Germán Marín: "No soy un autor bestseller, pero tengo mis lectores y una aceptación"
El narrador publica Póstumo y Sospecha, novela donde retrata el mundo delictual y las huellas de un ex agente de los 80. No se postulará al Premio Nacional de Literatura y dice: "Capaz que hasta se lo den a Rivera Letelier".
Cansado ya por el paso del tiempo, Germán Marín, de 84 años, dice que ahora además de ciertos "achaques" tiene problemas a la vista. "Veo todo nublado y el cambio de anteojos no ha solucionado el problema", cuenta el escritor chileno sentado en el café del hotel Orly, en Providencia. Está en la terraza, una mañana fría, y el autor de Un animal mudo levanta la vista aspira un cigarrillo, mira de reojo y saluda. "Ya estoy vejete", bromea, quien está al tanto del acontencer noticioso. Tanto de los casos de corrupción en la política, el movimiento feminista ("Me cabrea un poco el tema por la insistencia"), como también de lo que respecta a la crítica de sus libros.
Marín acaba de publicar el volumen Póstumo y Sospecha. Es su nueva novela, donde suma más ambientes al universo que ha venido construyendo hace más de dos décadas vinculado con la historia del país, donde habitan perdedores, ex militares, colaboradores de la DINA, experiencias del exilio en los años de Pinochet y los fantasmas de la burguesía.
El mundo de la delincuencia y el juego del pool es el que unen a los personajes de Póstumo y Sospecha. Póstumo es un atorrante, ex funcionario de un centro de tortura, "un sujeto más de los que colaboraban en el ejercicio de la mano dura". Y Sospecha, un joven expulsado del colegio, acostumbrado a ir en las horas de la cimarra al Manila o al Brunswick dedicado luego a las "ventas fraudulentas", apunta Marín en el ejemplar publicado por Seix Barral.
"Lo escribí de un tirón", señala el autor de Póstumo y Sospecha. "Estos personajes nacieron de cierto realismo abierto y de muchas cosas que me han salpicado y que las he incorporado. El mundo de los bajos fondos siempre me atrajo", comenta Marín quien en los 70 trabajó en la U. de Chile y en la editorial Quimantú. Tras el Golpe de Estado de 1973, el narrador se exilió en México y después en España. En los 90, ya instalado nuevamente en Chile, publicó la trilogía Historia de una absolución familiar, que le ha dado reconocimiento internacional. "Marín realiza un impresionante alarde de desarraigo y de impudicia, servido de una prosa espesa y ondulante", apuntó sobre su narrativa el crítico español Ignacio Echevarría.
Ahora sobre el personaje Póstumo, agrega Marín, "él proviene de la DINA, fue parte del personal de servicio y tiene la experiencia del Palacio de la Risa", señala sobre el lugar trasunto del centro de detención Villa Grimaldi: "Ese tipo de personajes llegaron a obtener una jubilación". Y pregunta qué pool aún funcionan en el centro, "la mayoría de los que habían han desaparecido", dice y recuerda algunas ubicaciones: "Uno en Catedral al llegar a la Quinta Normal, otro en Irarrázaval, el River Plate que está en Manuel Montt, otros en San Diego y dos o tres en torno a la plaza Almagro, pero los que estaban en calle Ahumada han desaparecido".
Junto a una copia de Póstumo y Sospecha, el escritor tiene una libreta roja donde apunta su próximo libro, que espera terminar a fin de año. Se llamará Un oscuro pedazo de felicidad, un título de cuentos que saldrá por Lecturas Ediciones, sello que hace algunos meses reeditó su primera novela, Fuegos artificiales (1973). "Es un gesto también de apoyar a una editorial pequeña", dice, y sobre el título: "Escribiendo uno de los siete relatos me surgió esta frase. En la ficción me siento más libre", añade y comenta que no desea escribir sus memorias a la manera de Armando Uribe (Vida viuda) y Jorge Edwards (Esclavos de la consigna). "Ese ensalzamiento del yo no me interesa", afirma.
Presente y futuro
Marín no solo tuvo una librería antes de partir al exilio, sino que dedicó gran parte de su vida a la actividad editorial. Trabajó en el sello Siglo XXI, en México; en editorial Labor, en España, y 11 años en Random House tras su arribo a Chile. Hoy ya está retirado y sin jubilación.
"¿Y todos estos libros que han salido sobre la historia de Chile son interesante o no? ¿Qué tal (Jorge) Baradit?", pregunta Marín y comenta que comenzó a leer La casa del museo, lo último del historiador Alfredo Jocelyn-Holt. "Un rechazado por la aristocracia", dice de Juan Yarur, protagonista del relato. "Hoy hay otro sentido de lo que vendría a ser la aristocracia chilena. Es el empresariado el que ha formado una elite económica emplazada en la política y la sociedad. Basta ver los resultados en los casos judiciales como Penta y SQM. Es curioso todo ese mundo", señala y acusa recibo de un reportaje aparecido en estas páginas sobre los autores favoritos para obtener este año el Premio Nacional de Literatura, donde su nombre fue mencionado junto al de Diamela Eltit y Roberto Merino.
"Este librero me dijo que mi literatura estaba un poco demodé", comenta sobre Sergio Parra, quien señaló: "Marín transmite admiración entre sus pares, pero no logra influir". El narrador se defiende: "Sabes que me sorprende cuando me encuentro con gente que son lectores míos, jóvenes que se me acercan, incluso acá en el café". Y agrega: "No soy un autor bestseller, pero tengo mis lectores y una aceptación. Y hay que tomar en cuenta que la trilogía, que es un libro caro, va en su cuarta edición. Eso me asombra".
Tiene claro que él no se postulará al Premio Nacional. "No, yo no me presento. Sí fui postulado cuando se lo ganó Antonio Skármeta (en 2014), de quien rescato su primer libro de cuentos El entusiasmo (1967). Además nunca se lo dieron a Pedrito", añade por Pedro Lemebel.
"Yo creo que tiene mucha opción Diamela Eltit", expresa. "Es mujer y es un gobierno de derecha, que justamente lo haría para quedar bien", argumenta, y recuerda cuando le dieron el Nacional a Isabel Allende, en 2010, en el primer gobierno de Sebastián Piñera. "Yo creo que ella no se lo merecía. La encuentro bastante floja, productiva, pero floja", dice. Sobre Roberto Merino, comenta: "Yo soy muy amigo de Roberto, ¡pero es un cronista! Se ha destacado como un cronista de El Mercurio. No lo veo para esto, fíjate".
-¿Y si se lo dan a Ud?
-A mí me interesa en un solo sentido: con el dinero ayudar a mi mujer para no dejarla tan empelota. Es lo único. Ni ella ni yo somos jubilados. Tenemos dos hijos y son ellos quienes nos financian. Yo hasta el Golpe trabajé en el departamento editorial del Centro de Estudios Socioeconómicos de la U. de Chile, pero yo daba boleta. Nunca impuse cuando trabajé en España. A veces tengo con los derechos de autor, que son pequeños, y con los adelantos de un libro nuevo me sirve para un par de meses.
-¿Ha leído la obra de Eltit?
-Me pasaron de Seix Barral su último libro (Sumar) y no me gustó. Hay muchas cosas que no se entienden. Por ejemplo ella habla de "la moneda", en minúscula, yo pensé que era una equivocación, que se refería al palacio de La Moneda, pero es la metáfora de algo, nunca pude saber ¿qué era la moneda? Poco explicativo el libro. Ahora yo creo que el premio se lo va a ganar ella. ¡Pero capaz que hasta se lo den a (Hernán) Rivera Letelier!
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