41 años cumplía Freddie Mercury y lo quería celebrar en grande. No solo por ser el primer cumpleaños que superaba las cuatro décadas, también porque le habían dado una terrible noticia: el cantante de Queen dio positivo en el examen del VIH y -en esos años- el diagnóstico era desalentador.
El día fue el 5 de septiembre de 1987 y el lugar fue la isla española Ibiza. Con una lista formada por más de 500 invitados de distintas partes del mundo, la fiesta se realizó -en primera instancia- en el hotel Pike's, con grandes cantidades de champaña, cocaína y sexo. Posteriormente se trasladó a la discoteca Ku, conocida por ser la más grande al aire libre.
En el recinto, que actualmente se llama Privilege, participaba un cuerpo de baile conformado por 15 hombres, entre ellos Xavier Font. Quien lideraba el cuerpo de baile, y a futuro el grupo español Loco Mía, se enteró que Mercury estaría presente en la discoteca para celebrar su cumpleaños, pero en ese entonces no estaba muy familiarizado con la figura del cantante de Queen.
"Yo tenía 24 años y tampoco sabía muy bien quién era Freddie Mercury... esta es la primera vez en mi vida en la que lo admito. Sé que nos limitamos a hacer un par de bailes a su lado, para las fotos, y, como no sabía qué regalarle, le di un par de zapatos de punta, de los que diseñaba yo", dijo Font en entrevista telefónica con El confidencial.
Xavier Font se interesó en la moda a temprana edad, incluso tenía su propia tienda y peluquería en las cuales preparaba los shows nocturnos juntos a su grupo de baile. A Freddie Mercury le gustaron tanto los zapatos negros en punta, que decidió conocer la tienda del español.
"Al día siguiente, con toda la resaca, se presentó Freddie Mercury en la tienda, y se llevó dos chaquetitas por un valor de 2.200 dólares. Además, me dijo que le habían gustado mucho mis zapatos, que los iba a usar", dijo el artista catalán. El británico cumplió sus palabras, y cuatro años después los usó públicamente en el video "I'm going slightly mad", uno de los último que grabó antes de morir el 24 de noviembre de 1991.
"Lo vi por casualidad en YouTube hace poco. Si lo piensas, es increíble que un monstruo como Freddie Mercury llevase en su último videoclip un pedazo de Locomía... todo un honor".
De abanicos y hombreras
En la década de los 80, Ibiza era un lugar adelantado para su época. El continente no estaba listo para los diseños innovadores con grandes hombreras, colores vibrantes y zapatos que rescataban el estilo barroco, pero en la isla causaron furor.
La discoteca Ku supo ver el potencial de los extravagantes diseños y los jóvenes que los creaban y los convocaron para que hicieran los espectáculos. ¿El nombre del grupo? Locomía. "A Gard [Passchier] le preguntaron por qué llevábamos esos abanicos tan grandes y él quiso responder que era 'una locura mía', pero como no dominaba la gramática española, dijo que era una 'locomía'. A todos nos encantó el nombre", recordó Font.
Su popularidad ascendió rápidamente, al igual que la envidia por parte de otros grupos: "Una noche llegábamos todos de la discoteca y nos habían quemado la casa. Dentro teníamos el trabajo de cuatro años, los trajes con los que actuábamos, los que vendíamos… todo. Nunca supimos quién había sido, aunque todos sospecharemos siempre de los otros grupos que bailaban en Ku y a los que habíamos robado la atención de la gente". Pero no se dejarían vencer, en medio de las cenizas Xavier gritó a los cuatro vientos: "Si quieren matar a Locomía, tendrán que matarme a mí".
Este ataque, lejos de apagarlos, realzó su popularidad y, tras ser contactados por un importante empresario japonés para inaugurar un centro comercial, un productor se interesó por ellos. José Luis Gil, quien trabajó con figuras de renombre como Miguel Bosé, Raffaella Carrá y José Luis Perales.
"De repente comenzaron a aparecer de las sombras unos personajes ataviados con ropajes sorprendentes y zapatos de estilo renacentista, de manera cadenciosa y sugerente, como si se tratase de los celebrantes de una danza sufí, que me hipnotizó a mí y a los que me rodeaban", describió Gil en sus memorias.
Al día siguiente, el productor fue a la peluquería para proponerles un trato: "Tenéis una imagen muy fuerte y un estilo provocativo. Si supierais cantar, se podría estudiar lanzaros como grupo musical". Pero eran bailarines, ninguno había considerado la posibilidad de cantar, aunque finalmente aceptaron probar la idea.
Tras un proceso de trabajo -que implicó seleccionar a los integrantes definitivos- de un total de 15 miembros, quedaron solo cuatro: "Descartamos a los bajitos y a los feos, menos a mí, que soy feo pero creé el grupo", confesó Font, quien viajó a Madrid junto a Luis Font (su hermano), Carlos Armas y Manolo Arjona. Los demás se quedaron en Ibiza.
Los costos de la fama
Una de las primera presentaciones en televisión -gestionadas por Lurdes Iríbar- fue actuando en los mismos escenarios que Pet Shop Boys y Duran Duran, dos grupos pop que José Luis Gil asociaba "a la cultura gay". Pero tras estos inicios a la masividad, el productor decidió que no quería que la banda fuera encasillada en la homosexualidad: "La ambigüedad es comercial; lo definido, sea lo que fuere, limita y reduce el público", dijo.
Pero Font se negaba a ocultar su orientación sexual, quería ser libre: "A mí me preguntaba un periodista que si tenía novia y yo le decía que sí, que tenía un novio guapísimo, y de golpe tuvimos que dejar de expresarnos con libertad y escondernos, ser ambiguos todo el tiempo. Nos prohibió ser gay, igual que hizo con Miguel Bosé, al que Gil decía que la canción 'Don Diablo' no era comercial".
Lurdes Iríbar, quien acompañó al grupo asesorándolos en cuanto a vestuario, estilo y temas de producción, estaba en desacuerdo con Gil ya que consideraba que no tenía lógica pretender: "Era una tontería ocultarlo, era muy obvio cuando íbamos con los abanicos por la calle que eran todos gay, pero Gil se lo tomó muy en serio, era una persona autoritaria".
Fue Gil quien produjo las canciones que lanzaron a la fama a Locomía: "Rumba, samba, mambo", "Taiyo" y 'Locomía", una tríada que los llevó a la fama definitiva en las discotecas y radios. Ya en el primer semestre de 1989, su primer disco estaba en todas las tiendas de música. Y en 1992 recalaron en el Festival de Viña del Mar convertidos en un fenómeno de masas.
Sin embargo, Font decidió dejar el grupo. Tenía diferencias irreconciliables con el mánager: "Gil era uno de los mejores mánagers de España, de eso no cabe duda, pero a mí me quitó la ilusión. Perdí mi derecho a comportarme como lo que soy, una persona gay, dejé de poder llevar mis trajes por la calle, porque me paraban constantemente... y tampoco pude refugiarme en la creación de nuevos diseños, porque Gil nos impuso ir cada uno de un color y con el mismo traje todo un año".
Font se abocó al lanzamiento de su boutique para regresar a su pasión, la moda, y la bautizó Santuario Locomía. Lamentablemente la tienda no tuvo éxito y finalmente Font la clausuró.
En España se establecieron como gran banda 'dance' y en Latinoamérica arrasaron. Así lo recuerda Lurdes Iríbar: "Lo pasé mal. La gente nos esperaba en el aeropuerto, en la puerta del hotel, nos seguía en sus coches... y todos los teatros y salas donde actuábamos estaban abarrotados, era una locura. Mi problema es que eran casi todas chicas jóvenes y, en cuanto yo salía al escenario, me insultaban y me amenazaban, se creían que era la novia de alguno", dice divertida, "y no me extraña, porque eran todos tíos altos y guapos, pero claramente gay", agregó.
Un líder desconfiado
El plan de José Luis Gil era trasladarse a Miami para expandir la música de Locomía a Estados Unidos, lo cual coincidió con el retorno de Font a la agrupación: no confiaba en Gil, quien en sus memorias describió al artista como "un loco y un tonto codicioso" y aseguró "siempre dudé de la capacidad cerebral de Xavier, pero al menos amaba el producto".
El tiempo le dio la razón a Font, quien descubrió en 1992 que José Luis había cobrado 600.000 dólares de adelanto por el nuevo disco. Esto lo hizo a espaldas del grupo para no repartir la ganancia. El grupo quedó en medio de una situación complicada: Font era dueño de la marca Locomía, pero Gil era propietario de las canciones, las cuales podía explotar por dos años antes que venciera el contrato.
El resultado fue que Font despidió a Gil y existieron dos Locomía: una liderada por Font —sin derecho a interpretar las canciones— y otra con nuevos integrantes al mando de Gil. Mientras el fundador del grupo se preocupó de difundir que los otros no eran los reales, el productor contactó a empresarios para que no contrataran a Locomía.
Tras una serie de peleas legales, un caso de asesinato en que se vio involucrado el productor y un periodo en la cárcel para Font por tenencia de drogas, el fundador de Locomía decidió lanzar nuevamente su grupo que nació hace 30 años en una discoteca en Ibiza.
"De todas las formaciones que hemos probado, ninguna me ha producido sensaciones parecidas a cuando estábamos en la Ku, y eso que en muchas de ellas ha estado Manolo Arjona, que es más importante en Locomía que yo. Pero el año pasado estuve viendo una actuación de los nuevos Locomía y, por primera vez desde los 80, sentí la magia, sentí que esta formación era capaz de llegarle a la gente", contó Font.
Sin embargo, en 2018, cuando estaban reiniciando su carrera musical, murieron dos integrantes de Locomía: Santos Blanco y Frank Romero. "Y ahora que estábamos remontando el vuelo otra vez, mueren dos de los miembros del grupo, ambos con 46 años, en el mismo mes y por causas muy extrañas... es como si Locomía tuviese una maldición para que nunca se recupere".
Pero el artista de 55 años no se rinde, y asegura a El Confidencial que el próximo año Locomía va regresar.