Un tipo veterano y algo magullado aterriza en Iquique para hacerse cargo de un caso que a ojos de las autoridades, desde policías a miembros de gobierno, no corresponde a otra cosa que fugas de hogar. Pero ese hombre, una mirada que además de venir de vuelta, es extranjera, no da crédito a la hipótesis, que habla de adolescentes que han escapado de las precariedades del pueblo para prostituirse.
El primer capítulo de La cacería: las niñas de Alto Hospicio sitúa a ese personaje, el capitán César Rojas (Francisco Melo), como alguien misterioso y, a la vez, como el punto de inicio para que la investigación se conduzca hacia la turbia verdad. Pero no está solo: en la regla del policial, la historia le provee rápidamente de una dupla, el más joven y tradicional subteniente Carrasco (Gastón Salgado).
La serie, nueva gran apuesta de Mega para el prime de los domingos, que se estrena esta semana, se despliega de esa manera desde el arranque, mostrando el pedregoso camino que recorre Rojas para introducirse en una trama que atraviesa distintos estamentos. Todo bajo la dirección de Juan Ignacio Sabatini, con experiencia en adaptar hechos reales y seguir la pista del thriller, en la aplaudida serie Zamudio: Perdidos en la noche (TVN).
Si esa vez el realizador fue el primero en mirar desde la ficción la historia alrededor del homicidio de Daniel Zamudio, en esta oportunidad, a través de ocho capítulos, marca la primera vez que una serie o película toma inspiración del estremecedor caso de adolescentes desaparecidas y asesinadas a fines de los 90 en la localidad nortina.
En la temporada debut de La cacería (ganadora del Fondo CNTV en 2016) la ambición es armar un puzle en que, a la altura de las mejores ficciones sobre asesinos, se integra una amplia galería de personajes y se siembra la intriga en cada paso, con el desierto como escenario de la investigación y el horror.
Pero, al mismo tiempo la serie no olvida su base real, sumando a autoridades de la época mediante noticias o incluyendo frases que resuenan como mordaces comentarios sociales como: "si las niñas fueran rusias de Iquique y no morenas de Hospicio, ya sabríamos lo que pasó".
"El thriller tiene una estructura que uno debe saber seguir para que ojalá sea atrapante. Pero no queríamos el policial gringo tipo CSI donde sólo importa el procedimiento. Nos interesaba el policial, pero también hablar de problemáticas sociales", indica el guionista Enrique Videla, colaborador de Sabatini en las series Los archivos del Cardenal (TVN) y la misma Zamudio, que agrega: "Esto no se podría resolver como película de acción, no podría terminar con el policía con una metralleta acribillando al asesino".
La base real de la serie
Por La cacería desfilan desde carabineros a padres desesperados por conocer el paradero de sus hijas, pasando por trabajadores del Sename y niñas expuestas a ser las siguientes en desaparecer (encarnadas principalmente en la banda Las Lagrimitas). Para construir eso, la primera inspiración fue el perfil escrito por el periodista Rodrigo Fluxá sobre Julio Pérez Silva, el asesino serial de Hospicio, que fue parte del libro Los malos, editado por Leila Guerriero en 2015, junto a textos sobre otros chilenos como Manuel Contreras e Ingrid Olderock.
"También nos inspiramos en cosas que él investigó que no están en el perfil, particularmente el personaje del policía que llega a Hospicio, la primera persona que hace notar que hay un asesino en serie", dice Videla, a cargo de los guiones junto a Fluxá.
"Hay varias cosas que están ficcionadas y hay algunos hitos que aparecen. En general nos inspiramos en sucesos reales para construir una historia que tuviera relación con el policial clásico, con pistas, cortinas de humo y segundas intenciones. La historia se va abriendo y uno empieza a ver cosas sospechosas", señala sobre un proceso que contó con la asesoría del estadounidense Jeff Rush, autor del libro Alternative scriptwriting: rewriting the Hollywood formula.
Junto a Francisco Melo, quien venía de actuar sólo en teleseries en Mega (Sres. Papis, Tranquilo papá) y, para estar en La cacería, decidió postergar sus vacaciones el último verano, se encuentra Gastón Salgado, visto recientemente al centro de la miniserie Martín, el hombre y la leyenda.
Pero también están Jaime Omeñaca (Zamudio), Giannina Fruttero (Ramona), Valentina Muhr (El reemplazante), Erto Pantoja, Alejandro Goic, entre otros. Todos empujan para darle verosimilitud al relato, algo fundamental al abordar un hecho mediático y que resuena hasta estos días.
"Tuvimos particular cuidado de no dejarnos llevar por ciertos estereotipos que se asocian a este tipo de crímenes. Queríamos representar la realidad precaria de Alto Hospicio, pero con dignidad", afirma Videla, quien ya se encuentra trabajando en los primeros pasos de una segunda temporada de la serie junto a Sabatini (además de la serie sobre Pinochet que alista Invercine & Wood, Un simple soldado).
"Esta es la historia de cómo las jóvenes de Alto Hospicio fueron excluidas por la sociedad, vistas prácticamente como ciudadanas de segunda clase. Refleja un montón de males, principalmente el clasismo y la misoginia, temas que nos interesaba tocar", finaliza.