En los últimos meses, la agenda del cineasta Nicolás López semeja una cartografía donde se trazan planes de conquista en diversas latitudes, estrenos a corto y largo plazo en varios idiomas, el acomodo de sus historias de inspiración cotidiana a las distintas idiosincrasias que empiezan a conocer sus películas.
Sin filtro, su cinta más exitosa en Chile, que en 2016 llevó cerca de un millón 300 mil personas a las salas, ya estrenó remakes en México y España, mientras que el 5 de julio llega la versión argentina, rebautizada como Re loca y protagonizada por Natalia Oreiro y Diego Torres, a la espera de las ediciones que se preparan en Panamá, EE.UU., Francia y Turquía. Hazlo como hombre, el filme más visto en México el año pasado y que aborda la homofobia, ya amarró la llegada de su versión chilena para enero de 2019, con un elenco encabezado por Paz Bascuñán, Marcial Tagle, Boris Quercia y Javiera Contador. El pasado viernes, también en México, se estrenó el largometraje de terror El habitante, donde oficia de productor a través de su compañía, Sobras, esa marca que lo ha consolidado como el director chileno más taquillero de la década.
Pero cuando se habla del buen momento internacional del cine chileno, se cita el trabajo de los Larraín o el Oscar de Una mujer fantástica, pero lo suyo se relega a un segundo plano. ¿Lo considera injusto?
Son cosas que van por lados distintos. Es fabuloso todo lo que está pasando con Lelio, con Pablo. Para mí, lo importante es tener la libertad de contar las historias que quiero contar, y que el público las vaya a ver y se sienta identificado con ellas. El premio real para mí es que las películas conecten. Cada película es extremadamente distinta, porque sí habláramos de que hay un problema en el cine nacional, tiene que ver con las películas comerciales, donde muchas veces el público es más esquivo. Ahí está el problema.
La prolífica escalada de López en otros mercados también coincide con otro salto en su trayectoria. Mucho menos público, muchísimo más privado, pero que irrumpe cuando se escuchan sus respuestas, más moderadas, un pelín más reflexivas y domesticadas, intentando tomar distancia de la dinamita, el disparate o el exabrupto que caracterizaron durante años sus entrevistas y su figura. López, al menos lo que se puede leer en una conversación telefónica, ha cambiado la bravuconada por un carácter de envoltura zen.
En febrero, contrató los servicios de Imaginacción, la empresa de comunicación estratégica de Enrique Correa -que ha trabajado con distintos actores del mundo político, y también del espectáculo, como el reciente caso de Herval Abreu-, precisamente para mejorar y depurar su manejo ante los medios.
"Estoy a cargo de una empresa que hace películas y de pronto un comentario desafortunado, una frase fuera de contexto, especialmente en esta época de redes sociales, se puede transformar en la locura que estamos viviendo. Tengo una naturaleza deslenguada, y muchas veces uno dice cosas que se tergiversan", asume el realizador, como una forma de contextualizar una frase/concepto que repetirá muchas veces: "soy el primero en reconocer que muchas veces he sido un imbécil".
Además, le puso candados a sus cuentas de Twitter e Instagram ("están todos invitados, pero primero hay que tocar el timbre", explica), y agrega que el punto de despegue de esta nueva era lo precipitó una entrevista en enero con revista Sábado, donde calificaba de "imbéciles" a los críticos de sus películas.
"Yo leí esa entrevista y dije: '¿quién es este imbécil?'", recuerda. Luego sigue: "Muchas veces digo chistes que me parecen que pueden ser súper divertidos, pero para mí, dentro de mi absoluta imbecilidad, pero es la misma razón de por qué hace un tiempo abandoné Twitter: cualquier cosa que uno diga se transforma en una bola de nieve, hay una falta de entendimiento al humor. Es distinto que yo diga una cosa, y que sea una idiotez, a que la diga un político. Pero ahora se juzga a todo el mundo como si tuviera ese rol social".
De alguna manera, usted también tiene un rol social: trabaja con la cultura de masas, es una persona reconocida en su ámbito.
Uno se da cuenta de eso, y tiene que ver con crecer, supongo. Puta, no puedo estar diciendo estas imbecilidades a diestra y siniestra, aunque me parezcan divertidas o aunque me parezca una actitud punky, porque finalmente al que se está haciendo daño es a ti, ya que alguien se puede quedar con una imagen contraria a lo que eres. Cada vez tengo más ganas de que mis películas hablen por mí, que sean más mi voz.
Con ese propósito, el hombre de Promedio Rojo alista dos proyectos que tocarán dos de los temas más sensibles del último tiempo: los trastornos alimenticios y el acoso sexual.
En el primero, la cinta se llama Adictas, culminó su rodaje a principios de este mes y es una comedia negra que cuenta la historia de tres generaciones de mujeres que deben lidiar con la adicción al azúcar y los desórdenes a la hora de comer. El elenco lo integran Paz Bascuñán, Ariel Levy, la actriz de origen brasileño Mirella Granucci, y el resto son casi sólo nombres mexicanos, como Florinda Meza, Fernanda Castillo, Regina Blandón y Vadhir Derbez.
El segundo proyecto está en etapa de guión, el que escribe junto a la propia Granucci y a la comediante Alison Mandel, y posee el nombre de Yo también, en alusión al movimiento #MeToo que surgió a partir de las acusaciones de abuso sexual contra el productor Harvey Weinstein.
"Todas mis películas han sido hechas por una necesidad orgánica, es como 'yo necesito contar esta historia, necesito contarla ya', más que andar pensando sí la película va a funcionar o no. Lo que más me importa es que me funcione a mí, en mi cabeza, y que me la pueda sacar. Para mí, las películas son como tumores: mientras mas rápido del cuerpo me las saque, mejor".
Con respecto a Adictas, ¿sintió que llegó el momento de abordar problemas alimenticios con los que usted mismo ha lidiado?
Toda mi vida he tenido desórdenes alimenticios. He subido, bajado de peso, me hice una manga gástrica, he tenido adicción a la azúcar, fui niño gordo toda la vida y siempre todas las conversaciones que tengo con amigas comienzan y terminan con este tema. Siento que también la película apunta a un asunto de educación, como una madre pone presión a sus hijas por ser bellas, esos son estándares antiguos. Y tiene que ver con que todos los días peleo con lo que puedo comer, con lo que no, con que el reflujo, la ansiedad, la acidez, el colon irritable, toda la vida. Igual, como todos los días tomo Lexapro, voy a mi psicóloga y voy al psiquiatra. Es como iluminar las partes de uno que no son tan lindas ni tan bonitas.
Y con respecto al acoso sexual, ¿qué es lo que ha vivido al respecto como para llevarlo al cine?
Esta es una película que se ha ido armando de forma orgánica. Y que tiene que ver con repasar también la historia de uno como hombre. Tengo 35 años, fui criado en una sociedad de machismo tóxico full, donde todos tuvimos que aprender a porrazos, sin guía, cómo relacionarnos con el género femenino. Una cultura donde el winner era el macho alfa, el que estaba con las minas, el que conquistaba. Y ahora con el movimiento #MeToo hay cosas que son pensadas de modo distinto, me parece maravilloso que la gente tenga ahora esa capacidad de denunciar, que la ley puede juzgar y que se escuchen a las dos partes. Pero también hay toda una zona, que es de lo que habla un poco la película, que dice 'yo también', pero es un 'yo también' distinto y tiene que ver con cómo los hombres tenemos el deber de reflexionar sobre nuestro pasado, todos tenemos formas de machismo en la sangre. Estamos trabajando el guión, viendo qué significa el acoso y ahí te empieza a dar vergüenza ajena todas las veces que uno como hombre ha sido desubicado, torpe en la seducción, muy insistente, o jote. Quién no ha dicho chistes fuera de lugar pensando que son divertidos, pero de pronto te das cuenta que estabas hiriendo a gente. Como hombres también tenemos que hacer nuestro#MeToo del 'yo también he sido un imbécil' y revisar nuestra historia. Es súper bueno hacer una película sobre la forma como nos vamos a relacionar entre hombres y mujeres a partir de ahora.
¿Hay hechos donde considera, con el tiempo, que se sobrepasó con algunas mujeres, sobre todo teniendo claro que en su rol como director estaba en una situación de poder?
No así como una situación puntual, no hay nada que tenga que ver con eso. Pero hay muchos tipos de chistes, cosas que uno ha dicho o veces que uno ha sido jote, y soy el primero en reconocer que he sido un imbécil miles de veces, como cualquier persona. Soy soltero, tengo 35 años, y me han tocado situaciones distintas, ninguna que pueda decir que sea grave o delictual, afortunadamente, pero si me parecía que era un tema muy interesante a tratar.
¿Qué le generan hoy muchas frases que ha dicho? Por ejemplo, The Clinic en 2014: "Siempre he tenido la oportunidad de estar rodeado de minas, que a veces uno las puede emborrachar". Y "me fascinan las mujeres y soy un degenerado. Para hacer películas tienes que ser un degenerado".
(Siento) que soy un imbécil, obviamente. Son cosas que uno piensa que son un chiste, pero son bastante más heavy, tienen que ver con la educación y las fracturas que uno tiene como hombre. Pero uno tiene que intentar siempre no ser parte del problema, sino que de la solución. Los hombres que hemos sido desubicados tenemos que hacer un mea culpa y pedir perdón.
Otra frase: en 2015, en El antichef, de Vía X, dijo: "siempre me he aprovechado de ser director, es la única forma de perder la virginidad".
Un chiste totalmente idiota, de cómo la parodia que hay del director de cine, del tipo "hola soy director, tú eres actriz", es muy del jote eso. No tiene que ver con algo así puntual de decir: el día que yo hice no sé qué… no. Pero si tiene que ver con las áreas donde uno dice "puta, qué desafortunados todos esos comentarios".
Hay una diferencia entre ser "jote", haber dicho un chiste o un comentario desubicado, con el abuso sexual o de poder. ¿Sus conductas tenían más que ver con lo primero?
Lo primero. Ahora, claro, también aparece la banalización del acoso, donde hay situaciones en que si todo es acoso, nada es acoso. Eso me parece que está pasando. Muchas veces hay que tener sentido común para esto.
A partir de los casos de Weinstein y Abreu, ¿ha cambiado las metodologías que usted usa como cineasta?
No particularmente, porque mis películas casi siempre son con el mismo elenco. Para mí, los castings son una cosa que pasa en una oficina, con un equipo, eso para mí es un casting. Hay muchas cosas que están muy normalizadas en la industria y que claramente están en una zona gris. Por ejemplo, lo de Herval.
¿Es difícil hacer una película sobre el acoso sexual, tomando en cuenta que la industria más golpeada hasta ahora es la del cine y la TV, que es el área donde usted pertenece?
Por eso quiero hacer esta película, para hablar de eso. Es coral, hablará de feminismo, de la reeducación de los hombres, el abuso sexual, el acoso, también el papel de las redes sociales como jueces de la sociedad, es algo que se ha ido viendo en cada caso, la necesidad de decir inmediatamente si algo es blanco o negro. La mayoría de la mujeres que conozco ya no quiere ni hablar, porque digan lo que digan, sienten que van a estar equivocadas.
¿Cree que eso es lo que pasó con Paz Bascuñán, en el caso Abreu?
Lo más brutal ahí es que finalmente era una cosa que tenía que ver con Herval y de la persona que más se termina hablando es de la Paz. Y eso es profundamente injusto. Ahí existió una necesidad de enjuiciar y ni siquiera de sentarse dos segundos a leer un texto y tratar de entender qué dijo la persona. Hay una necesidad de verdugos en las redes. Yo también he dicho cosas, pero hay que ver todo en su contexto. Muchas cosas han ido cambiando, en uno y en todo.