Camila Gallardo lleva un vestido a cuadros que recuerda a las chicas grunge-románticas-nihilistas de los noventas; calza bototos, el pelo larguísimo y ondulado completamente suelto, poco y nada de maquillaje. Se instala al centro del escenario del teatro municipal de Las Condes en la primera de tres noches a tablero vuelto que culminan el sábado en el estreno de su consistente primer disco Rosa, bajo el rótulo de gran promesa del pop chileno. La secundan músicos profesionales de currículo. Visten bien, tienen onda, suenan increíble. Por una hora y cuarenta minutos serán el soporte perfecto de una compositora e intérprete que con solo 21 años, ha resuelto aspectos que a veces demoran discos y giras en beneficio de un espectáculo en directo. La cantante viñamarina tiene facilidad de palabra, cualidad escasa en el medio, lo cual le permite establecer inmediata comunicación con el público para reforzar el poderoso enganche emotivo contenido en su material. La audiencia mayoritariamente femenina, preadolescente y juvenil, cantó todas, pero todas las canciones de comienzo a fin en incesante karaoke.
Los títulos de la noche, propios y ajenos, fueron introducidos con una serie de reflexiones en torno a la vida, el amor, la divinidad, los sueños, el sentido de la música como expresión artística, y la condición humana en general. Así también varias piezas la emocionan hasta las lágrimas según sus palabras, y otras tantas son declaradas como verdaderos favoritos. Cuando canta, Camila Gallardo gesticula dramática como si sumara muchísimos años de carrete. En el disco y en directo aparenta más edad de la que tiene.
Musicalmente se inclina por ritmos folclóricos en un entorno pop bien redondeado que no solo se remiten a nuestro territorio, sino que exploran más allá: cadencia rioplatense barnizó "Run Run se fue pa'l norte" de Violeta Parra con un gran remate que recordó el poderío de la argentina Soledad, como "Yo vengo a ofrecer mi corazón" de Fito Páez respetó la inclinación de raíz del original. En ambos casos Camila puso una marcada impronta personal en fraseos y dibujos vocales. Esa licencia corre también en su propio material. No canta exactamente igual al disco, sino que introduce detalles, juguetea, se lanza en cabriolas. Su garganta, eje musical de la propuesta, partió algo tibia en "Abrázame", pero ya en la tercera canción, la azucarada "Toditas por ti", desenvainó lujitos cortesía de unas cuerdas vocales favorecidas.
Siguió "Más de la mitad", el hit escrito por Luis Fonsi, antecedida por un discurso acompañado de ligeras notas desde el teclado, para acentuar el sentido de las palabras. Continuó con Antorcha, la primera de varias que declaró como predilectas, un gran tema de poderosa percusión electrónica en una épica versión.
Las chicas le gritaron mijita rica, se abrazaron y mecieron coreando, desenfundaron los celulares apenas Camila se los pidió, como escucharon atentas al turno de "Mi Ruego" -"mi canción favorita, me hace llorar cada vez que la canto"- una explicación para dar cuenta de su fe en un ser superior. Tal como predijo, terminó con lágrimas abrazada del guitarrista.
Sin perder el ritmo hubo un ligero trastabilleo en la versión de "Volver a los 17" acompañada de Mariel Mariel, quien equivocó la letra. El dúo no estuvo aceitado, al menos no al 100% como el resto del espectáculo. Siguió "Ven", que le permitió criticar sutilmente la calidad de las canciones dominantes en rankings, en otra interpretación de formidable épica. En el cover de "Los Momentos" invitó a Eduardo Gatti, recibido calurosamente por un público que en su mayoría nació 40 años después del clásico de Los Blops, otro momento que Camila aprovechó para discursear, seguida del trazo soul de "Espero que seas feliz".
Hacia el final remató con "Querida Rosa" ("una canción que me cuesta mucho cantar"); "Fuerte" en la compañía de un fan ("esta canción la vamos a cantar y llorar todos"); "No es real", con invitación al público a acercarse al escenario, para cerrar con "Un poco más de frío", cuyos primeros versos interpretó arrodillada.
No hubo necesidad alguna de bis. El público salió rápidamente de la sala, efervescente, con sonrisas dibujadas en la gran mayoría. La gente había visto en vivo y en directo el nacimiento de una estrella.