Fauda, la serie de origen israelí, propiedad del cableoperador Yes Oh TV y comprada por Netflix para difundirla por el mundo, es una de las producciones que ha dado que hablar en los últimos años en Europa y Latinoamérica, Chile incluido, donde poco a poco ha fidelizado a un público que celebró en mayo el estreno de la segunda temporada y la promesa de sus realizadores de una tercera entrega para 2019.
¿Qué sucede con Fauda? ¿Por qué se ha convertido en una suerte de nuevo referente para profundizar en uno de los temas más recurrentes de la política internacional? ¿Por qué es recomendación habitual de distintos medios, sobre todo de periodistas interesados en los acertijos más complejos del globo? Sencillo. Su valor radica en que logra escapar del convencionalismo y la ideología al abordar, de forma imparcial casi siempre, el sempiterno conflicto palestino-israelí. De alguna forma, la historia bélica entre ambos pueblos generalmente es percibida en el mundo occidental como una contienda lejana, difícil de seguir y casi infinita, sin una resolución definitiva. Quizás por lo mismo, Fauda ofrece una comprensión del conflicto y la mirada de esta lucha desde una óptica sencilla, objetiva y cercana.
La historia se sostiene en el relato de sus creadores, la dupla que integran Avi Issacharoff y Lior Raz. El primero es un periodista y corresponsal por años de The Times of Israel, profesional de amplio recorrido en estos temas, mientras que el segundo es actor de oficio, escritor y protagonista de la serie, con pasado militar en un comando antiterrorista.
Con esa base se entiende que Fauda sea creíble en su relato y ya coseche un par de reconocimientos, como los seis premios Ophir, incluyendo el de Mejor serie drama, que entregó la Academia Israelí en 2016; o que The New York Times la situara entre las 10 mejores apuestas de ficción de 2017.
Elogios aparte se llevan su director, Assaf Bernstein, y el guionista, Moshe Zonder. Ambos han conseguido, en estas dos temporadas, mantener la tensión de una trama y la crudeza de sus personajes con un lenguaje simple, sin caer en el panfleto partidario.
Máxima tensión
La primera temporada, filmada en la localidad israelí de Kafr Qasim, consta de 12 capítulos (mismo número de la segunda entrega), los que representan un desafío para quien se aventura en estos dramas llevados al formato de serie. Una trama sencilla, pero bien trabajada, muestra el día a día y el funcionamiento de una unidad de elite del ejército israelí, conocida como Mista'arvim, especializada en infiltrarse entre la población palestina para lograr la captura de posibles terroristas.
Doron Kavillio (Lior Raz), tras el retiro, vuelve a la primera línea de fuego para integrar el comando especializado, mientras surgen pistas que apuntan a que uno de los terroristas más crueles de Hamás, Abu Ahmed, ha sido descubierto con vida, luego que se lo daba por muerto en un enfrentamiento anterior con las mismas fuerzas militares encabezadas por el protagonista.
El resto son constantes enfrentamientos entre bandos, incertidumbre y tensión en cada escena, atentados explosivos como una constante del vivir cotidiano. El elenco de Fauda lo integran una larga lista de actores árabes e israelíes, que hacen justicia a una pujante industria cinematográfica de Medio Oriente, la que sabe de buenas audiencias internacionales con series como BeTipul (2005); Hatufim (2010), predecesora de Homeland; o Pilpelim Tzehubim (2010).
Para hacerse una idea del impacto generado por la historia, la campaña de promoción para la segunda temporada incluyó mensajes como "prepárense" o "el caos está por empezar", en cientos de carteles escritos en árabe, los que alarmaron a algunos israelíes y a su ejército, que tuvo que aclarar que sólo se trataba de publicidad para la producción. El hecho se convirtió en una señal de lo obvio: Fauda finalmente no deja indiferente a nadie.