y, aun así, la gente está respondiendo. Porque Barrio Bravo es una lectura que le agrada, eso es bonito.
—¿Y cómo elegiste tus historias? No se ven hitos de Mundiales como el "Maracanazo", o historias sobre Pelé, por ejemplo...
—La verdad es que éste no va a ser mi último libro del Mundial. Y para esos textos, que son los más fuertes, quiero tener más años para hacerlos. Quiero ser un mejor escritor todavía: son hitos que necesitan una pluma aún más sofisticada. Ahora escribí lo que más me apasionaba. No quería sólo cumplir: a mí me involucraba mucho más lo de Pochettino, lo del 'Hoyito patá'... la historia de Suárez, lo de Maradona desde la perspectiva de que le cortaron las piernas. No quería hacer un libro fundacional, quería hacer un libro del Mundial que lo pudiera leer cualquier persona, futbolero o no.
—En la historia del penal de Carlos Caszely en 1982, ¿cuál era tu idea al plasmarlo desde la pasión de una monja?
—Ése es el hit, la joya del libro. Lo que quería mostrar era que el fútbol no tiene ningún tipo de barrera: le puede gustar a cualquier persona, en cualquier contexto. En 1982 la sintonía de las mujeres con el fútbol era aún menor. Desde los hábitos, desde el contexto de un colegio cuico, ver este penal, ver salir el lado salvaje que tiene poco de la prudencia que brinda este otro oficio, me parecía un acierto. Aparte la historia es real. Ficcioné, pero la base es real: me la contó la dueña de Qué Leo Valdivia. Entonces, cuando me dije '¿cómo cuento el penal de Caszely?', estaba esta otra idea. ¿Habrá otro cuento de fútbol que esté en ese contexto?
—El año pasado me dijiste que uno de tus grandes errores fue no incluir "Hoyito patá". Ahora te diste el gustito…
—Sí, me dije: ahora tengo que hacerlo. Le metí un chamuyo, donde le agregué una frase del Mundial para contextualizar simplemente. Pero para mí es muy representativo de nuestras costumbres, es totalmente incorrecto: es pegarle patás a un hueón. Entonces, escribir eso, casi desde la comedia, desde cagarnos de la risa porque le queríamos pegar a un hueón muy soberbio, pasao a caca..., es ese tipo de texto que no está en los libros, pero ¿por qué no? También es parte de lo que sentimos y eso es lo que tiene que representar un libro: las manifestaciones de cómo somos, no las políticamente correctas.
No escucho y sigo
Tras el éxito que significó Barrio Bravo: ¿por qué amamos la pelota?, con su segundo ejemplar Roberto Meléndez busca la consolidación. Sus motivaciones no son las mismas: hace un año, en entrevista con Culto, el escritor aseguraba gustar de la adrenalina, "estar expuesto a que te hicieran mierda". Hoy, sin embargo, busca sofisticar su producto, sin perder la fórmula que lo convirtió en un hit: el texto sencillo, la cancha de tierra, historias desde la comedia y la épica. "Lo que quiero es que el lector vaya creciendo conmigo. Un bonito desafío es tratar de avanzar hacia una mejor calidad y convencerlos", sostiene.
—¿Cómo manejas el éxito?
—El éxito lo que trae es una legitimidad mucho mayor, pero también enemigos. Y de una manera muy injusta, porque una cosa es que no te guste lo que haga Barrio Bravo, y otra cosa es atacar al individuo.
—¿Y cómo enfrentas esas situaciones?
—Al principio me costaba. No estaba acostumbrado. Me llegaban mensajes y me dolía. Pero ya lo normalizo y voy para adelante: soy feliz con lo que hago.
—¿Cuál es el tipo de crítica que te hacen?
—Exceso de épica, cosas así. Pero es un género literario..., entonces es criticar al género, no me estái criticando a mí.
En agosto de 2017, Juan Cristóbal Guarello publicó en La Tercera la columna titulada "Épica literaria", donde sostenía que, en la actualidad, los textos sobre fútbol "siempre llegan al mismo destino: la sumisión chillona ante el ídolo, el gol, el partido, el himno, la camiseta. Casi una literatura del aguante. O, al revés, el aguante disfrazado de literatura".
"No puedo pensar en nada más aburrido que una biografía de Josep Guardiola o Pipa Higuaín. Tampoco esos cuentos de fútbol de barrio o partidos de tercera división, donde se intenta hacer la metáfora de la vida a través del fútbol. Como si fuera la gran novedad. Además, tan serias y grandilocuentes. Qué es eso de darle solemnidad de guerra helénica a un partido en cancha de tierra", se leía en otro fragmento.
—¿Sentiste que la columna de Guarello iba dirigida a ti?
—A mí me parece que, en la oportunidad en la que la hizo, iba dirigida hacia mí. Pero él mismo en la columna pone que no leyó los libros que está criticando, así que no le tomé sentido. Obviamente la voz de Guarello es muy importante, muy influyente. Y me hizo daño.
—¿Te hizo daño?
—No personalmente. Pero hizo mucho daño. Construyó el discurso de la crítica, le dio lenguaje a la crítica. Pero lo que yo hago es más fuerte que eso: está mi pasión en juego y el gusto de miles. Tampoco me creo el superautor que lo hizo todo, entonces sé que tengo que seguir trabajando. Por más descarnada que sea la crítica, la leo, la dimensiono, la digiero, trato de sacar lo mejor independiente de las palabras que hayan usado, y pa' adelante: esto es lo que yo amo. Las ambiciones se sostienen a partir de la humildad: seguir sacándome la cresta.
Barrio Bravo Mundial
Roberto se entusiasma cuando habla de la máxima cita. Cree que la Copa del Mundo es la oportunidad ideal para volver al punto de partida: "Quiero volver al Barrio Bravo original, conectarme con los seguidores". Se propone, en ese sentido, escribir varias veces al día y estar más presente en las redes sociales, como antes. "Voy a tratar de que lo pasemos bien con todos los que siguen la página, vivir el Mundial, sentirlo y cagarnos de la risa", asegura.
Quiere que el trofeo vuelva a Sudamérica, aunque confiesa que le asusta la idea de que la gane Argentina: "No sé cómo serían cuatro años con ESPN y Fox Sports campeones del mundo. Me acuerdo cuando eran finalistas del mundo y campeones de Copa América, y era increíble lo petulantes que eran". Sin embargo, como admirador de Messi, admite que le gustaría algún día verlo dando la vuelta.
—¿Quién es tu favorito para ganar el Mundial?
—Brasil y Alemania. Me dejó dudas la lista de Lopetegui en España. Francia es un equipo muy joven, aunque el jugador que yo voy a observar es [Kylian] Mbappé. Y, bueno, hay que ver a la Argentina de Sampaoli, poh. Ver qué pasa con ese canalla, jajajá.
—¿Y Uruguay? Es una selección muy ligada a la historia de Barrio Bravo.
—Lo paso bien con Uruguay, representa el barrio mismo y la cultura pelotera. Su gente es muy amable, pero en un partido de fútbol son salvajes. Lo más bacán que tienen es que, desde la carencia, son competitivos. No están alegando por grandes estadios, buenas canchas, presupuestos millonarios: juegan a la pelota porque les encanta, porque es su pasión. Son agrandados. Es una selección entretenida y muy literaria.
A jugar la Champions
El segundo libro de Barrio Bravo es el primero de una serie de proyectos que, advierte Meléndez, pronto verán la luz. Sin ir más lejos, confiesa que uno de sus relatos más famosos, La Gran Carepato, que protagoniza el Jota, pronto se convertirá en un corto. "Si le va bien, queremos hacer una serie. ¿Por qué no llegar a Netflix? Agrandado siempre", comenta, entre risas. Asimismo, cuenta que con la compañía Fuera de Lugar trabajan en una obra de teatro para el próximo año.
Pero el gran golpe en la carrera de Roberto Meléndez comenzó a gestarse recién hace un par de meses: lo vinieron a buscar desde Barcelona.
—¿Habrá un Barrio Bravo español?
—Sí, es el gran desafío. Lo tengo que entregar el 31 de octubre. Voy a hacer una selección de capítulos, y escribiré unos tres o cuatro capítulos para España, para meter el gol. Voy a hacerlo con Roca, el sello más importante en Hispanoamérica. Es la primera vez que un escritor chileno llega ahí, así que estoy muy orgulloso y siento una gran responsabilidad.
—¿Cómo surgió esta posibilidad?
—El editor, que viene siempre a Chile, leyó los dos Barrio Bravo: el primero le pareció encantador, pero el segundo lo dejó pa' la cagá. Y tomó la decisión de hacer un Barrio Bravo en España. Yo no lo podía creer. ¿Tan luego..., y en España? Otro nivel. Voy con toda la ilusión a competir. Si se da el éxito de Barrio Bravo en España, va a ser un éxito de todos nosotros.
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