Ubicada en el barrio Cordón, a sólo unas cuadras de la avenida 18 de julio, nació de una iniciativa de dos dueños de librerías y editoriales: Pablo Braun de Eterna Cadencia y Alejandro Lagazeta de Lupa Libros y Criatura Editores. Ambos se conocieron en una pequeña provincia argentina, hasta donde llegaron para dictar unos talleres sobre edición, luego hicieron en Montevideo el primer Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA), y desde ese momento surgió la idea de hacer más cosas, como una librería y una distribuidora. Hoy Escaramuza es más que una librería y una distribuidora, es un lugar, como señala Lagazeta, que tiene varias unidades de negocios: además de esas dos, está el restaurante, que desde septiembre del año pasado con la llegada de otros socios, no ha parado de atraer gente, y el primer martes de julio inauguró un almacén, donde se puede ir a comprar incluso el pan. Entonces más que una librería es un lugar abierto a todo, pero especialmente al encuentro.
Una de las singularidades que hacen cálido el lugar es que se trata de una casa grande y antigua, de techos altos, refaccionada y con un patio atrás, donde hay varias mesas del restaurante. Precisamente ahí espera Alejandro Lagazeta. "Pide lo que quieras", dice y enseguida aclara señalando el interior y arriba: "Todo lo hacemos acá". Y ese es uno de sus orgullos, que pese a haber muchas unidades de negocios, al final él y Braun son los responsables. Por eso no se atrevió a concesionar el bar ni el almacén. Lagazeta estudió economía, de ahí que su peculiar lenguaje para abordar el mundo de las librerías.
-¿Cómo nació Escaramuza?
-Escaramuza es un proyecto muy lindo que sale de un encuentro inesperado con el dueño de Eterna Cadencia, Pablo Braun. Yo en 2009 abrí otra librería que se llama Lupa Libros, que es chiquita pero que está a media cuadra del Teatro Solís. Y como los libros argentinos no llegaban a Montevideo, iba a Eterna y ahí conocí a Pablo. Al tiempo en 2011 lancé una editorial, Criatura Libros, y como en ese tiempo el gobierno argentino había restringido las importaciones de libros, empezamos a pasar libros en mochilas a librerías porteñas. Lentamente comencé a adentrarme en el mercado argentino: cómo funcionaba, qué había que saber, etcétera. Hasta que en 2012 me invitaron a una instancia que creó el gobierno de Cristina Fernández para promover la edición, en la provincia de San Luis, pero no fui solo, fui con Pablo Braun y allá aprovechamos para conocernos mejor. Dimos talleres, pero la verdad es que como esa provincia es chiquita iba muy poca gente, hicimos mucho vínculo entre nosotros y partir de ahí surgió la idea de hacer algo juntos. Al año siguiente hicimos el primer FILBA en Uruguay, y básicamente lo hicimos porque nos entendemos fácil. Tenemos formas de ser distintas pero gran entendimiento, quizá por eso ese primer FILBA fue una sensación acá, se movió mucho Montevideo; evidentemente no fuimos nosotros, había una necesidad de cosas distintas en literatura porque hubo tres mil o cuatro mil personas.
-Un éxito…
-Sí, pero también hay una tradición argentina-uruguaya de hacer cosas, de cruzar el charco y ver qué pasa al otro lado, es como la rivalidad del fútbol y el amor por la murga, hay como un diálogo muy fuerte. Argentina siempre está mirando literariamente lo que pasa en España, en México, a nosotros nos interesa lo que pasa en Argentina.
-Cuando se juntaron con Braun, ¿pensaron en un diseño similar al de Eterna Cadencia pero en Montevideo?
-Lo que pasó con Pablo fue que después del segundo FILBA dijimos: "Che, vamos a abrir una librería". Pero no sabíamos si iba a ser una librería café o una librería restaurante. Pero además dijimos: "Tenemos que hacer una distribuidora". Porque los libros tienen que circular, hoy nuestra distribuidora atiende a 38 editoriales, 15 de ellas son argentinas, muchas de ellas nunca habían estado acá. La librería tiene mucho de Pablo y mucho de mí. Si te fijás, en la entrada de Escaramuza hay un planteo de infantil-juvenil, que Eterna Cadencia no tiene, eso es más herencia de Lupa, que puede ser una librería chiquita pero tiene una dimensión familiar donde lo infantil-juvenil está muy presente. Tenemos esa mezcla. Bueno, abrimos entonces una librería-café, y tenemos la suerte de entendernos muy bien con subsocios. Aquí no hay nada tercerizado, queremos participar de todo el proceso. Por ejemplo, si tú tenés un café frío perdés un cliente de la librería. Si vos controlás todos los procesos, podés integrar cosas. Y así podemos ofrecer unos almuerzos que son riquísimos, pero también un fuerte desayuno y merienda, y acabamos de abrir la tienda, que en realidad son cosas para llevarte: tazas de recuerdo, vinos, pan a la mañana, nueve tipos de miel, aceites y cervezas artesanales, tartas, repostería.
-Es decir que el concepto de librería se ha ido ampliando.
-Nuestra base fue hagamos una librería-café que esté buena, que sea Escaramuza, que sea como la palabra, que esté viva. Y cuando hicimos un acuerdo con la gente de la cocina hace casi un año se nos llenó de gente, y con eso adaptamos los hornos, pero a la vez mejoramos nuestra curaduría de libros, aumentamos las editoriales en nuestra distribuidora y aumentamos también los talleres que ofrecíamos. Nunca llegamos a estandarizar la discusión con Pablo, pero para mí hay un ejercicio que hay que hacer y es pensar cómo se van a vender los libros dentro de diez años, cómo van a llegar los libros a la gente, y yo he encontrado, por lo menos, tres formas: la primera es adentro de los shopping, cada vez tenemos más malls y por lo general hay dos o tres librerías de cadena que se dedican al libro, sobre todo, bestsellers; la segunda es una librería más boutique, más mano a mano, más reducida en cuanto a inventario, más enclavada con los barrios, y después tenés el tercer modelo que son librerías grandes, que podés subdividir entre tradicionales y no tradicionales, Escaramuza sería no-tradicional, es decir moderna, y éste para mí es un formato donde las librerías pueden funcionar a futuro, porque mezclan unidades de negocios. Por ejemplo podría ser una librería-panadería, si descubrís que los libros se venden de mañana, a determinadas horas. Acá por ejemplo, nuestro restaurante es lo que un supermercado es a un shopping. La gente viene mucho a almorzar, sabe que es una librería que está buena y de pronto una vez al mes compra libros, después hay gente que sólo viene por los libros o gente que sólo viene por el café.
-¿Cómo ha sido el impacto en el barrio, donde hay más bares que otra cosa?
-Yo creo que Pablo tenía más conciencia del impacto. Ahora fue muy grande en Montevideo, en Uruguay, en el exterior y también en el barrio. Los primeros posteos después de la inauguración decían algo como "justo en el momento nos preparábamos para resistir un nuevo pub, boliche bailable, recibimos una librería", porque en esta zona desde hace unos años hay muchos bolichitos, y hay muchas denuncias por ruidos molestos y un montón de cosas, que es parte de la realidad del Uruguay. Esa es una muestra de que el barrio lo tomó bien, ahora nosotros tenemos que ir mucho más al barrio. Llevamos dos años y en ese lapso tuvimos un crecimiento muy explosivo. Manejar este monstruito, encontrarle la térmica, lleva tiempo, pero tenemos que trabajar más con el barrio, quizá el año que viene podamos identificar las bibliotecas de escuelas de centros educativos para niños de diez cuadras a la redonda y empezar a trabajar el concepto de biblioteca adentro de las aulas. Si viene un autor extranjero, llevarlo a las aulas. Tratar de colaborar con los libros de esas bibliotecas, hacer un paseo por la librería. Yo hasta los catorce años nunca había entrado a una librería.
-¿Cómo se sintió el impacto en Montevideo?
-Puede que tengamos una deuda pendiente con el barrio, pero el impacto en Montevideo fue grande, de hecho algunos se preguntaban cuándo iba a dejar de venir gente, cuándo iba a bajar la espuma, y eso no nos pasó. Bajó la euforia y nosotros logramos aumentar nuestra capacidad productiva, mejorar el servicio y mantuvimos la gente. Mientras tanto tratamos de salir de la novedad y empezar a ser un clásico. Queremos transformarnos en un referente obligado para el turista, sin faltarle el respeto a las librerías tradicionales, que son emblemáticas acá.
-Lo que planteabas antes en relación a la vinculación con el barrio se parece a lo que hace todo el año FILBA en plazas para estimular la lectura.
-Independientemente del FILBA, lo bueno de una librería es que tiene un espíritu cultural detrás, no es que vendemos "panchos" o chorizos al pan, hay una responsabilidad sobre el barrio que es real, pero somos una empresa, y no te voy a hablar de responsabilidad social, sino de que todas las empresas deberían trabajar en su mundo circundante. No es para hacer un plan de fomento a la lectura, sino porque lo tenemos que hacer. ¿Qué buscamos con eso? Una generación de valor: vos venís caminando por esta calle, te encontrás con la librería y no te imaginás la estructura que tiene adentro. Y esa estructura tiene humor, y eso se trabaja día a día. Entonces yo creo que si Escaramuza trabaja mejor con la gente puertas adentro y puertas fuera, va a aumentar la percepción de valor no monetario de lo que es la librería.
-Pasando a la distribuidora, ¿con cuántas editoriales chilenas trabajan en este momento?
-Nosotros tenemos cerrado la incorporación a nuevas editoriales, ¿pero qué pasa? Hasta que por lo menos logremos viabilizar mejor las que tenemos. Una vez que la rueda asimile a estas 38 editoriales, traeremos nuevas. Por el momento no hay chilenas, pero sí estoy seguro de que van a haber.
-¿Hay editoriales chilenas que te interesan?
-A Chile con Uruguay le debe pasar lo mismo que a Uruguay con Chile, y te digo esto porque el proceso de la distribución es un proceso muy importante, pero no es noticia nunca, y es una parte de la cadena que nosotros los uruguayos solemos no reparar demasiado. Y la distribución hace todo, porque permite la circulación de los libros. El tema es que Uruguay mira a Argentina, y muchísimo lo que pasa en Europa. Operativamente es más fácil traer editoriales de España que traer editoriales de Argentina, de Chile o de cualquier otro país latinoamericano. Pese a ello tenemos una editorial infantil nicaragüense. He escuchado de las ferias de libros independientes de Chile, la Furia y la otra FILVA, y por lo que sé hay una actividad editorial impresionante, pero tampoco tenemos una gran impronta de autores chilenos actuales que se estén leyendo acá. No tenemos desarrollado ese mercado, pero es verdad que ya tenemos suficientes editoriales de Argentina y de España, tenemos que traer ahora sellos de México y de Chile.