Domingo Vega tiene siete años y ese día no tenía que cantar. De hecho, jamás lo había hecho sobre un escenario. Pero el pánico de su hermano mayor lo empujó hacia la luz: tenía que reemplazarlo para no dar por perdido el cetro de rey feo por el que tanto había luchado el clan familiar.
Entonces, como si fuera una escena cinematográfica, el diminuto niño se plantó ante toda la población Parque Lauca en Arica. Era 1985 y entonó la única canción que se sabía, una de Luis Miguel:
Al comienzo de una vida, una calle sin salida y yo (…) Te voy a olvidar, palabra de honor.
Pero el niño jamás olvidó a los suyos. Tampoco a su población.
La escena se repitió 33 años más tarde en la presentación de Yo soy Américo (Ediciones B, 2018), la primera biografía del músico escrita bajo la pluma del periodista Mauricio Jürgensen (Dulce patria).
La misma canción, el mismo niño, ahora con 40, ante un teatro a dos mil kilómetros de su ciudad de origen.
A una década del disco que le permitió alcanzar su peak de éxito, el cantante ahora es mucho más que una voz para la cumbia.
"Américo entró a la cumbia por necesidad. Tenía una hija, tenía que parar la olla y lo hizo. Incluso con todos los prejuicios que tenía sobre el género, pero consiguió meterle un 'rollo' propio, más romántico", explica Jürgensen en entrevista con Culto.
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Américo y el periodista Mauricio Jürgensen[/caption]
¿Qué demonios estoy haciendo aquí?
A los catorce, Domingo ya llevaba 8 años presentándose junto a su progenitor bajo la chapa de Américo Jr. y hasta alcanzó a grabar un disco con voz infantil. Pero en 1993 la personalidad del cantante, en plena adolescencia, le pedía otra cosa.
Queriendo alejarse de lo mediático que era Melvin Corazón Américo, su padre, en el norte de Chile, el "Mingo" se escondió tras los tarros y fue baterista oficial de Redrum, una banda de grunge que tributaba a Nirvana y a Radiohead.
"Era un niño obligado a trabajar cantando los fines de semana, él se quería esconder simbólicamente detrás de una batería, cantar en inglés, ser otra cosa, romper su destino. Aunque finalmente se dio cuenta de su talento", complementa su biógrafo.
De hecho, cuando debutó en la cumbia a los dieciséis, Américo llegó imponiendo sus términos: nada de cantar al estilo de Amerika'n Sound y el repertorio, que resultaría en su mayoría de corte romántico, lo elegiría únicamente él.
El artista, padre de una niña tras una fugaz relación con una vecina, sacó cuentas: cuatro tocatas a la semana con un conjunto tropical le significarían un ingreso nada despreciable para asumir sus nuevas responsabilidades.
Muchos años más tarde, el ariqueño se despachó en un show televisivo su propia versión para "Creep", y más allá de las bromas que generó en redes sociales, se abrió una puerta para descifrar una de las facetas más desconocida en su formación musical. Un cabo que su biografía logra atar.
Papito, sé lo que has sufrido
La historia de Américo también es la de su padre Melvin Vega Cadima, quien imprimió en él su veta artística. Hijo de una esforzada nortina y un padre ausente, la vida de Melvin salpicó la vida de su hijo más allá que en el plano artístico.
Ya separado de su madre y fuera del hogar, Américo vio el derrumbe emocional de Melvin. Ante sus ojos infantiles, presenció un par de burdos intentos de suicidio y se convirtió tempranamente en una especie de mensajero emocional que llevaba el relato de las penurias de su padre a la casa familiar, la que compartía junto a sus hermanos Darwin y Sandra.
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Américo junto a su padre y la ex pareja de este, la cantante Marcelita Toledo.[/caption]
Incluso la primera grabación oficial de Domingo como cantante fue una forma de llamar la atención. La canción se titulaba "No toques mi puerta" y reza: "Papito sé lo que has sufrido, sé lo que has llorado (...) tú cuidarás de mí, me llevarás al colegio y yo te querré toda la vida".
"La historia es determinante también con la figura del papá. Una lectura facilista diría que es como Luisito Rey o Joe Jackson, pero no quise caer en la caricatura del papá abusador. Dentro de su precariedad emocional (Melvin) trataba de darles cosas", reflexiona el autor.
El arco entre Melvin y Américo cruza todo el libro con varias historias que vale la pena repasar, pero explota paradójicamente antes de la presentación más importante de su hijo en el Festival de Viña del Mar en 2010.
Era la primera vez que enfrentaría a su padre.
"Se las tenía que decir. Llevaba años aguantando esa pasión. Su ansiedad por canalizar a través mío lo que él quería conseguir para sí mismo", analiza el cantante en una de las páginas del libro.
Que más da, soy feliz
Pese a ser un libro oficial y que no consulta a otras fuentes fuera de la visión del cantante, Jürgensen aclara que la forma de abordar en cómo está escrita la historia fue hecha desde la total autonomía.
"Nunca fue mi intención de hacerle una biografía a la medida, de blanquear su historia. Américo nunca me pidió sacar nada", comenta para despejar dudas.
Yo soy Américo se convierte así en más que una biografía para fanáticos.
Datos para ellos, claro, los hay: desde hitos importantes para la Wikipedia hasta anécdotas relativas con sus días en el grupo Alegría y sus viajes en solitario a Europa.
Pero a lo largo de sus 192 páginas, el texto logra imponerse a punta de historias arraigadas vivazmente más a un Chile profundo que a ensalzar la historia personal del artista.
"Finalmente, yo soy Américo", reflexiona el cantante en las páginas de esta, su primera biografía, para sintetizar su historia. Y por primera vez, aquella no es una frase hecha.