Antonio Decoud quiere ser un hombre sano. Al menos lo suficientemente saludable como para disfrutar el dinero que ganó durante décadas de trabajo y gracias al que hoy sus hijos tienen un buen colegio y su familia una acogedora casa. Dejó de fumar hace años, procura comer bien, dormir mejor y cada madrugada, rompiendo las leyes del sueño, trota religiosamente por la costanera de su ciudad, Mar del Plata. Pero el pobre Antonio no sabe que a veces la genética, los vicios de la juventud o la simple mala suerte juegan a los dados. Esta vez le tocó a él: un día se desmaya y al siguiente le dicen que necesita un trasplante de riñón. De lo contrario, morirá.

¿Podrá acaso este apacible burócrata de un matadero (no deja de ser sugerente su lugar de trabajo) salir literalmente vivo de esta vuelta en el camino? ¿El sistema de salud estará a la altura de sus requerimientos fisiológicos? ¿Quién en su familia o en su círculo de amistades le puede donar un riñón? ¿Tiene realmente amigos? Paralelamente la historia de Animal mostrará a Elías Montero, un pobre diablo que no quiere trabajar, pero que sí quiere tener una casa. Tanto que está dispuesto a dar su riñón a cambio.

Estrenada en Argentina el 24 de mayo, Animal se transformó en uno de los filmes más taquilleros de su país. Tiene al popular actor Guillermo Francella en el rol de Antonio y eso ayuda. Hasta la fecha lleva 450 mil espectadores en su país y si no fuera por el éxito de la comedia Re loca, estaría en el primer lugar.

Dirigida por el realizador Armando Bó (1978), Animal se estrena la próxima semana en Chile. Su director comenzó en el terreno del guión, donde junto a Nicolás Giacobone escribió las historias de Biutiful (2010) y Birdman (2014), ambas de Alejandro González Iñárritu. Con esta última, llegó más lejos: obtuvo el Oscar a Mejor guión,

Sensible a los personajes a la orilla del camino, Armando Bó debutó en la dirección de El último Elvis (2011), sobre un tragicómico imitador de Presley preso de sus fantasías. En Animal, por el contrario, nada es cuento de hadas y Antonio llega hasta las últimas consecuencias para burlar la estéril lista de espera de órganos.

Desde Los Angeles (Estados Unidos), Armando Bó responde a Culto.

- ¿La idea de la película proviene de algún caso real?

- Si hubiera que encontrar alguna inspiración real tendría que decir que todo nació desde el momento en que leí un artículo en el diario que hablaba de un señor que vendía su riñón a cambio de una casa. Me pareció muy irónico y al mismo tiempo bastante terrible. Es sorprendente cómo ahora cualquier cosa tiene un precio, cómo todo está a la venta, empezando por los órganos, por nuestro cuerpo.

- ¿Buscaba hacer una crítica al sistema o más bien indagar en el personajes de Antonio Decoud?

- No es una película de médicos ni una crítica al sistema de salud. Es decir, está aquella crítica en todo lo que vemos, pero antes que nada es un largometraje sobre seres humanos. Se apoya en el drama de la donación de órganos, pero eso después nos sirve para hablar del egoísmo y la miseria inherentes al hombre. Lo irónico es que un tipo como Antonio tenga que dejar a un lado todos los preceptos por los que se guió en su vida con tal de conseguir un riñón que le permita seguir viviendo. Es decir, alguien que ha venido predicando una forma de ser y que de un día para otro debe olvidarse de ella. Al final trata sobre cómo cada cual sólo quiere salvarse a sí mismo.

- ¿Por qué eligió a Guillermo Francella para el rol principal?

- Es un tremendo actor y tiene la capacidad de generar drama, pero al mismo tiempo puede ir a la comedia absurda, sorprendiendo a todos. Por eso hay un público que se atemoriza con la historia y otro sector de la audiencia que se ríe en algunos momentos a carcajadas.

- ¿Cómo fue la recepción en Argentina?

- Hubo muchos a los que le gustó, pero hay una pequeña cantidad de personas que la odió. Y eso siempre es bueno, pues significa que la película se hace notar, que genera reacciones, que incomoda. El filme tiene un doble tono, entre thriller y comedia negra, y eso generó una discusión grande en Argentina.

- ¿Mezcló géneros?

- Me tienen bastante aburrido los géneros cinematográficos tal como los entendemos. Es decir, el thriller puro. O el drama que sólo es drama. A mí me gusta mezclar y también la experimentación, y en esta película pude hacer eso. En Animal hay suspenso, pero además hay humor e ironía. Toda esa parte negra es, a mi juicio, más inesperada. Si hiciéramos una comparación culinaria, podría decir que la película es algo así como una comida de fusión, con diversos sabores.

- ¿Cómo es su relación con Alejandro González Iñárritu?

- Es un privilegio haber trabajado con él. Es como si a un jugador de fútbol le dieran la posibilidad de estar en el mejor equipo.

- ¿Le llegaron muchas ofertas después del Oscar?

- Sí, te llegan miles. El punto es saber elegir. Es lo difícil: ser capaz de hacer lo que yo quiero y no lo que los otros desean de mí.

- ¿Animal no podría haber sido hecha en Estados Unidos?

- Existió una posibilidad, pero no encontré la libertad necesaria. Hollywood es una industria que para ciertas películas es lo mejor, pero para otras no sirve. Hay muchos productores opinando, demasiados metiéndose en la historia y eso te coarta. Aún así no descarto que en el futuro pueda hacer una película aquí.