Luis Miguel: el precio de ser el rey

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Tras el éxito en Netflix Luis Miguel agota shows en España y su discografía se revisita. Santiago es la cuarta urbe mundial donde más se escucha al Rey Sol, apenas detrás de Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey.


Por trece semanas la serie de Luis Miguel nos tiene comentando en qué quedó el último capítulo y lo increíblemente desgraciado que era el papá. Nostálgicos, buscamos las canciones de esos primeros años antes del loop soporífero de boleros y mariachis -ese envejecimiento prematuro de su cancionero-, para recordar unas letras enterradas en la memoria, boleto de vuelta a una época en que Latinoamérica era convulsa y aún más pobre, y donde Luis Miguel -todo dorado, dientes y pelo revuelto- brillaba como un príncipe de voz prodigiosa rápidamente convertido en rey.

Un renacer exige un remezón genuino y electrizante. Los primeros intentos de Luis Miguel por salir del atolladero de apuros económicos, conciertos cancelados, problemas de salud y una imagen de campeón parrillero, no demostraron más voluntad que operar desde la zona de confort. Creyó que bajando de peso y grabando un nuevo álbum sería suficiente, que la música por sí misma lo arrastraría lejos del ensimismamiento y la decadencia. El resultado fue ¡México por siempre!, un pálido e innecesario segundo homenaje a la ranchera después de México en la piel (2004).

Luis Miguel debía arriesgarse para que la resurrección surtiera efecto, buscar la espectacularidad y la épica de un gran retorno. Uno de sus mayores ídolos, Elvis, utilizó la televisión en 1968 para regresar triunfal al primer plano y recuperar la credibilidad perdida en estúpidas películas hollywoodenses. Luis Miguel y sus asesores leyeron el momento para concluir que el equivalente hoy es Netflix. La vía, claro, no resuelve el mensaje. El astro mexicano también entendió que debía ceder en un aspecto donde siempre sembró dudas y especulaciones: su vida privada. Así, al igual que la realeza británica revela intimidades mediante teleseries supreproducidas y premiadas como The Crown en un intento de transparencia -concepto hoy dominante en el mundo empresarial por lo demás-, Luis Miguel novelizó su vida en una versión boutique de la tradicional teleserie mexicana con gran despliegue, casting fabuloso, un conflicto dramático con ecos de Star Wars -un joven de talento único sometido al abrazo glorioso y nefasto del padre-, y el retrato de un periodo especial en la historia mexicana contemporánea que, tal como dice Daniel Krauze, uno de los guionistas principales, representa una época en que el país coqueteaba con la idea de saltar al Primer Mundo, mientras Luis Miguel y su áurea de playboy internacional alentaba esa sensación.

Tras el éxito en Netflix Luis Miguel agota shows en España y su discografía se revisita. Santiago es la cuarta urbe mundial donde más se escucha al Rey Sol, apenas detrás de Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. Clásicos como "Culpable o no", "La Incondicional" y "Hasta que me olvides" suman más de 190 millones de reproducciones en Spotify.

La veta de la biografía de ídolos pop en nuestro idioma va en auge. Disney, que en 2015 lanzó la exitosa serie sobre Juan Gabriel, adaptará en 13 capítulos el libro Secretos Confesables de Alfredo Fraile, representante por 15 años de Julio Iglesias, donde se prometen revelaciones como la relación del astro con sus hijos, sexo con miles de mujeres y tratos con la mafia. La misma empresa está asociada a un proyecto sobre Maradona.

¿El eslabón pendiente para una completa resurrección de Luis Miguel? Un buen disco de pop. La seguidilla de álbumes autoproducidos revisitando viejos cancioneros desde hace décadas -aunque se trata de un tipo de 48 años- lo mantienen marcando el paso, muy lejos, por ejemplo, de la complicidad con Juan Carlos Calderón a fines de los 80, invencibles con una seguidilla de clásicos como "Tengo todo excepto a ti", "La Incondicional" y "Entrégate". Lo último en esa casilla fue "Cómplices" junto a Manuel Alejandro, hace ya diez años.

La serie promete segunda temporada porque Latinoamérica, nuevamente enamorada de Luis Miguel al igual que hace tres décadas, no se puede quedar así sabiendo que hay más. Si Luisito Rey no fue un buen padre, Luis Miguel se tomó su tiempo en reconocer a Michelle Salas como hija. Así es ahora. Hablamos de él como si lo conociéramos, un tipo hermético que se ha vuelto cercano después de transar su intimidad. Para seguir siendo el rey hay que pagar un precio.

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