La plataforma lo ungió en una campaña inédita como "curador de múltiples listas de reproducción" el pasado 29 de junio, cuando lanzó su quinto álbum, Scorpion, convertida en una verdadera blitzkrieg promocional que causó reclamos en usuarios premium exigiendo reembolsos. En una estrategia que difiere, por ejemplo, de las sugerencias personalizadas de Netflix o Youtube, la campaña corrió para todos igual, pagaras o no por el servicio. En iTunes fue parecido, incluyendo una diatriba escrita por el propio artista en mayúscula, mientras en Deezer se destacó como álbum de la semana. El saldo de la estrategia arroja récords. En Apple Music registró 170 millones de reproducciones en un día, mientras en Spotify el disco se escuchó 10 millones de veces por hora.

Cuando se rastrea información de Drake no hay biografía que no destaque en primerísimo orden las cifras de su trayectoria y los logros comerciales con el entusiasmo de un gerente con gráficas al alza. Sus cualidades artísticas, se dice, van por la melodía en el rap, un carácter más introspectivo, y un talento para responder con clase a sus detractores, aunque en un último round con Pusha T salió trasquilado.

Drake sería algo así como un crooner que a través de la modulación robótica del autotune nos cuenta su vida de estrella en discos maratónicos. Views (2016) contenía 20 temas en 81 minutos. Scorpion, álbum doble nada menos, abarca hora y media en 25 canciones. Si en el primero le tomó dos decenas de composiciones relatar la soledad del estrellato, escaramuzas con otros raperos, las bondades de ser millonario y ganar gramófonos dorados, ahora son dos álbumes -uno de rap, el otro R&B- donde revela flamante paternidad con una ex actriz porno francesa que apenas vio un par de veces.

Musicalmente economiza cuanto puede. El mayor protagonismo de su música corresponde al efecto en su voz y el recurso del sampleo, viejo truco ninja en el mundo del rap. Su tono de escasas curvaturas provoca el efecto catatónico de la marihuana prensada. Irradia una tranquilidad y calma que encuentra gran eco en una generación juvenil acostumbrada al arrullo parental.

¿Es Drake una suerte de hiphopero progresivo que requiere grandes relatos? Para nada, sólo se trata de un ajuste a las reglas del mercado. Como en los viejos concursos de TV donde la lógica era mientras-más-cupones-mandesmás posibilidades-de-ganar, acá la ecuación es más temas, más chances de streaming. Por lo tanto, según las normas que corren en Norteamérica desde hace un par de años, se registran números mayores.

Así Drake ostenta ventas globales por más de 200 millones de unidades.

Ante los reclamos de los clientes, Spotify declaró con la diplomacia y los eufemismos propios de estos casos, que el interés de la plataforma es probar nuevos formatos con sus artistas y a la vez valorar "los comentarios de nuestros usuarios, ya que ayudan en nuestras decisiones a futuro". Cuando U2 metió a la fuerza Songs of innocence en iTunes en 2014, Tim Cook, director ejecutivo de Apple, dijo que le costaba imaginar que la gente no quisiera "tener música de más". Ante el rechazo, Apple tuvo que crear una link para borrar el álbum. Lo de Drake semeja esas campañas políticas que atiborran las calles. Spotify justificó su decisión disfrazando la presencia masiva del rapero como una recomendación, pero lo cierto es que Drake fue impuesto a la fuerza. En rigor, no nos invitaron a escucharlo. Nos obligaron como un villano de traje que te apunta y te pide educadamente que hagas cuanto ordena.