"Vi los Pulsar y no cachaba a nadie", le comentaron a Don Rorro, líder de Sinergia, sobre la transmisión televisiva el jueves antepasado de los premios de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor, SCD, donde es vicepresidente, evento que marcó apenas 3.9 puntos de rating para TVN. Rodrigo Osorio se quedó pensando. Hay una paradoja detrás. La música chilena goza de una visibilidad y reconocimiento internacional similar al prestigio del vino local -"Chile, nuevo paraíso del pop" tituló El País de España en 2011-, sin embargo, en el mercado interno se consume poco
Hace menos de un lustro no existía Pulsar ni había ley del 20% de música chilena en radios. A pesar de la norma, esa presencia obligatoria retrocedió 2.5% en 2017, mientras las emisoras acatando también van en reversa, de un 60 a un 56% en los dos últimos años. En el intertanto desaparecieron negocios concentrados en la creación musical local como Radio Uno, y los sellos Azul, Oveja Negra, Feria Music y CHV.
Si existe un gran presente creativo cabe preguntarse las razones de la magra receptividad. Artistas y promotores enfrentan varias encrucijadas porque los escenarios y desafíos cambian chasqueando los dedos. No hace mucho el tema era la piratería, ahora lo son las plataformas de promoción, los indicadores digitales, la data. La radio perdió relevancia en dictar pautas porque las audiencias van directo a Spotify y catálogos similares para escuchar lo que quieren cuando quieren. ¿La televisión abierta? Vitrina esquiva en tiempos de pérdidas. Puro Chile, el espacio de TVN estrenado en 2016 de impecable producción, fue un éxito en Twitter pero insignificante para el gran público. ¿Motivo? Porque cortaron un traje a la medida de los músicos y el músico chileno, en general, considera que el arte se remite a la creación, el registro y el escenario. Con esa lógica, para la audiencia serían suficientes las buenas canciones. Nobles intenciones pero así no funciona. La gente disfruta de los personajes carismáticos que reaccionan más allá de la música como lo hacían Jorge González y Álvaro Henríquez. Al músico chileno esa parte le cuesta, pues siente que los elementos extra artísticos irrespetan al arte. Discutible, porque el músico popular pertenece también al mundo del entretenimiento. Por esa distancia mal entendida Chico Trujillo no pesca el festival de Viña porque no les gusta la farándula, a Cristóbal Briceño de Ases Falsos le da una lata atroz que le pidan fotos tras un concierto, Ana Tijoux va al late de Katherine Salosny y nadie se entera no sin antes exigir grabar su parte en un espacio en directo, y los artistas ganadores de Pulsar concurren a la premiación vestidos, muchos de ellos, como si fueran a comprar el pan. En la otra esquina, una figura al alza como Camila Gallardo saluda a 500 fans uno por uno y les firma el disco.
El trabajo promocional se remite, en su gran mayoría, a mails que los periodistas del área derivan a la papelera, y así la pauta circula con los mismos pocos nombres que marcan diferencia a esa estrategia. Con la ley del 20%, una predicción de Aldo "Macha" Asenjo a este diario en 2014, se convirtió en realidad: las estaciones rotan a los de siempre.
Aunque sigue trabajando en consultorías de temas energéticos, Don Rorro ahora se dedica a la gestión cultural. Para el cantante e ingeniero, el cambio desde un ambiente dominado por estadísticas, planificaciones y remuneraciones establecidas, a una esfera donde todavía los músicos reciben ofertas de tragos como paga, ha sido brutal. Por su profesión, Osorio comprende que esas condiciones generan un círculo vicioso que empobrece y desvaloriza el trabajo. Así los artistas son pymes con eternos problemas de flotabilidad.
Hay un trecho amplio, un zapato chino para que culturalmente se asimile a los músicos como profesionales merecedores de condicioneslaborales dignas. La creatividad y la singularidad de este momento de la música popular chilena se disfruta cuando se encuentran las canciones y las figuras detrás. Ahora resta que la mayor cantidad de gente conozca y se identifique con esa obra diversa y aún rezagada por una conjunción de factores, donde todos los participantes requieren ajustes.