Todo llegó un día de ordenar papeles, poner cosas en su lugar y buscar bajo la alfombra. Valeria Sarmiento (1948) encontró en un clóset un guión, hecho y derecho, que había escrito el portugués Carlos Saboga. Era la adaptación de la novela El libro negro del padre Dinis, de su compatriota Camilo Castelo Branco (1825-1890), e iba a ser dirigido por Raúl Ruiz (1941-2011), el esposo de la cineasta chilena. La muerte privó a Ruiz de adaptar estas intrigas amorosas y políticas, pero el libreto se las arregló para seguir ahí: perfecto, inmaculado, listo para ser traspasado a la gran pantalla.
Autor fecundo y de portentosa imaginación, Castelo Branco es tan melodramático como un bolero y tan entretenido como Alejandro Dumas padre (Los tres mosqueteros), una de sus influencias más directas. Es, en suma, el autor perfecto para el temperamento de Valeria Sarmiento, que decidió en ese mismo momento que la historia hallada en un rincón de su departamento parisino sería su nueva película.
De paso, la sacaría del pantano que había significado intentar durante años, infructuosamente, llevar al cine la novela La pista de hielo, de Roberto Bolaño.
Filmada en seis semanas, entre diciembre de 2017 y enero de este año, la película adoptó finalmente el nombre de Le cahier noir y se estrenará comercialmente en Francia el próximo 3 de octubre. Esa misma semana, aprovechando la llegada a salas de ese país y de Portugal, la Cinemateca Francesa dedicará a Valeria Sarmiento una retrospectiva con todas sus películas: son al menos 20 producciones realizadas desde los años previos al exilio tras el Golpe de 1973.
Después de la gran muestra dedicada a Raúl Ruiz en 2016, la porteña es la segunda figura de la realización chilena en lograr la atención de la cineteca más prestigiosa del mundo. "Quizá soy un poco modesta, pero creo que dentro del panorama actual de darle visibilidad a las mujeres en el mundo, es probable que la Cinemateca haya pensado que era importante mostrar mis películas", dice la directora, al teléfono desde París.
Quien no se anda con modestias es el propio director de la Cinemathèque Française, Frédéric Bonnaud. "La crítica francesa y la Cinemateca conocen y siguen el trabajo de Valeria Sarmiento desde hace mucho tiempo, al menos desde Notre mariage (1984), una película que vi cuando se estrenó y que me gusta mucho", comenta el mandamás del organismo desde 2015 y ex director de la revista Les Inrockuptibles.
Bonnaud también se explaya sobre la singularidad de la cineasta chilena. "Sus películas son únicas y mezclan de forma muy original lo fantástico, el melodrama y el humor. Nos gusta mucho su manera de hacer variaciones sobre el mismo tema o sobre películas ya existentes. Por ejemplo, El (1953), de Luis Buñuel, se transforma en manos de Valeria Sarmiento en la película Ella (1995)", dice de dos filmes que lidian con los celos patológicos y la paranoia.
El portugués errante
Si la directora chilena sabe coger como nadie el guante de otro artista, es probable que Le cahier noir sea el ejemplo perfecto. "Básicamente, la película es una especie de precuela de Los misterios de Lisboa", afirma, refiriéndose a la obra de 2010 de Ruiz, adaptación de la novela homónima del mencionado Castelo Branco. Tras el éxito de Los misterios de Lisboa (1854), el autor lisboeta publicó al año siguiente El libro negro del padre Dinis donde, entre otras cosas, explicaba el origen de este sacerdote, protagonista de las intrigas de Los misterios... .
"Se relata la infancia del padre Dinis. Es criado por un noble portugués que es embajador en El Vaticano y que, a su vez, tiene una criada que se encarga del cuidado del muchacho. Esta mujer, por otro lado, tiene su particular historia: descubre que, en realidad, es hija de un cardenal", cuenta la realizadora. "Todo es muy entretenido y con muchísimos personajes: aparecen desde Napoleón hasta Charlotte Corday (la mujer que durante la Revolución Francesa asesinó al líder radical Jean-Paul Marat) y la reina María Antonieta (decapitada por los revolucionarios). Es un gran folletón", agrega sobre el largometraje, que cuenta con las actuaciones de Lou de Laâge (Las inocentes) y Stanislas Merhar (A la sombra de las mujeres), entre otros.
Aunque fue filmada enteramente en Portugal, la película recrea escenas en Roma, París y Londres. "Pasa una historia al lado de otro y la idea era crear una sensación de vértigo y la ilusión de cuento. Por esta razón usé un tecnicolor que era común en las películas españolas de los 50: siempre había al menos un color que no existía en la realidad. Ese tipo de fotografía me transporta a un mundo mágico", explica.
El filme fue producido por Paulo Branco, nombre a estas alturas mítico en el cine europeo, figura detrás de la obra de David Cronenberg, Manoel de Oliveira y, por cierto, Raúl Ruiz.
Melodramas y realidad
La realizadora divide su obra entre la ficción, que generalmente tiene contornos de melodrama, y el documental. "Las ficciones siempre me han permitido 'volarme' y corresponden a una parte de mi carácter que es muy soñador. En los documentales, trato de dar cuenta de algo que me parece importante registrar", dice.
Y en medio de toda esa obra se ubica un largometraje como Secretos (2008), donde recreaba el Chile mezquino y doble estándar de la Transición. "Era una comedia negra hecha a partir de casos que yo empecé a escuchar cuando iba a Chile. Podría haber sido un documental. Cada una de las historias corresponde a una situación real, desde el estudiante que es prostituto hasta el milagro. Esa última historia, que es de una 'resurrección', la leí en los diarios", afirma sobre la cinta con Sergio Hernández y Claudia di Girólamo, entre otros.
Quizá más que ninguna otra de sus obras, Secretos refleja su relación con el país: "Chile siempre nos afectó mucho a Raúl y a mí. Cada vez que íbamos, era experimentarlo en carne viva. Y eso, sin contar que muchos nos atacaban porque veníamos de Europa y nos enrostraban que habláramos desde la posición del que viene de afuera. Estar en el extranjero nos hacía más vulnerables a todo lo que pasaba. Y todavía es igual".
Para liberarse de la ingrata realidad, la directora acostumbra decir que los melodrama son el mejor antídoto: "Tal vez me gustan porque una se crió con esas historias de Corín Tellado, o viendo las películas de Douglas Sirk (Imitación de la vida).
Justamente Notre mariage (1984), ganadora del Gran Premio del Jurado del Festival de San Sebastián, se basaba en una novela de la española Corín Tellado. "Primero pensaba hacer un documental sobre las novelas rosa. Despues averigué sobre los derechos de Corin Tellado y supe que no eran caros. El filme fue recibido como algo exótico en el medio francés y obtuve una carta de apoyo de Jean-Luc Godard, a quien le gustó", dice.
La película proyectaba una trama a partir de una historia rosa en estado puro: una niña es dada en adopción a una pareja, y 20 años después, la muchacha se casa con su padre adoptivo. Siete años más tarde, Sarmiento realizaría Amelia Lópes O'Neill, su primer filme en Chile tras el retorno a la democracia, protagonizado por Laura del Sol y Franco Nero. Basado en una narración de Joaquín Edwards Bello, giraba en torno a la historia sentimental de un hombre y dos hermanas. La escenografía natural era Valparaíso y la época correspondía a los años 30. Todo era delirante y melodramático, en el mejor sentido.
Como en muchas de sus obras, Sarmiento es capaz de detectar y auscultar con tacto el machismo latinoamericano latente. Ya lo había hecho antes, en realidad, en varios de sus documentales. Recuerda especialmente El hombre cuando es hombre (1982): "En su momento dio mucho que hablar. Lo hice en Costa Rica y por supuesto, cuando realicé las entrevistas, no le dije a nadie que estaba haciendo una película sobre el machismo. Nadie me habría hablado. Dije que hacía un filme acerca del 'romanticismo' del hombre latinoamericano, y ahí todos se largaban a hablar".
Su mirada también fue diferente en 1972, cuando todo el mundo hacía obras militantes. Ese año dirigió Un sueño como de colores, su primer documental, que se internaba en el mundo del striptease: "En esa época todos hacían películas sobre el proceso político. Yo quise hacer un documental sobre la condición de la mujer 'artefacto de diversión' ".
Casada con Ruiz de 1969 hasta la muerte de este último (2011), la cineasta ha debido enfrentar toda su vida esa figura inmensa. Lo hace hasta ahora: el año pasado se estrenó en el Festival de Locarno La telenovela errante, trabajo inconcluso de Ruiz, que ella supervisó y editó, y donde trabajó junto a la productora Poetastros, de Chamila Rodríguez y Galut Alarcón. Pero el filme, que se estrena comercialmente el 6 de septiembre en Chile, no es lo único del autor de Tres tristes tigres. Junto a Poetastros, también trabaja en el rescate de otro largometraje inédito del cineasta, rodado hace 50 años.
Pero, ¿cómo puede Valeria Sarmiento hacer notar su voz sin que la sombra de Ruiz aparezca desde algún rincón? "Diría que es mi destino. En el mundo en que vivimos, es mas fácil hablar del cine de una mujer ligándolo a su pareja, sobre todo si él es conocido". Y añade una declaración de independencia: "Pero ya casi no me importa. Sé que mis películas no se parecen a las de Raúl".
No, no se parecen. Frédéric Bonnaud, el director de la Cinemateca Francesa, tiene clara esta película: "Es imposible confundirlas. Valeria es más secreta y le gusta más jugar con los sentimientos y las pasiones de sus personajes. Se introduce en el melodrama, no sin ironía. Es incluso más cerebral y es capaz de no tocar mientras va al fondo de su historia. En Francia todos los admiradores de Ruiz saben distinguir perfectamente su cine. Espero que en Chile pase lo mismo".