"Ambos votamos, somos viejos y los dos somos hombres de familia". A comienzos de este año, en sus primeras entrevistas para presentar el proyecto, Sting optaba por la salida irónica y la respuesta ingeniosa cada vez que se le consultaba por sus rasgos en común con Shaggy, el cantante jamaiquino con el que forma, desde enero pasado, una de las sociedades más singulares e inesperadas de la temporada musical.
La alianza, que ellos mismos aseguran surgió de forma espontánea, materializada en un álbum en conjunto editado a fines de abril, ha llamado la atención del público, la prensa especializada y el medio musical en general, que ha recibido con curiosidad un tándem marcado por los contrastes. Mal que mal, se trata de dos artistas que en el papel, parecen ubicados en las antípodas: por un lado, el serio y algo enigmático ex líder de The Police, una de las grandes figuras del rock que sigue en actividad y aún imponente y a la moda con sus 66 años y metro ochenta de altura. En contraparte, su socio caribeño de 49 años, de carácter espontáneo y menor estatura -en lo físico y a nivel de industria-, responsable de llevar los ritmos jamaiquinos a las radios y a MTV en la década del 90 gracias a un puñado de éxitos que todavía le permiten girar por el mundo.
Es precisamente la música de la tierra natal de Shaggy, de la que Sting se alimentó para dar forma al característico sonido de The Police -y donde vivió por un tiempo en los años 80-, el eje de la propuesta del dúo, que luego de estrenarse en el Super Bowl y los premios Grammy inició una gira mundial que alista sus primeros conciertos en el Hemisferio Sur, con una fecha ya pactada en Santiago para el próximo 23 de octubre en el Movistar Arena.
Esto, como parte de una serie de presentaciones en distintos países de la región, en los que se replica la fórmula que ya han venido mostrando en otras partes del mundo: un extenso recital conjunto en el que ambos artistas comparten escenario y repasan lo más popular de su catálogo, acompañados por una banda híbrida en la que se mezclan los músicos del británico, como el histórico y experimentado guitarrista Dominic Miller y el talentoso baterista Josh Freese (NIN, Devo), con los acompañantes habituales del jamaiquino, entre ellos Melissa Musique (voces), Gene Noble (coros) y Kevon Webster (teclados).
De acuerdo a la mayoría de las reseñas de su espectáculo conjunto, en escena la improbable unión parece cuajar, gracias a un repertorio que une clásicos de la carrera solista de Sting ("If I ever lose my faith in you", "Englishman in New York", "Shape of my heart", entre otros) y sus inmortales éxitos junto a The Police ("Every breath you take". So lonely", "Message in a bottle"), con la simpleza del cancionero de Shaggy; el de "Hey sexy lady", "It wasn't me", "Angel "y otras piezas de ese pop caribeño que inundó el dial y las discotecas hace dos décadas
Obviamente, el espectáculo incluye también material de 44/876, como los singles promocionales "Don't make me wait" y "Gotta get back my baby", aunque también hay espacio para experimentos, como un curioso "mash-up" entre la inmortal "Roxanne" con "Boombastic", hit mundial de los veranos antes de la irrupción del reggaetón.
Doble código
"Para mí esto es como una placa de Petri", decía Sting a Culto a mediados de marzo pasado, comparando su alianza con Shaggy con aquellos recipientes en que los biólogos cultivan células en el laboratorio. "Tiras dos elementos que quizás nunca se han encontrado antes y quizás salen chispas. Puede ser peligroso, un desastre. O puede ser maravilloso. Eso fue lo que hicimos", añadió en la entrevista, un mes antes del lanzamiento de 44/876, cuyo título combina el código telefónico de su país de origen con el de su nuevo socio.
Si bien ahora ambos residen en Estados Unidos, es el histórico y fructífero cruce musical entre Jamaica e Inglaterra el que ambos celebran en el álbum, dominado por canciones pop de ritmo reggae, pero en el que también se encuentran pasajes de dancehall, R&B y ese rock con de inspiración jazzística que el inglés ha patentado en su recorrido solista. "Los dos somos profesionales en hacer híbridos y eso es exactamente lo que hicimos aquí", complementó Shaggy en su conversación con este medio.
En paralelo a la música, hay cierto mensaje que parece unir a ambos artistas. Y es que pese a que no lo presenta como un disco de grandes aspiraciones, en sus canciones hay uno que otro comentario social y se tocan temas de cierto filo político, como el feminismo y el Estados Unidos de Trump. De hecho, aunque nunca lo han explicitado, su alianza en sí misma tiene algo de declaración de principios en una contingencia marcada por el tema migratorio.
"No somos predicadores, pero nuestra música da esperanza", comentaba Shaggy antes del inicio de una extensa gira europea junto a su nuevo aliado, que pasará por Estados Unidos en octubre antes de su debut en Chile.