"Ni ellos sabían ser padres ni yo tampoco sabía ser hijo", declaró Edward Albee en una entrevista en los 80. El dramaturgo estadounidense, quien nació sin nombre ni apellido en Washington en 1928, fue dado en adopción a las dos semanas de vida a Reed A. Albee, hijo de un multimillonario empresario de vodevil. Pero el nieto adoptivo, quien heredaría los negocios, resultó ser un rebelde sin causa: fue expulsado de la secundaria, la academia militar y, más tarde, del Trinity College por no ir a clases ni seguir el amén de los religiosos.
No conforme, y cuando ya había dado un portazo al nido familiar, Albee comenzó a escribir el drama de un delirante matrimonio compuesto por un insatisfecho profesor de historia y la colérica hija del director de una universidad en los EEUU de la época. Ante una pareja más joven, que es invitada a beber y pasar la noche en su casa, George y Martha, protagonistas de ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, se descueran verbalmente y pisan la cola por un hijo en común que nunca aparecerá.
Estrenada en 1962 y llevada al cine en una notable versión de Mike Nichols en 1966, con Richard Burton y Elizabeth Taylor (ganadora del Oscar a Mejor actriz por su rol de Martha), la obra se convirtió en un clásico de la dramaturgia americana y puso a su fallecido autor (2016) a la altura de otros como Arthur Miller y Tennessee Williams.
Una nueva puesta en escena del texto se presenta en Mori Bellavista, bajo la conducción del asesor político y director Pablo Halpern (La casa de Rosmer), con funciones hasta el 2 de septiembre.
Sobre un escenario diseñado por Ramón López y que a todas luces se apega a la dramaturgia; con el interior de una antigua casa de madera, un sofá al centro, estantes con libros y un bar que se rebalsa de alcohol, vemos a Solange Lackington haciendo de Martha, a Diego Ruiz y Camila Hirane como los jóvenes Nick y Honey, y a Willy Semler (1954), quien ya dirigió dos versiones de la obra en 1992 y 2006, en la piel de George.
"Pablo quiso que yo lo hiciera, pero tenía la aprehensión de que soy un director más carreteado que él y que ya había dirigido la obra, y su dilema era hasta qué punto yo iba a tratar de meter mis premisas", cuenta el actor. "Le dije que se relajara pues tengo, al menos como director, tan mala memoria que no corríamos ese riesgo", agrega. En los primeros ensayos, sin embargo, Semler sintió que le pesaba la imagen del George dirigido por sí mismo e interpretado por Tomás Vidiella.
"Me fue muy difícil imaginar a otro George que no fuese él", dice. "Primero tuve que deshacerme de eso, buscar referencias y neutralizar la imagen que tenía de él. Recién ahí empecé a disfrutarlo mucho".
Del otro lado está el arquitecto y diseñador teatral Ramón López. Para esa versión dirigida por Semler en 1992, puso sobre el escenario del desaparecido teatro El Conventillo un gran ventanal y una plataforma que a ratos parecía un ring de boxeo. Ahora se empeñó, afirma, en seguir la propuesta descrita por Albee.
"La dramaturgia, en este caso, exige cierta realidad y este diseño retrata una casa de la Nueva Inglaterra, al norte de EEUU y en medio de una ciudad universitaria", dice.